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“No solo la paz en nuestro tiempo… sino la paz para todos los tiempos”
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“No solo la paz en nuestro tiempo… sino la paz para todos los tiempos”

Actualizado 16/10/2025 08:57

Estas palabras corresponden al discurso que fue pronunciado por el presidente John F. Kennedy el 10 de junio de 1963 en la Universidad Americana. En él, Kennedy aboga por la paz mundial en lugar de la guerra total.

Su afirmación sobre la paz a su vez forma parte de un párrafo capital de su disertación en esa Universidad:

“¿A qué tipo de paz me refiero? ¿Qué tipo de paz buscamos? No una Pax Americana impuesta al mundo por las armas de guerra estadounidenses. No a la paz de la tumba o la seguridad del esclavo. Me refiero a la paz genuina, la clase de paz que hace que la vida en la Tierra valga la pena, la que permite a los hombres y a las naciones crecer, tener esperanza y construir una vida mejor para sus hijos, no solo paz para los estadounidenses, sino paz para todos los hombres y mujeres, no solo la paz en nuestro tiempo sino la paz para todos los tiempos”.

Las palabras del presidente Kennedy de 1963 aún resuenan en los oídos de todas aquellas personas (la gran mayoría de los que poblamos este Planeta) que queremos vivir en paz y que nos horroriza la barbarie de la guerra.

Estamos viviendo una época caracterizada por lo peor que le puede ocurrir a los millones de personas que pueblan los cinco continentes: perder la esperanza. Perder la ilusión de vivir.

Que no puedan dar a sus hijos unas formas de vida mejores que las que las generaciones actuales y sus antecesoras dispusieron. Esta es la auténtica ignominia que se está produciendo. Porque no hablamos solo de posibilidades de trabajo y construir un futuro, sino de poder disfrutar de un mundo sin guerra, que la manera de seguir entendiéndonos las naciones deje de ser por una vez a través del flagelo del ruido de las armas.

La especie humana que es la más depredadora de las vivas que cohabitamos la Tierra, ha fracasado. Estamos en el umbral de esa línea roja que una vez traspasada ya no hay vuelta atrás. Esto requiere de líderes políticos mundiales que hagan honor al pensamiento de un demócrata como el presidente Kennedy, que justamente por su firme determinación de acabar con las guerras, en concreto la de Vietnam que en ese momento tenía la más feroz crítica en el propio pueblo americano, fue motivo suficiente de ir en contra de los intereses de los que defienden la guerra (la industria armamentística) y derivaría en su asesinato el 22 de noviembre de 1963, tan solo cinco meses después del famosos discurso que hoy evocamos.

¿Qué ha cambiado desde entonces? ¿Hemos tomado consciencia de lo infructuoso de la guerra, amén de la terrible pérdida de vidas humanas y de truncar sociedades enteras? ¿Somos realmente conscientes de lo que implica la destrucción? Cuesta asimilar que niños de corta edad estén creciendo y desarrollándose en condiciones paupérrimas, en las que su infancia tiene como escenario habitual el estallido de misiles y disparos indiscriminados. ¿Es esto admisible? ¿Cómo la comunidad internacional a través de Naciones Unidas no ha podido desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial, acabar con las guerras y garantizar la paz mundial?

Cuando Kennedy habla al auditorio de la Universidad Americana en 1963 les dice también:

“Examinemos nuestra actitud hacia la paz misma. Muchos de nosotros pensamos que es imposible. Demasiados piensan que es irreal. Pero esa es una creencia derrotista peligrosa. Lleva la conclusión de que la guerra es inevitable, que la humanidad está condenada al fracaso, que estamos dominados por las fuerzas que no podemos controlar. No necesitamos aceptar este punto de vista. Nuestros problemas son creados por el hombre, por lo tanto, el hombre puede resolverlos”.

Hoy Kennedy haría referencia no solo a hombres, sino a hombres y mujeres. Obviamente se daba por sentado, pero entiendo que debemos actualizar esta apreciación.

Lo que cuesta aceptar es que han pasado décadas y las circunstancias de riesgo de una hecatombe nuclear se cierne sobre nuestras cabezas, porque no habrá rincón en esta Tierra que nos ampare. Se está “jugando” con drones en las fronteras de la OTAN, siendo Rusia la responsable de este despropósito. Se sigue matando en Ucrania y no hay manera de parar este sinsentido. Hemos logrado la firma del Acuerdo de Paz entre Hamas e Israel, pero persiste aún un delicado equilibrio que puede hacer estallar en cualquier momento el fantasma de la quiebra de los tratados. Los acuerdos de paz están en los papeles, pero la fiebre de la guerra está en la mente de los dirigentes, lleven o no razón respecto a sus luchas y reclamos.

Kennedy recurría a la paz de las instituciones como imprescindible en todo proceso de búsqueda de silenciar las armas, por eso en la parte final de su disertación afirma: “centrémonos en una paz práctica y alcanzable, basada no en una revolución repentina de la naturaleza humana, sino en una evolución gradual de las instituciones humanas, en una serie de acciones concretas y acuerdos efectivos que beneficien a todos los interesados. No existe una clave única y simple para esta paz, ninguna fórmula grandiosa o mágica que pueda ser adoptada por uno o dos poderes. La paz genuina debe ser el producto de muchas naciones, la suma de muchos actos. Debe ser dinámico, no estático, cambiante para enfrentar el desafío de cada nueva generación. Porque la paz es un proceso, una forma de resolver problemas”.

Estas últimas reflexiones de Kennedy sobre que la “paz es un proceso” me parecen brillantes, porque no solo es un fin que persiguen los hombres y mujeres de bien; es un instrumento para la convivencia como proceso de paz, por ejemplo, si se lleva a buen puerto el acuerdo de Hamas e Israel, es la única garantía de acallar las armas.

Y deben meterse en la cabeza los dirigentes mundiales, que cualquier discrepancia entre naciones, independientemente de los árbitros que entren en juego para resolver el conflicto, será el proceso de paz el único camino válido para el entendimiento.

Mi homenaje a todos los pacifistas que aborrecen el uso de las armas y que luchan por el fin de todas las guerras. La paz como estado ideal de las sociedades y como proceso para resolver las diferencias entre naciones, es la única garantía para que nuestra especie no se autodestruya.

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