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"Por la mañana busco trabajo y por la tarde pido limosna en las calles de Salamanca"
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Testimonio de la exclusión

"Por la mañana busco trabajo y por la tarde pido limosna en las calles de Salamanca"

Actualizado 10/10/2025 08:31

Ricardo, un joven de 26 años, vive en las calles de Salamanca tras quedar huérfano y agotar los recursos de protección.

Tiene 26 años, una edad en la que la mayoría de los jóvenes construyen su futuro, pero la vida de Ricardo (nombre ficticio para proteger su anonimato) se ha edificado sobre cimientos de ausencia y precariedad. Huérfano desde los 18 años, su viaje lo ha traído desde el norte de España hasta las calles de Salamanca, donde hoy busca una oportunidad mientras encuentra refugio en el Centro de Acogida Espacio Abierto de Cáritas. Su historia es un crudo testimonio de cómo los eslabones de la exclusión social pueden encadenar a una persona desde una edad muy temprana.

La vida de Ricardo se torció pronto. Tras quedarse huérfano, pasó su adolescencia en el centro de acogida Hogar de San José, en Gijón. Al cumplir los 18 años, la puerta de la institución se cerró y se abrió la de un mundo para el que no estaba preparado. Con una pensión de orfandad de 200 euros y una ayuda del Principado, comenzó su vida adulta. "Comía en la cocina económica", recuerda, describiendo sus primeros pasos en una espiral de vulnerabilidad que lo ha acompañado desde entonces. Vivió en habitaciones de pisos compartidos, encadenando trabajos precarios que nunca le permitieron alcanzar una estabilidad real. Finalmente, el último eslabón se rompió: "me quedé en la calle".

De Asturias a Salamanca: un viaje forzado por la necesidad

Cuando los recursos en Asturias se agotaron, Ricardo emprendió un periplo por el norte de España. No era un viaje de placer, sino una huida hacia adelante en busca de un resquicio por el que colarse de nuevo en el sistema. "En Asturias ya me lo conocía, ya me habían dado recursos, me conocía los distintos albergues", explica. Su ruta lo ha llevado por Cantabria, León y Zamora antes de recalar en Salamanca. El objetivo siempre ha sido el mismo: "Buscando, pues, si había oportunidades de empleo o sitios así para poder estar unos días".

En Salamanca, su rutina diaria está marcada por un contraste desolador. Las mañanas están dedicadas a la esperanza, a la burocracia de la reinserción. "Por la mañana te voy a ir más entretenido, porque, bueno, si vas al paro o a buscar trabajo o tal, más tardar", comenta. Pero cuando las oficinas cierran, la realidad se impone. Las tardes las pasa pidiendo limosna en una calle, donde se enfrenta a la mirada de los transeúntes. La respuesta de la gente, dice, es agridulce. "Me da ánimos, ¿no? Para que pueda tomar un café, pero me preguntan por la edad, aunque tenga esté desaliñado con la barba y los pelos, me ven que soy joven y que, bueno, que puedo tirar".

Barreras laborales y una formación inacabada

Ricardo no es una persona sin formación. Posee el título de la ESO, que obtuvo a través de una Formación Profesional Básica en servicios comerciales. Incluso llegó a cursar y aprobar el primer año de un grado medio, pero abandonó en el último tramo, justo antes de las prácticas. "No fui ni a los exámenes ni me presenté para para las prácticas ni nada", admite con pesar. Su experiencia laboral incluye trabajos como aprendiz en un fin de obra y de camarero, pero se enfrenta a barreras que parecen insalvables.

Está inscrito como demandante de empleo, en búsqueda activa, pero las ofertas no llegan. El principal obstáculo es uno muy común en el mercado laboral actual: la falta de vehículo propio y carné de conducir. "No tengo el carné de conducir, no lo tengo", subraya, consciente de que eso le cierra muchas puertas, especialmente en sectores como la construcción, donde a menudo se exige experiencia de oficial y movilidad. Por eso, sus esfuerzos se centran en nichos más accesibles: "tiro por los trabajos, sí, pues, o de camarero, que tengo experiencia... o por repartir publicidad, cosas así".

Un refugio en Salamanca: la experiencia en el centro de Cáritas

En medio de la incertidumbre, el Centro de Acogida Espacio Abierto de Cáritas Salamanca se ha convertido en su ancla. Su experiencia allí ha sido, en sus propias palabras, "agradable, muy buena gente". Ricardo valora las facilidades que ofrece el centro salmantino en comparación con otros que ha conocido en su deambular. "En otros sitios, por ejemplo, en Zamora o depende de qué zona de León, tienes recursos que te dejan, pues ducharte, comer y cenar, pero no te dejan guardar las cosas o igual el fin de semana no te puedes duchar", detalla. En cambio, el centro de Salamanca le proporciona una mayor autonomía y seguridad. "Este sitio en ese sentido es más más amplio, tiene, te deja más cancha".

A pesar de las cicatrices que arrastra y de un presente lleno de obstáculos, Ricardo no ha perdido la capacidad de ver la belleza a su alrededor. Cuando se le pregunta por la ciudad que ahora lo acoge, su respuesta es un destello de optimismo en mitad de la oscuridad. Con una sinceridad que desarma, concluye: "Es una ciudad muy bonita, acogedora y generosa, Salamanca". Una declaración que refleja la resiliencia de quien, a pesar de haberlo perdido casi todo, todavía busca un motivo para seguir adelante.