La muerte es una señora que casi nunca es bienvenida, aunque sepamos que su visita será inevitable ya que en algún momento de nuestra existencia nos agarrará de la mano y nos llevará a un viaje sin retorno. Los que somos creyentes de lo que sea, tenemos fe (con nuestros claros y oscuros) un encuentro posterior y definitivo con la gente que se nos va marchando, haciéndonos confiar en que, de alguna forma que no acabamos de entender, volveremos a abrazar a esos seres queridos que durmieron el sueño eterno tan solo una porción de tiempo antes que nosotros.
¡Cuánta gente se muere mientras seguimos aquí! Esta expresión parece una verdad de Perogrullo, porque todos y todas vamos a pasar por ese trance, pero ciertamente, a los que vamos quedando aquí todavía nos duele mucho el fallecimiento de las personas a las que amamos. Es como si nos arrancaran un trozo de vida de cuajo, sin previo aviso muchas veces y otras, aunque ya nos hayamos ido haciendo a la idea, no evita nuestro dolor ante una separación tan radical y muy poco entendible. Nuestro cerebro no sabe procesar algo así, por lo menos en los primeros momentos del acontecimiento y además, nos queremos aferrar a nuestra gente, porque cuando se van, algo de nosotros también se marcha. Nos resistimos a una ruptura que tiene que llegar tarde o temprano.
Mis padres ya fallecieron: mi madre lo hizo hace casi trece años y mi padre camino de los ocho años. Pero me parece mentira que el tiempo haya pasado tan rápido, porque guardo en mi memoria unos recuerdos tan vivos de ellos, que a veces me parece que no ha ocurrido y que es un sueño extraño del cual despertaré en cualquier momento. Y sí, les echo de menos y no hay día en el que no me acuerde de cada uno. Es verdad que la vida que no te deja parar, el tiempo transcurrido, la fe y la gente de mi alrededor, me han ido ayudando a vivir esta experiencia de forma más serena y más profunda. Es un dolor más pacificado, en el que hay días en que se transforma en un recuerdo alegre y divertido cuando me acuerdo de tantos momentos de risa y de buenos tiempos con ellos y otras veces, se convierte en un dolor que sigue acuchillando el corazón en el que las lágrimas brotan cargadas de añoranza y morriña. Guardo fotos, videos, cartas, objetos… que de alguna forma me ayudan a tenerlos presentes y vivísimos en mi rutina y cada uno de ellos, me evoca historias, anécdotas y vivencias que me producen un sinfín de sentimientos llenos de emoción y la vez de resignación.
He querido mucho a mi madre y a mi padre y ellos también lo han hecho conmigo, como a mis hermanas y a tantas otras personas. He vivido una infancia feliz con ellos, de los que he aprendido tantas cosas. También me he enfadado y me he frustrado, he cuestionado en la adolescencia y juventud su autoridad, me he creído en algún momento que yo solo podía ya asumir el destino de mi vida sin ninguna ayuda. He recibido broncas y castigos, que ahora entiendo, pero siempre en mi casa había brasas preparadas y un plato de comida caliente para regresar en invierno cuando el frío arreciaba y la oscuridad podía cubrir de noche la poca luz que quedada, recibiendo tantas veces ese abrazo sanador. Ahora, con la perspectiva del paso de la vida, creo que soy más capaz de valorar todo lo que mis padres me dieron y cómo me lo dieron, supongo que eso se llama adultez o madurez, no lo sé.
Pero no quiero caer en la tentación de afirmar que todo tiempo pasado fue mejor, ni mucho menos, porque siempre digo porque lo creo que lo mejor está por llegar. No sea que por mirar demasiado atrás no pueda contemplar el presente tan apasionante ni atisbar lo que puede llegar a ser. Desde luego y a no ser que mi historia me depare alguna enfermedad en la que mi memoria se limite, no me puedo olvidar de ellos porque un sentimiento perenne de agradecimiento me recorre cada rincón del alma. He ido aprendiendo a mirar hacia adelante, aunque alguna vez, en días grises y llenos de tormentas, esté tentado a creer que antes era todo bueno. No, no es verdad eso aunque sea un consuelo fácil y un maquillaje resultón a las dificultades del presente.
También, y porque uno va cumpliendo primaveras, tengo muy presente el recuerdo de mis abuelos y unos cuantos amigos y amigas que se han encontrado ya con la muerte y desde mi creencia, con otra vida. Qué curiosa paradoja que haya que morir para vivir, algo que ya afirmó aquel carpintero de Nazaret desde una tierra que hoy sigue generando cenizas y fuego. Pero aunque alguien pensara que con la muerte se termina todo, la persona vive en nuestra memoria y en nuestro recuerdo, si así lo queremos. Muere el jardinero, pero no la semilla que un día sembró en tierra fértil y cuidó con esmero.
Ni puedo ni quiero olvidarme de mi padre y de mi madre, ni de tantas otras personas. Los hilos de mi existencia se han ido tejiendo de mil colores con tantas personas que se cruzaron en mi camino, de una u otra manera. Algunas me dieron tanto y otras me hicieron daño, pero de alguna forma, todas ellas han conformado el tapiz que soy ahora. No, la distancia no es el olvido si uno no lo quiere así. La distancia es solo eso, distancia, ni más ni menos. Que esa distancia en las coordenadas del espacio y el tiempo, me sigan dando motivos para querer más a las personas que tengo ahora por delante, en la realidad de mi ahora y aquí, las que están y también sea capaz de abrir mi entendimiento y mi corazón a las que estarán y vendrán. Hasta que esa señora muerte agarre mi mano algún día y me acompañe en ese viaje con destino incierto, pero con la confianza de que será un paso para el encuentro definitivo con los que se fueron antes que yo y con el Amor con mayúsculas, esta vez sin distancias y sin olvidos.
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.