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“Los problemas de salud mental en los estudiantes han aumentado de forma alarmante”
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María Ángeles Zurdo, jefa de Orientación del IES Mateo Hernández

“Los problemas de salud mental en los estudiantes han aumentado de forma alarmante”

Actualizado 07/10/2025 10:30

Un equipo multidisciplinar de más de 10 personas atiende a un alumnado de 28 nacionalidades con barreras idiomáticas y curriculares, además de una crisis de salud mental que afecta a niños y adolescentes

“Estamos desbordados”. La frase, rotunda y cargada de la tensión diaria, escapa varias veces durante la conversación con María Ángeles Zurdo -Nines-, jefa del Departamento de Orientación del IES Mateo Hernández. No es una queja, sino la constatación de una realidad que se vive en la primera línea de la Educación pública: un tsunami de problemas de salud mental, una avalancha de alumnado inmigrante con barreras idiomáticas y curriculares, y la sombra omnipresente de las redes sociales. Lejos del viejo estereotipo del orientador como una figura pasiva, su departamento se ha convertido en una unidad de intervención rápida, un pilar fundamental que sostiene el bienestar de cientos de adolescentes en uno de los institutos con mayor diversidad de Salamanca.

Un equipo a la altura del desafío

Ubicado en el barrio de Garrido, el IES Mateo Hernández es un microcosmos que refleja la complejidad social de la ciudad. “Es un centro que tiene un alto número de alumnos vulnerables con muchas necesidades”, explica Nines. Esta realidad ha obligado a construir un gran equipo multidisciplinar. “Somos actualmente 10 personas”, detalla, una cifra que sorprende pero que, como insiste, “no es suficiente”.

El equipo es un engranaje preciso diseñado para no dejar a nadie atrás. Lo componen dos profesores de ámbito para el programa de diversificación curricular, que ofrecen “un camino más fácil” a quienes no podrían obtener la ESO por la vía ordinaria; un profesor de pedagogía terapéutica (PT) para alumnos con necesidades educativas especiales como TDAH; y dos profesoras de compensatoria, en la primera línea de batalla con los alumnos inmigrantes. “Ahí tenemos un volumen de alumnado impresionante, estamos desbordados,”, recalca. A ellos se suman una profesora de servicios a la comunidad, dos profesionales más gracias al programa PROA+ financiado por la Unión Europea, y una educadora social, una figura casi única en Castilla y León, asignada para la vigilancia constante de un alumno con problemas de inestabilidad emocional.

El equipo lo completan dos orientadoras, una de ellas la propia María Ángeles. La incorporación de una segunda profesional hace dos años no fue un lujo, sino una necesidad imperiosa. “Hace un par de años, con todo este tema de la salud mental que nos desbordó en los centros, la Junta dotó a los institutos de más de 500 alumnos con otro orientador. Para mí fue una descarga, porque era muchísimo trabajo”, confiesa.

Los tres pilares de la orientación: una labor que va más allá del expediente

El trabajo de las orientadoras, ambas psicólogas, se estructura en tres grandes bloques que demuestran la complejidad de su función:

  • Apoyo al proceso de enseñanza-aprendizaje: Es la base técnica de su labor. Incluye la realización de evaluaciones psicopedagógicas para identificar necesidades, el asesoramiento al equipo directivo en la organización de grupos y la ayuda a los profesores para realizar adaptaciones curriculares.
  • Apoyo al Plan de Acción Tutorial: Considerado una herramienta clave de prevención, aquí se programan talleres sobre convivencia, el uso de redes sociales o bienestar emocional. En este ámbito, destaca la colaboración con la Fundación Salamanca Ciudad de Saberes, coordinando la intervención de profesionales externos que enriquecen la formación del alumnado.
  • Orientación Académica y Profesional: “Es el que más me gusta y al que menos tiempo puedo dedicar”, confiesa Nines. El objetivo es ayudar a los alumnos a conocerse, a identificar sus aptitudes y motivaciones para que su elección de futuro sea personal y meditada, “no porque mi amigo lo va a hacer o porque lo dicen mis padres”.

