El Superior Provincial, Francisco Sánchez Oreja, ofreció un discurso centrado en el pasado, presente y futuro de la misión de la Orden en la villa teresiana.
La Orden del Carmelo Descalzo ha recibido hoy la Medalla de Honor de la villa ducal de Alba de Tormes, un reconocimiento que sella siglos de historia compartida y que ha sido acogido con una profunda reflexión sobre el legado, el presente y el futuro de su misión. En un solemne acto celebrado en la Basílica de la Anunciación, el Superior Provincial de los Carmelitas Descalzos en España, Francisco Sánchez Oreja, ha ofrecido un discurso que ha trascendido el mero agradecimiento para convertirse en un compromiso renovado con la fe y la fraternidad en la cuna teresiana.
Acompañado por fElsa Campa, presidenta de la Federación de San José de las Madres Carmelitas Descalzas, Sánchez Oreja ha articulado su intervención en torno a "tres miradas" que conectan el rico pasado de la Orden con los desafíos venideros. Este galardón, ha subrayado, no es un punto final, sino un eslabón más en una cadena de servicio y devoción que ni él ni sus contemporáneos han iniciado. "No hemos creado ni generado la relación de Alba con el Carmelo, de la villa ducal con la orden, no somos los primeros, ni tampoco seremos los últimos, si Dios quiere", ha afirmado, reconociendo la magnitud de la herencia recibida.

La primera de sus reflexiones se ha dirigido al pasado, un ejercicio de memoria y gratitud hacia las incontables vidas que han forjado el vínculo entre Alba de Tormes y el Carmelo. Sánchez Oreja ha evocado a "tantos religiosos frailes que han vivido en esta villa, tantas hermanas, carmelitas descalzas, que han entregado su vida aquí en estos muros de la del monasterio de la Anunciación". En su alocución, ha tenido palabras de reconocimiento para figuras como don Florentino, sacerdotes diocesanos y miembros de otras congregaciones religiosas, tejiendo un tapiz de colaboración y fe compartida a lo largo de la historia.
Consciente del peso de esta herencia, el Provincial ha definido la responsabilidad actual de la Orden con una poderosa metáfora. "Hemos acogido un tesoro del cual somos custodios, y tenemos que saber cuidarlo", ha declarado. Este deber, ha añadido, adquiere una dimensión aún mayor al realizarse en nombre de Santa Teresa de Jesús, cuyo espíritu impregna cada rincón de la villa. Ha insistido en que los momentos de celebración como el actual son el fruto de "una historia, unos nombres propios de personas, hombres y mujeres, consagrados, consagradas, laicos, que han propiciado que lleguemos a este momento".

La segunda mirada se ha posado sobre el presente, un tiempo marcado por hitos recientes como el estudio y tratamiento de las reliquias y la veneración del cuerpo de la Santa. Para Sánchez Oreja, cualquier pequeño error que se haya podido cometer en este proceso ocupa un lugar secundario frente a la misión principal. "Lo prioritario es la experiencia de evangelización, de entrega, de hacer presente a Jesucristo por medio del mensaje y de la vida de la santa", ha subrayado con convicción.
Este presente, ha continuido, es también un momento de profundo agradecimiento. Sin embargo, su gratitud no se ha limitado a las grandes ocasiones, sino que se ha extendido a quienes sostienen la vida de fe y convivencia en el día a día. Con humildad, ha reconocido el trabajo constante del párroco, don Emilio, y de toda la comunidad local. "Algunos aparecemos solo en los momentos puntuales, pero los que estáis todos los días sois los que merecéis llevar este tipo de reconocimientos", ha manifestado, poniendo en valor el esfuerzo anónimo y perseverante que da vida a la villa.
Finalmente, la tercera y última mirada se ha proyectado hacia el futuro, una visión que entraña, según sus propias palabras, un cierto riesgo. "Es muy arriesgado, porque quiere decir que el momento presente es la preparación del camino de los que vienen por detrás", ha reflexionado. Esta responsabilidad implica dejar a las futuras generaciones una herencia no solo material, sino cargada de valores, virtudes y, sobre todo, de una profunda experiencia de fe.
Vivir "en clave teresiana" en Alba de Tormes, ha concluido, va más allá de los símbolos y los honores. Tras anunciar que entregará personalmente la medalla al Padre General de la Orden en Roma, ha hecho un llamamiento a la unidad y al trabajo conjunto. "Seamos capaces de seguir manteniendo ese clima de fraternidad, de trabajo en común, de apostar por nuestros familiares, vecinos, amigos, visitantes, peregrinos", ha instado.