Pedir perdón no salva vidas

Hace unos días supimos que las pulseras electrónicas que el Gobierno proporciona a las mujeres amenazadas de muerte por sus parejas para protegerlas no funcionaban ni bien ni mal. Las protestas, unas con toda la razón del mundo y otras con las más rastreras intenciones, han sido tantas que el ministerio responsable ha tenido que pedir perdón a las posibles víctimas que no habían sido informadas, por lo que se supone que nadie estaba al corriente del grave problema. Pedirles perdón, está bien, pero el pedir perdón no salva vidas.

Lo importante es que alguien se ocupe de hacer un seguimiento del sistema además de que, tanto el Gobierno central como los Gobiernos Autonómicos, se ocupen, de una vez por todas, de que las conexiones de internet lleguen a todas partes, de que las páginas oficiales dejen de ser tan inaccesibles como son, de que las actualizaciones se hagan al día y sin causar las complicaciones que causan con el pretexto de la seguridad, pues es evidente que la seguridad en la que se escudan para justificar tantos trastornos, también brilla por su ausencia. De lo contrario, hoy por hoy y gobierne quien gobierne, las mujeres que tienen que llevar una de estas pulseras, más que fiarse del “maravilloso” artilugio que les ofrecen, deben aprender a protegerse ellas mismas para no correr riesgos.