La ‘pandemia’ de salud mental y sus nuevas caras

La pandemia ha actuado como un acelerador de patologías que antes eran anecdóticas. “Antes teníamos algún caso de anorexia o algún ataque de ansiedad, pero es que ahora el tema de las autolesiones, yo no sé si es un contagio; los cortes, tomarse pastillas, las crisis de ansiedad… es un no parar”.

En las reuniones de coordinación con los responsables de Salud Mental, la pregunta sobre el origen de esta ola es recurrente. La respuesta de los especialistas es inequívoca. Nines relata una conversación con el jefe de la sección de Psiquiatría Infanto-Juvenil: “Le preguntaba, ¿y cuál es la causa? Y él nos decía: No lo dudo, las redes sociales”.

La advertencia de los sanitarios es clara y anticipa un futuro aún más complejo. “El jefe de Psiquiatría Infantil nos lo advirtió el año pasado en mayo: Preparaos para lo que os va a llegar”, afirma. El motivo de su advertencia es una realidad que traslada la crisis de los institutos a los colegios: ya están atendiendo a niños de tercero y cuarto de Primaria con estos mismos problemas, una edad en la que antes era impensable.

Este fenómeno ha transformado también el acoso escolar. La mutación es total, hasta el punto de que el acoso tradicional ha desaparecido de las instalaciones. “Todos los casos de posible acoso que hemos investigado estos últimos años han sido a través de las redes sociales, no porque pase en el centro”, afirma con rotundidad, describiendo una lucha en un terreno virtual sobre el que tienen un control muy limitado.

Intervenciones a medida: de la crisis de 2º de la ESO a la ansiedad preuniversitaria

La experiencia del departamento les permite adaptar sus intervenciones a cada etapa. Identifican segundo de la ESO como "el año clave", un curso que supone un "punto de inflexión" donde suelen estallar más conflictos. Para los mayores, los problemas son otros. Nines organiza un taller de control de ansiedad en los recreos para alumnos de 2º de Bachillerato, mayoritariamente chicas, que sufren la enorme presión de la EBAU y el miedo a quedarse en blanco en los exámenes.

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De la diversidad al orgullo: el Día del Migrante como emblema

Otro de los grandes retos es la integración. El curso pasado, el instituto acogió a alumnos de 28 nacionalidades distintas que hablaban 21 idiomas diferentes. Lejos de verlo como un problema, el centro lo ha convertido en un emblema. La mejor prueba es la celebración del Día Internacional del Migrante (18 de diciembre), una jornada que aspiran a institucionalizar; para ello, el año pasado instalaron un mapamundi gigante en la entrada del centro donde se colocan las banderas de todas las nacionalidades presentes. La iniciativa convierte un dato estadístico en una celebración visible y proactiva de la riqueza cultural del instituto.

Esta diversidad, sin embargo, exige recursos. Las profesoras de compensatoria se dedican a enseñar español y a reforzar materias troncales para cerrar la brecha curricular. El departamento mantiene una coordinación constante con ONGs como Cruz Roja, CEPAIM o Accem, y con los servicios sociales para dar una respuesta integral a familias que a menudo llegan con historias de vida muy duras.

A pesar de la complejidad, Nines se rebela contra la “mala fama” que a veces persigue al centro; lo tiene claro: “A lo mejor trabajan poco, pero el tema de la disciplina y el respeto sí que lo tienen”.

Un reflejo de la sociedad: la evolución de los protocolos de actuación

El trabajo del departamento es también un termómetro de los cambios sociales. Nines recuerda que en 2016 el único protocolo específico que manejaban era el de TDAH. Hoy, su día a día implica activar protocolos por violencia de género o maltrato en el ámbito familiar. Esta evolución demuestra cómo los problemas más graves de la sociedad han traspasado los muros de la escuela, obligando a los orientadores a convertirse en la primera línea de detección y actuación.

El trabajo del departamento es una carrera de fondo, una labor invisible pero crucial que va desde organizar los apoyos educativos hasta activar protocolos por abuso. Es el pulso de un departamento que no solo orienta, sino que escucha, protege y sostiene. Un trabajo que, como ella misma define, es agotador y a veces terrible, pero profundamente necesario y, en el fondo, “muy bonito”.