Esta familia detalla los enormes desafíos económicos y logísticos que supone la vuelta al cole con tres hijos de siete años. Su clave para el éxito reside en una organización milimétrica
La vuelta al cole es, para la mayoría de las familias, una mezcla de ilusión, nervios y una considerable planificación logística y económica. Pero, ¿qué ocurre cuando este desafío anual no se vive por partida simple, sino triple? Para Isaac Burgos y su mujer, María, el mes de septiembre se ha convertido en una operación de alta precisión, una aventura donde cada gasto, cada prenda y cada libro se multiplica por tres. Sus tres hijos de siete años, se preparan para regresar a las aulas, y con ellos, toda una maquinaria familiar se pone en marcha para que nada falle.
“Es como casi todo con trillizos: intenso, laborioso y una aventura”, ha confesado Isaac. Esta frase resume a la perfección la realidad de una familia que ha aprendido a convertir el caos potencial en un sistema perfectamente engranado. Lejos de ser una simple rutina, la preparación del nuevo curso es un ejercicio de estrategia que abarca desde las finanzas hasta la organización del día a día, demostrando que la paciencia y el método son los mejores aliados.
Uno de los mayores obstáculos es, sin duda, el económico. Si para una familia con un solo hijo la cuesta de septiembre ya es empinada, para ellos es escalar el triple. “El tema del gasto, la verdad es que es bastante bastante dinero, pero bueno, ya vas haciéndote la idea antes de que empiece”, ha explicado Isaac. A medida que los niños crecen, los costes de libros y material escolar aumentan, aunque afortunadamente existen ayudas que alivian parte de la carga.
La familia se acoge al programa Releo de la Junta de Castilla y León, una iniciativa que facilita el acceso a los libros de texto. Además, el Ayuntamiento de Carrascal de Barregas les proporciona una pequeña ayuda para material escolar. Sin embargo, el verdadero desembolso llega con la ropa y el calzado. El cambio de estación coincide con el estirón del verano, dejando inservible casi todo el armario del año anterior.
Aquí es donde la matemática se vuelve implacable. “Si necesitas 5 chándales para uno, lo multiplicas por 3, son 15 chándales. Si son unas zapatillas y unos zapatos, pues son seis. Si son zapatillas, zapatos y botas para el invierno, pues ya son nueve”, ha detallado Isaac, ilustrando una realidad que escapa a la mayoría. La imposibilidad de heredar ropa entre ellos, un recurso de ahorro fundamental en muchas casas, agrava la situación. “No pueden heredar nada y ninguno puede heredar nada. Aquí es como todo, tres de golpe”.
Para hacer frente a esta monumental tarea, la organización es la piedra angular sobre la que se sustenta la familia. La improvisación no tiene cabida. Isaac describe su hogar casi como “una pequeña empresa” donde todo debe estar perfectamente pautado para que la rutina sea llevadera y no un caos constante. La artífice de este sistema es María, la madre, a quien Isaac describe como “muy organizada”.
La estrategia principal, implementada desde el nacimiento de los niños, es un ingenioso sistema de identificación. “Nosotros desde que nacieron tienen asignado un número y un color”, ha revelado. Este código se aplica a todo: mochilas, estuches, ropa, zapatillas. Cada niño tiene su color predominante, lo que permite diferenciar sus pertenencias de un solo vistazo y agilizar procesos como preparar las mochilas o vestirse por la mañana. “Todos los cajones tienen sus pegatinas, ellos saben dónde está todo”, ha añadido.
Esta estructura se extiende a todos los ámbitos de su vida. En el coche, cada uno ocupa siempre el mismo asiento. En la mesa, cada uno tiene su sitio asignado. Son pequeñas reglas que, sumadas, crean un entorno predecible y ordenado que facilita la convivencia. Los propios niños, acostumbrados desde pequeños, colaboran activamente en las tareas diarias, desde ducharse hasta vestirse, formando parte de este equipo bien coordinado.
Más allá de la logística y los gastos, están las emociones de los protagonistas: los tres hermanos. ¿Cómo viven ellos la vuelta al cole? Según su padre, con una dualidad de sentimientos muy comprensible. Por un lado, la emoción de reencontrarse con sus compañeros y compartir las “aventuritas del verano” es un gran aliciente. El curso escolar también significa el regreso a sus actividades extraescolares, como el fútbol y kenpo, un arte marcial, algo que esperan con ganas.
Por otro lado, la nostalgia por el fin del verano es inevitable. Atrás quedan casi tres meses de piscina, de no tener que madrugar y de jugar por las noches con los amigos del barrio. “Les da un poquito de cosa pensar que de aquí a poco, pues se les acaba esta libertad”, ha comentado Isaac. Es esa “mezcla de emociones entre ganas por volver a la rutina y un poco de pena de que se acabe el verano” lo que define sus últimos días de vacaciones.
Al final, la historia de esta familia es un testimonio de amor, paciencia y una organización excepcional. Afrontan cada desafío, desde la compra de quince chándales hasta la gestión de las emociones infantiles, con un pragmatismo y un cariño que convierten lo extraordinario en su rutina diaria.