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Nunca mueren
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LA PROVINCIA DEL ALMA

Nunca mueren

Actualizado 01/10/2025 09:47

Como les ocurre a los roqueros –en una expresión bien conocida–, los viejos cantautores nunca mueren. Su memoria pervive como legado que asume la comunidad en la que han nacido y en la que han desarrollado su labor musical.

No se entendería el final de la dictadura, ni nuestra transición democrática, sin la labor de los viejos cantautores, que supieron aunar creación, conciencia y sentido cívico, orientado hacia una convivencia en libertad y en democracia, a la que contribuyeron no poco.

Decimos todo esto, en la despedida del cantautor extremeño Pablo Guerrero (1946-2025), que se nos acaba de marchar sin haber llegado a cumplir ochenta años, quedándose casi a las puertas de tal edad.

Fue uno más, con una voz y un estilo muy personales, marcados por la sobriedad y la evocación, entre esa pléyade de nuestros cantautores, entre los que no podríamos olvidar nombres como los de Paco Ibáñez, Luis Eduardo Aute, Luis Pastor, Raimon, Lluís Llach, María del Mar Bonet… y otros varios de entre nuestros cantautores y cantautoras, de los que no podemos dar aquí una noticia consumada.

Sí de la función que cumplieron: despertar la sensibilidad y la conciencia poética y social de nuestra ciudadanía. Y ello fue posible porque utilizaron la creación poética de autores contemporáneos, como hacen no pocos de ellos.

Así, Pablo Guerrero musicalizó poemas de Luis Cernuda, de Pablo Neruda, de Blas de Otero, de José Agustín Goytisolo o de nuestro querido José Ángel Valente. Y lo hizo de un modo siempre muy eficaz, porque algunos de los poemas que interpretó terminaron convirtiéndose casi en himnos.

Tal ocurrió con el poema de José Ángel Valente, titulado “Por debajo del agua”, perteneciente al poemario valentiano titulado Breve son (1968), en el que el escritor orensano lleva el canto poético a los territorios de la lírica tradicional, no en vano el modelo galaico de las “cantigas de amigo” del siglo XIII estaba tan vivo en él.

“Por debajo del agua” es un poema (de Valente) y una canción (de Pablo Guerrero) de una gran belleza. Se trata de un poema amoroso, íntimo, evocador (“Para que suba el aire / de tu mirada; / mi corazón se enciende, / luego se apaga.”), al que Pablo Guerrero le regala una melodía, también dentro de los territorios de la intimidad y de la evocación, que ha terminado por convertirse en un verdadero himno y en una de sus canciones más conocidas y celebradas.

Los viejos cantautores nunca mueren. Conservaremos la memoria de todas las melodías de Pablo Guerrero. Cumplieron, y seguirán cumpliendo, una labor poética y de conciencia social, tendente siempre a una sociedad democrática y más justa, en la que el pueblo, nuestro pueblo, tenga siempre cabida en una perspectiva de dignidad.

En el ámbito francófono (Francia, Bélgica…), también florecieron los cantautores. Basta con recordar los nombres de Georges Brassens, Moustaki, Léo Ferré o Jacques Brel…, entre otros muchos. Y cumplieron la misma función: poetizar el existir individual y social de todos, de un modo evocador y melancólico, de un modo también memorable.

No es poco. Frente al dominio apabullante, en todos los géneros, de la música anglosajona, nuestros creadores musicales realizaron una obra valiosa y cumplieron una labor cultural y social de gran importancia, hasta el punto de que han configurado, de que han contribuido a configurar nuestro imaginario colectivo.

Y ahí está Pablo Guerrero. Ahora recordamos, y tarareamos mentalmente en su memoria, “Por debajo del agua”…

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