Viernes, 05 de diciembre de 2025
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Bajo la lluvia
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EL DETALLE DE ANA PEDRERO

Bajo la lluvia

Actualizado 19/09/2025 22:01

Una plaza de toros sigue siendo el lugar más democrático del mundo. Ahora, que ya sólo se insultan a boca llena en el Parlamento, para vergüenza de todos; o cuando Pedro Sánchez asoma el morro a la calle, que es lo que vienen a llamar “jarabe democrático” sus socios cuando el chorreo cae del lado contrario.

Y eso, jarabe democrático, pero de la democracia de verdad, sin prostituir, la de los tendidos -que hoy por hoy no conozco otra- se ha llevado hoy Morante, que regresaba a los ruedos y a Salamanca después de sublimar el toreo en la tarde ya histórica del 14 de junio.

Que no voy a reproducir lo que le han soltado, aunque Morante es también contradicción pura en su esencia, capaz de subir a los cielos después de descender a los infiernos, sus infiernos. De justicia es decir que en su primero dejó varios naturales robados uno a uno y algunos pasajes exquisitos que no tomaron vuelo. Su segundo, que muy sobrado de fuerzas no andaba, se llevó lo suyo y un poco más en el caballo. Y como no había lucimiento y el viento se puso muy molesto, abrevió, que es algo que encabrona bastante a quienes acuden a ver al de la Puebla en estado de gracia y se llevan un jarro de agua fría. Pero es que esto también es Morante.

Pero para agua fría la que comenzó a caer sobre La Glorieta, que me avivaba continuamente esa sensación de gilipollez que te invade cuando, teniendo el impermeable en la mano, optas por dejarlo en el coche “por no ser agorera”. Más agua ya no podía empapar mi vestido de verano que en breve se irá al armario a dormir el sueño del otoño y el invierno.

Día grande en el papel y ambiente de día grande en La Glorieta, que daba gusto verla, escucharla, llena, en la gran ovación de recibo a Morante y a la terna. Ismael y Marco, el fruto maduro, apetecible, esperanzador de la Escuela de Salamanca. Tan distintos, tan toreros.

Ismael puso patas arriba la plaza con su recibo capotero, primero una larga rodilla en tierra, después con variedad y gusto para terminar desarmado en el centro y llevarlo después por chicuelinas al paso al caballo. Puso como un polvorín a los tendidos, en pie, en banderillas, no quiso ni supo guardarse nada. Y brindó a Morante y toreó firme, seguro, resuelto, con la autoridad de quien torea en casa, de quien entra por la puerta de la sustitución, ganada a pulso, y sale por la puerta grande como uno de los triunfadores indiscutibles de la feria. Cuando el toro, muy noble, comenzó a apagarse, tiró de toreo de rodillas y cercanías, sin desaprovechar nada. Entrega total se llama. Con el manso y rajado quinto lo intentó persiguiéndolo por la plaza, pero tenía más ganas de irse que los espectadores -que no aficionados- que corrían por los tendidos como pollos sin cabeza para no mojarse. Una falta de respeto a quienes se la juegan abajo y a quienes pagan arriba. De la hora de llegar de algunos a la plaza, mejor ni hablamos. Y veinte, eran y veinte.

Se encendieron las luces y comenzaba a pintear en el terceeo. En su primer paseíllo como matador en La Glorieta, Marco Pérez volvió a ser aquel niño prodigioso que deslumbró al mundo del toro cuando apenas levantaba un palmo del suelo. El primero le pegó un volteretón y se le fue directo al cuello, pero Marco Pérez ni se miró; echó mano de raza, de ese saber y querer ser. Se sabe. Es. Y con el que cerraba plaza, el mejor del encierro, ha dado un recital de cante grande y temple mostrando a la media plaza que aún aguantaba estoicamente su dimensión de figura y firmando los mejores y más rotundos pasajes de la tarde. Cantando, toreando bajo la lluvia.

Para entonces ya la lluvia era lo de menos. Seguro que a Ismael y a Marco les ha encantado que se le mojasen los dedos mientras salían a hombros de La Glorieta.