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“Los tratas como si fueran tus hijos”, afirma Alicia Crespo, maestra de Infantil en el CEIP San Mateo
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más de tres décadas en la profesión

“Los tratas como si fueran tus hijos”, afirma Alicia Crespo, maestra de Infantil en el CEIP San Mateo

Actualizado 18/08/2025 19:58

Antes de iniciar su último curso como docente, reflexiona sobre su inquebrantable vocación, el cariño hacia sus alumnos, los sacrificios por la conciliación y una visión crítica del sistema educativo actual, marcado por la burocracia.

Hay umbrales en la vida que se cruzan con una mezcla de vértigo e ilusión. Alicia Crespo de Castro, maestra de Educación Infantil en el CEIP San Mateo de Salamanca, se encuentra ante uno de ellos. Con 59 años y 35 cotizados, el próximo curso será el último de una carrera que ha abarcado 36 años de dedicación a la enseñanza. Una trayectoria que comenzó con la incertidumbre de la interinidad y culminará con la satisfacción del deber cumplido, dejando una estela de cariño imborrable en cientos de niños y familias. Su historia no es solo la de una profesional, sino el reflejo de la evolución del sistema educativo, de los sacrificios por la conciliación y, sobre todo, de una vocación inquebrantable.

“Yo siempre he tenido vocación. Antes de estudiar Magisterio ya la tenía. Era lo único que quería hacer”, explicaba a SALAMANCA AL DÍA. Esa pasión la ha llevado a navegar por un mar de destinos y desafíos. Empezó a trabajar como interina a los 23 años y, tras varios intentos, aprobó las oposiciones en 2001. El destino la envió a Segovia para las prácticas, una etapa que recuerda con especial intensidad: “Ese año había tenido a un bebé en septiembre, o sea, que me tuve que ir a Segovia con un bebé de 3 meses”.

La docencia y la maleta preparada

Aquel primer año, la suerte le sonrió. Una nueva normativa le permitió concursar y obtener plaza en Puerto de Béjar, regresando así a la provincia de Salamanca. Su periplo profesional es un mapa de la geografía educativa de la región: dos años en la comarca de Béjar, un traslado a la provincia de Zamora y, finalmente, el “concursillo” le permitió acercarse a casa, obteniendo plaza en el CRA Campo de La Armuña, en Pedrosillo el Ralo, donde permaneció ocho años. Finalmente, un nuevo traslado voluntario la trajo definitivamente a Salamanca capital, al CEIP San Mateo.

La ilusión intacta: “Voy feliz a mi trabajo”

A pesar de las décadas y los cambios, Alicia ha mantenido la llama de su vocación encendida. Reconoce que el trabajo es agotador, especialmente al pasar de las ratios reducidas del entorno rural a clases de 25 alumnos en la ciudad, muchos con necesidades específicas. Sin embargo, el balance siempre ha sido positivo. “Para mí ir al cole andando es un lujo, voy feliz a mi trabajo. Voy súper contenta”, ha afirmado con convicción.

Esa felicidad se nutre del vínculo especial que se crea en las aulas de Infantil. “Los tratas como si fueran tus hijos realmente. Les coges mucho cariño”, ha explicado. La mayor recompensa es ver el afecto devuelto por sus exalumnos, ahora en cursos superiores. “Los niños que yo tuve primero aquí en San Mateo van a pasar a quinto. Y es que me siguen saludando con un cariño... igual que el que yo siento por ellos. Eso te hace mucha ilusión, la verdad. Te motiva y dices ‘bueno, pues no lo haré tan mal’”.

“Los tratas como si fueran tus hijos”, afirma Alicia Crespo, maestra de Infantil en el CEIP San Mateo | Imagen 1

Una mirada crítica al sistema: más burocracia y menos ayuda

Con la perspectiva que le otorgan casi cuatro décadas de experiencia, Alicia Crespo también ha ofrecido un análisis lúcido sobre el estado del sistema educativo. Su veredicto es agridulce. Si bien la esencia del trabajo con los niños sigue siendo gratificante, considera que la carga burocrática se ha vuelto asfixiante. “A nivel documentación, papeleo, exigencias de ese tipo, yo creo que hemos ido a peor, no nos ayudan. Cada vez hay más trabas”, ha lamentado.

Critica que el papeleo consume un tiempo precioso que debería dedicarse a los alumnos. “Tu propia experiencia te va diciendo lo que tienes que hacer en cada momento. No necesitas irlo todo escribiendo como te exigen”. A esto se suman nuevas responsabilidades, como la gestión de aulas virtuales desde la pandemia, que suponen “un trabajo extra”. También ha señalado la presión por la formación continua en nuevas tecnologías, un reto para docentes de cierta edad. “A nivel de exigencia, ya para gente que tiene una cierta edad, como que nos vamos quedando un poquito para atrás”.

Conciliación, familia y una experiencia para no repetir

La vida de una maestra itinerante con tres hijos no ha sido sencilla. La conciliación ha sido un constante ejercicio de malabarismo, posible en gran medida gracias al apoyo de sus padres. “Para mí lo complicado era cuando se ponían malos”, ha recordado. La distancia y las jornadas partidas la obligaron a tomar decisiones como pedir una excedencia y reducciones de jornada. “Para mí era más importante esto que el dinero que pudiera ganar”.

Una de las experiencias más complejas la vivió en Segovia, cuando su hijo mayor, de seis años, fue alumno en su mismo colegio. “La experiencia fue mala, muy mala”, ha sentenciado. La presión de una profesora muy exigente con su hijo y los comentarios constantes en los pasillos la hicieron pasar un curso “fatal”. Su recomendación es clara: “No vuelvo a llevar a mi hijo a un cole en el que yo esté. No lo recomiendo”.

“Los tratas como si fueran tus hijos”, afirma Alicia Crespo, maestra de Infantil en el CEIP San Mateo | Imagen 2

El umbral de la jubilación: entre la ilusión y el vértigo

Alicia planea terminar el curso completo, despidiéndose en junio para no dejar a sus alumnos a falta de un mes. La jubilación se presenta como un horizonte de “sentimientos encontrados”. Por un lado, el vértigo de cerrar una etapa tan larga y la sensación de hacerse mayor. Por otro, la ilusión de disponer de tiempo para otras actividades. “Quiero dedicarme a otras cosas. Estar más tranquila, leer o ir al gimnasio”.

Para quienes hoy se forman en las facultades de Educación, su consejo es una síntesis de toda su carrera: “Que no pierdan la ilusión nunca”. Y una máxima pedagógica fundamental: “Para mí es primordial que los niños vengan contentos al cole. Un niño contento aprende solo”. Crear ese ambiente agradable, donde cada niño se sienta feliz y seguro, ha sido el pilar de su labor. Una labor que, tras 36 años, deja una huella de afecto y aprendizaje que el tiempo no podrá borrar.