Toda la tecnología creada y los avances científicos de este siglo y del pasado siglo, no pueden ocultar la dirección que la gran mayoría de la especie humana ha tomado hace décadas: volver hacia el pasado. Ha ocurrido que recientemente este impulso irracional ha adquirido más fuerza en los últimos años: justamente a partir de la pandemia de Covid19. La hipótesis que podría explicar esta marcha hacia atrás, esta activación de la autodestrucción, de la pérdida de confianza en los gobernantes, en la democracia, en la ciencia, en la imposibilidad de la paz, ha debido ser la experiencia global que el ser humano ha sentido frente a la muerte, frente a una epidemia que ha dejado una secuela innumerable de muertes y de problemas mentales, sobre todo en las nuevas generaciones. Es una mera hipótesis, sostenida por la sucesión de los acontecimientos:
Cuando finaliza la pandemia, inmediatamente las conductas masivas internacionalmente han sido el surgimiento de las políticas belicistas, el aumento de los líderes y las ideologías más radicales fijando su atención en tiempos e ideales pasados, en tiempos autoritarios, predemocráticos.
Como si el miedo a la libertad no expresado en palabras sino compulsivamente, fuera la base de este significativo cambio de timón. Países europeos, que no hace todavía un siglo vivieron una de las guerras mundiales más destructivas, parecen tender a una repetición inconsciente del trauma no resuelto de 1945.
El pueblo judío, el que más sufrió durante la II Guerra mundial, parece abocado a repetir la terrible experiencia del dolor masivo de sus antepasados desde la otra cara: siendo ahora los agresores contra un pueblo casi indefenso, los palestinos.
Una parte de la población mundial no mayoritaria, pero sí significativa, está saliendo a la calle estos últimos meses manifestándose contra la política de destrucción de Palestina; estas manifestaciones son un signo de cierta esperanza de que existe también un deseo de paz y de solidaridad con los pueblos no poderosos y sufrientes.
Pero el síntoma que nos muestra más pesimismo, comparando este presente con el pasado, por ejemplo los siglos XV y XVI europeos, es que ante una misma idea, la de rechazar la convivencia con otras culturas y otras manos de obras extranjeras, ahora se expresa la misma idea con más destrucción masiva hacia el Otro. El presidente Netanyahu le recordó a España hace unos días, la orden de expulsión de los judíos que vivían en España en 1492, si no se convertían al Catolicismo. Fueron los Reyes Católicos los que dieron la orden y se cumplió.
La gran diferencia con el conflicto actual de convivencia de los israelíes con los palestinos es que no es una orden del gobierno israelí de expulsión del territorio de Gaza, sino que tiene el objetivo de hacer desaparecer todo lo construido, sin límite a número de víctimas y sin posibilidad de negociación.
Cuando las masas o el individuo tienen miedo al futuro, se defienden con una vuelta imaginaria e inútil al pasado.
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