Los afines a La Moncloa afirman que las acusaciones contra David Sánchez y Begoña Gómez son para atacar al Presidente del Gobierno por su parentesco con ambos. Es decir, que si no fuesen respectivamente hermano y cónyuge de Pedro Sánchez no habría nada de nada.
Tienen razón, pero justamente por lo contrario que arguyen. Si Pedro Sánchez no fuese presidente de Gobierno, sus parientes no hubiesen podido incurrir en presuntos delitos de prevaricación y tráfico de influencias, uno, y corrupción en los negocios, tráfico de influencias, apropiación indebida, intrusismo y malversación de caudales públicos,`la otra.
Si ambos hubiesen sido parientes de Pedro Pérez, pongamos por caso, la mitad de las acusaciones no existiría. Para empezar, no habría causa de delito en la creación del estrambótico puesto de trabajo para el hermano músico, que ni sabe bien a qué se dedicaba y mucho menos dónde se ubicaba el lugar de su prestación laboral. El que esté en medio del asunto el parentesco con Pedro Sánchez convierte un esperpento en una posible causa de delito. Es decir, que efectivamente Pedro Sánchez está en medio de todo el asunto.
Más claro todavía es el caso de Begoña Gómez, catedrática sin méritos para ello que se aprovechó, inocentemente o no, del puesto de su marido para recabar dinero para su cátedra y para aquellos financiadores del tinglado, como su socio Juan Carlos Barrabés.
Igual le pasó en su día a Iñaki Urdangarín. Como simple exjugador de balonmano nadie hubiese financiado su asociación Nóos. Pero el ser yerno de Juan Carlos I le abrió todas las puertas y allanó el camino para recibir ingentes cantidades de dinero que usó en beneficio propio. No es comparable este caso con el de Begoña Gómez, por supuesto, ni por la cuantía de la aportación, ni por las maneras obscenas de lograrla el yerno del Rey. Pero no conviene olvidar que ciertos parentescos propician situaciones del todo irregulares.
Así que si Sánchez no fuese quien es, los tribunales no estarían pendientes de sendos casos que aún han de traer mucha cola.
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