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Aprender de los que saben
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COLES DE BRUSELAS,115

Aprender de los que saben

Actualizado 12/09/2025 11:48

Fácil, ¿no? Cuando no sabemos algo o queremos aprender nada mejor que juntarse con los que saben; una cosa tan evidente que resulta que es la que no hacemos nunca. Ahora que los chiquillos han cogido el camino del colegio, con la legaña pegada, la cartera que rueda y el bollo repleto de colesterol en ella, y ahora que en pocos días volverán las calles a llenarse de universitarios que traen dinero y alegría a esta ciudad que de otra manera sería un geriátrico, no estaría mal recordárselo a ellos y de paso recordárnoslo: para aprender hay que juntarse con los que saben.

Y los que saben, frecuentemente son gente mayor, o por lo menos mayores que los que aprenden; y si son menores, y de ellos tenemos algo que aprender es a manejar esos teléfonos tan inteligentes que tenemos y a sacarle partido a toda esta tecnología con la que ellos han nacido y nosotros no, y no nos queda otra que convivir con ella hasta que nos devore como Saturno devoró a sus hijos, porque ponerse a crear una inteligencia superior y más inteligente que nosotros es una operación descabellada, no me digan que no.

En estos días raros de septiembre, cuando un día hace calor y al siguiente frío, cogen el camino del colegio unos cuantos millones de niños y adolescentes. Van, teóricamente, a aprender de los que saben, a reencontrarse con sus amigos y a practicar eso tan difícil que es vivir en sociedad; que se complica cada vez más porque nuestras sociedades opulentas han decidido que lo que importa es el individuo y su libertad mal entendida: la de tomar cañas y hacer ruido cuando me de la gana, para que nos aclaremos; y lo que uno pueda conseguir por sí mismo a costa del prójimo que no puede. Hay que reconocerles a esos seres de otro planeta que son los maestros y profesores, una paciencia sin límite y unas dotes sobrehumanas que hay que desplegar para humanizar a esa caterva de seres locos bajitos intentando que cuando sean mayores no sean locos y peligrosos.

Ya sé que cada año por esta época me repito más que un ajoblanco pero en esto no estoy dispuesta a dar mi brazo a torcer: si para convertirnos en adultos, vivir sin matarnos unos a otros y ser razonablemente felices tenemos tanto que aprender y hay que aprender de los que saben, no nos queda más remedio que rendir homenaje a los que saben y no se guardan la sabiduría para ellos, sino que la comparten como miguitas de pan bien cortadas y abandonadas en ese camino que todos los pulgarcitos del mundo tenemos que emprender para salvarnos de la barbarie. Y es en este mes de la pereza que es septiembre cuando me acuerdo de la monja que me enseñó a leer, que se llamaba Dionisia; de mi profesora Teresa que me inculcó el vicio por la lectura y a día de hoy se lee mis propios libros; de Ana, la única maestra de verdad que tuve en mis años universitarios y que, como a todos los buenos, la vida se le quedó corta; de mi amiga Concha, a quien sus alumnos lloraron tanto como la lloramos sus amigas; de Luis, que intenta que los alumnos no participen del negocio de la ignorancia mientras él escribe brillantes novelas entre clase y corrección; de Charo, que escribe como los ángeles en este periódico y además se ocupa de sus intensos con la misma dedicación, cariño y letras con la que nos trae tanta cultura de la buena a estas páginas; y por supuesto de mi santo esposo, que se levanta con el alba y cruza una ciudad todavía a oscuras para dar luz a unos chiquillos que con él aprenden la que ya es para ellos una tercera o cuarta lengua y, de paso, aprenden otras muchas cosas útiles para la vida.

¿Denominador común de todos ellos? Que también aprendieron de los que sabían y, no contentos con ello, se han pasado la vida compartiéndolo con los demás, con la esperanza de hacer un mundo si no mejor, algo menos malo. Larga vida a nuestros maestros, yo les pagaría el mismo sueldo que a cualquier presidente de multinacional o promotor inmobiliario, que son mucho más inútiles en su gran mayoría y no hacen tanto bien.

Concha Torres

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