El esperado encierro a caballo de Espeja no complace al público aficionado

La mañana prometía emociones intensas en Espeja. Cerca del millar de personas, llegadas de la propia villa y de los pueblos vecinos, aguardaban en el recorrido, deseosos de contemplar la estampa clásica del encierro a caballo: la bravura de los novillos y la destreza de los caballistas fundiéndose en un mismo pulso con la tradición.

Sin embargo, la realidad se mostró menos generosa de lo previsto. Los jinetes, acompañados de los bueyes, solo lograron conducir hasta las calles un novillo de la ganadería de Adelaida Rodríguez. El segundo, testarudo y receloso, se resistió a abandonar la pradera de Valdedueñas. Ni el primer intento ni la maniobra posterior, con los mansos de vuelta al campo, bastaron para doblegar la voluntad del animal, que permaneció en el prado como dueño de su libertad momentánea. Logrando varias horas después los caballistas ya sin público en el recorrido encerrar al animal.

El público, entregado desde primera hora, tuvo que conformarse con la media imagen: un novillo y los mansos avanzando con elegancia, componiendo un cuadro bello, sí, pero insuficiente para colmar las expectativas de quienes soñaban con la fuerza completa del encierro. Quedó, pues, la sensación de que la fiesta se había quedado a medias, como un relato inconcluso.

La tarde, sin embargo, devolvió el pulso taurino a la localidad. En la plaza se celebró la lidia de los dos novillos en una clase práctica a cargo de los alumnos de la Escuela de Tauromaquia de Salamanca, Samuel Berdejo y José Tomás Ortiz. La faena, de jóvenes manos pero de espíritu firme, fue preludio de la capea tradicional, donde la participación del público alivió la decepción matinal y devolvió la risa y el arrojo a la arena.

Ya entrada la noche, la verbena en el Centro Cultural tejió de música y baile el encuentro vecinal, prolongando la celebración con la calidez propia de las fiestas patronales. Y aún queda camino por recorrer: hasta el martes se mantendrá vivo el calendario festivo, cuyo punto álgido será el día solemne en honor a San Lino, con panegírico y procesión, cita ineludible para la memoria colectiva del pueblo.