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La segunda vida del jubilado salmantino que cambió el parque por ayudar en el centro que le rescató
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ENTREVISTA

La segunda vida del jubilado salmantino que cambió el parque por ayudar en el centro que le rescató

Actualizado 28/09/2025 13:37

Víctor Martín Díez, un jubilado que un día fue usuario del Centro de Acogida Espacio Abierto de Cáritas Salamanca, dedica ahora sus días a ser voluntario en el mismo lugar.

Podría pasar las mañanas en un parque, como tantos otros jubilados, pero la rutina de Víctor Martín Díez es radicalmente distinta. Su día a día transcurre entre las paredes del Centro de Acogida Espacio Abierto de Cáritas Salamanca, el mismo lugar que un día le tendió la mano. Hoy, él es quien la tiende a otros, movido por un motor que define con una claridad meridiana: la gratitud. Su historia no es solo la de un voluntario; es el testimonio vivo de que las segundas oportunidades existen y de que el agradecimiento puede convertirse en el más poderoso de los compromisos.

Víctor no es un voluntario al uso. Su perspectiva está forjada en la experiencia directa, en haber estado al otro lado del mostrador. Esta vivencia le otorga una sensibilidad especial, aunque él, con humildad, rechaza cualquier etiqueta. “Yo pienso que todo voluntario es igual. Si eres voluntario, tienes que ser voluntario para todo, no solo específicamente para una cosa”, ha afirmado con convicción. Su labor es polifacética: atiende a los usuarios mientras los trabajadores sociales están ocupados, recoge las firmas para el comedor, ayuda a servir las mesas si faltan manos. No hay tarea pequeña si el fin es ayudar.

El agradecimiento como motor de vida

La pregunta sobre su motivación encuentra una respuesta inmediata y cargada de significado. “A mí me ayudaron mucho, Espacio Abierto me ayudó mucho. Considero que de bien nacido es ser agradecido”, ha explicado Víctor. Para él, su voluntariado diario no es una obligación, sino una forma de devolver lo que recibió. Es su particular “árbol de agradecimiento”, como él mismo lo describe, una labor que considera “bonita y entretenida”.

Este compromiso lo lleva a estar disponible casi a tiempo completo. “Yo vengo todos los días, o sea, a mí no me importa venir todos los días. En vez de pasar el día en el parque, lo paso aquí con amigos”, ha comentado, refiriéndose a los trabajadores del centro. Su implicación es tal que no duda en sacrificar su tiempo libre, como un sábado por la tarde, si se le necesita. “Dependí de ellos mucho, ahora sigo dependiendo de una forma diferente. Ayudar a la gente es beneficio, no es perjuicio. Vengo aquí, les ayudo a ellos, intento ayudar a algún participante, y yo con eso soy feliz, no quiero más”.

La segunda vida del jubilado salmantino que cambió el parque por ayudar en el centro que le rescató | Imagen 1

Una visión forjada en la experiencia

Haber sido usuario le confiere una capacidad única para leer entre líneas, para comprender las complejas realidades de quienes acuden al centro. No se trata de una simple empatía, sino de un conocimiento profundo de las personas y sus circunstancias. “Vas conociendo a la gente, y sabes quién se deja ayudar y quién no se deja ayudar, quién necesita y quién necesita relativamente”, ha detallado. Esta sabiduría práctica le permite navegar por un entorno donde cada persona es un mundo, tratando a cada uno según su necesidad y su disposición.

Su objetivo va más allá de la ayuda material. Intenta transmitir una lección vital: la importancia de no rendirse y de afrontar la vida con una sonrisa. “Lo que intento es ayudar es explicar cómo no amarrarse a la vida. No se termina la vida aquí, ni se termina por estar en la calle”, ha señalado, mostrando una resiliencia que ahora busca contagiar a otros.

La cruda realidad de la reinserción social

Víctor Martín Díez es un caso de éxito, un ejemplo de que la reinserción es posible. Sin embargo, su visión sobre el proceso es pragmática y está despojada de cualquier idealismo. Cuando se le pregunta por la dificultad de este camino, su análisis es tajante y apunta a un factor determinante: las adicciones. “La reinserción social depende de una serie de cosas, como es tener adicción o no tener adicciones. En el momento en que tienes adicciones, es muy diferente”, ha sentenciado.

Según su experiencia, la ausencia de dependencias fue clave en su propio proceso. “Yo, por ejemplo, no tenía adicciones, ni tengo adicciones”, ha aclarado. En cambio, ha observado cómo para otros, la lucha es mucho más ardua. “La reinserción social de la gente con adicciones es muy complicado. Dejo ese hábito, dejo esta adicción cuatro días, pero el quinto día ya tengo el mono, ya me veo obligado a ir a esa adicción. Entonces, no estás mentalizado para dejarlo”.

Para Víctor, el apoyo externo es fundamental, pero la voluntad personal es insustituible. Ha elogiado el papel de Cáritas y Espacio Abierto, reconociendo que “si estás bien asesorado, bien aconsejado, y si las personas que te ayudan te quieren, sales”. No obstante, ha concluido con una reflexión dura pero honesta, fruto de lo que ha visto a lo largo de los años: “Hay mucha gente que prefiere la vida que tiene a una mejor vida. Es una opinión muy personal, quizá muy dura”. Su testimonio, en definitiva, es un faro de esperanza anclado en la más profunda realidad.

Fotos de David Sañudo