Licenciado en historia por la universidad de Salamanca, Batalla Cueto es uno de los ensayistas más originales y comprometidos del panorama actual.
Hay libros, y no solo para el otoño, sino para todo el año, que sorprenden por su planteamiento y deslumbran por su paseo erudito capaz de terminar en la cumbre del país amarillo de Homer Simpson. Y muchos de estos libros, ensayos sorprendentes, le pertenecen a la editorial “Capitán Swing”, que siempre ofrece títulos estimulantes para el lector. A un lector curioso, quien gusta de la miscelánea, de la historia de cualquier cosa que le ofrezca un recorrido cronológico pleno de citas y rico en detalles literarios. Y así es el ensayo de Batalla Cueto en su ascensión al montañismo como tema que le sirve para su prosa comprometida.
Tengo que reconocer que pertenezco a ese grupo de lectores. Denme una historia de las matemáticas, del punto de cruz o de la fotografía y seré feliz. Deambulo encantada por los hitos cronológicos y más si está trufada la cosa de anécdotas jugosas y, como en el caso del libro que nos ocupa, magníficamente escrita. La erudición extrema debe mostrarse de una forma cuidadosa para no abrumar al lector, y Batalla Cueto, quien pese a su juventud tiene una larga lista de publicaciones donde recorre diversos temas, siempre en contra del fascismo que asoma ahora algo más que la patita, es un autor indispensable. Todo lo que sabe lo relata con un estilo directo, cuidado, sencillo y contundente.
Gracias a este libro francamente recomendable sabemos que subir una montaña es también un ejercicio político. No en vano una de las sufragistas alzó en una cumbre una proclama por el voto femenino. Orgullo y reivindicación se clavan en esa montaña metafórica, como la de Luther King “I´ve been to the mountain top” o tan real como la que subió Petrarca, pionero del alpinismo que tanto amaba el Papa Juan Pablo II, capaz de afirmar que era necesario subir a las montañas para admirar la obra de Dios. Cierto que lo desiertos son más utilizados en el retiro religioso, pero Mahoma, cuenta Batalla Cueto, nació en una montaña y en una montaña recibió el mensaje de Gabriel.
Este libro es sencillamente una fuente inagotable de datos, desde Tintín en el Tíbet a los fascistas italianos y alemanes que subieron montañas y hasta crearon un nuevo subgénero cinematográfico, el de las “Bergfilme” donde se fraguó la leyenda de Leni Reifenstahl y su luz azul. Montañas que nos fascinan y que suben los revolucionarios como el Che, preparando en México la Revolución cubana recorriendo el Popocatlepetl. Montañas que tardan en subir tanto hombres de color como mujeres y que tienen como mulas de carga inhumanas a los sherpas tratados como criados que no solo se parten la espalda con la impedimenta, sino que también les preparan el campamento a esos blancos ricos que siempre se han dedicado a subir montañas. Montañas que, en los Andes, tienen a unas figuras pequeñas, de amplias faldas, las cholitas bolivianas que cargan el peso de los otros y, paradójicamente, tenían prohibido subir hasta la cumbre.
Erudición, buen hacer, prosa rauda y atractiva, modernidad y recorrido cronológico pleno de aciertos. Este libro es una ascensión cómoda y sobre todo, estimulante. Hace pensar, despierta la conciencia del lector sin darle lecciones, algo que, dado el momento en que vivimos, es un auténtico regalo. Suban y lean.

Charo Alonso.