Propietario de una de las pistas de coches de choque más icónicas, recorre las ferias de la provincia y la comunidad junto a su mujer y sus dos hijas en un oficio donde su trabajo es la diversión de los demás.
El sonido de los 'coches chocones', las risas que se mezclan con la música a todo volumen y el olor a fiesta que impregna el aire. Para la mayoría, las ferias son sinónimo de ocio y desconexión. Pero para Héctor Morín Bravo, las ferias son su oficina, su hogar y su vida. Desde hace ocho años, este feriante salmantino es el propietario de una emblemática pista de coches de choque, una atracción con la que recorre la geografía de toda la provincia salmantina y algunos puntos de la comunidad de Castilla y León.
Su profesión encierra una paradoja: trabaja cuando el resto disfruta. Sin embargo, lejos de verlo como un sacrificio, lo ha abrazado como un estilo de vida apasionante. "Para nosotros es una alegría porque al final vas de fiesta en fiesta", explica. Su trabajo es ser el motor de la diversión ajena, una labor que combina la vida nómada con una estricta rutina de mantenimiento y un profundo arraigo familiar.
La temporada de Héctor comienza en los carnavales de Ciudad Rodrigo. A partir de ahí, su atracción se convierte en un elemento indispensable en las fiestas de gran parte de la provincia y sus alrededores. Su itinerario es un mapa de la alegría estival. "Recorremos la mayor parte de Salamanca", detalla Morín. Su ruta incluye paradas en Guijuelo, Carbajosa de la Sagrada, Santa Marta de Tormes o Alba de Tormes entre otras localidades.
Su radio de acción también le lleva más allá de las fronteras charras, con paradas en Segovia durante el mes de junio y en Fontiveros (Ávila), los puntos más lejanos de su recorrido. La temporada, que vive su apogeo en verano, culminará en octubre, tras pasar por supuesto por las ferias de Salamanca, San Miguel de Valero y, de nuevo, Alba de Tormes, donde echa el cierre.
Lejos de la imagen solitaria que algunos podrían imaginar, la vida en la feria es, para Héctor, una experiencia eminentemente familiar. Cuando el calendario escolar lo permite viaja con su mujer y sus dos hijas: "El mundo de la feria es muy bonito porque es muy familiar, estás 24 horas con la familia", confiesa.
Durante el curso escolar, su mujer y sus hijas permanecen en Salamanca, pero la llegada del fin de semana transforma la dinámica. "En cuanto empieza el fin de semana, pues las tres volando para a la caravana de la feria. Están deseando que llegue ese momento", explica con una sonrisa. Para sus niñas, crecer en este entorno es una aventura continua. "Si para cualquier niño es bonito bajar a las ferias, imagínate para los niños que están en la feria las 24 horas del día. Se levantan y ya están en las atracciones, y se acuestan después de venir de las atracciones", relata.
Detrás de cada viaje en los coches de choque hay horas de trabajo invisible, un esfuerzo diario centrado en un pilar fundamental: la seguridad. La jornada de Héctor y su equipo no empieza cuando se encienden las luces, sino mucho antes, con las primeras horas del día.
"Las mañanas las dedicamos enteras al mantenimiento de la atracción, sobre todo enfocado a la limpieza para que esté todo bien limpito y, por supuesto, a la seguridad, mucha seguridad", subraya. Este compromiso es la base de la confianza que depositan miles de personas en su atracción. "Ponemos mucho empeño en que todo esté como tiene que estar para garantizar la seguridad de todos nuestros clientes", afirma.

Este control diario se complementa con rigurosas inspecciones externas. Según explica Morín, cada atracción pasa una revisión anual "firmada, sellada y garantizada por ingenieros". Además, en cada montaje, en cada pueblo o ciudad, un ingeniero externo verifica la instalación y emite un certificado de montaje que asegura que todo está en perfecto orden. "Dedicamos todos los esfuerzos que sean necesarios para que la tranquilidad y seguridad tanto nuestra como de nuestros clientes esté garantizada", sentencia con rotundidad.
El invierno es, teóricamente, su periodo de descanso. Sin embargo, se dedica a preparar la siguiente temporada, a realizar reparaciones y a organizar el material. Y a pesar del merecido parón, la llamada de la vida en la feria es fuerte. "Créeme, a cualquier compañero que le preguntes te dirá lo mismo. Nos vamos de vacaciones en el invierno pero estamos deseando de que empiece otra vez la temporada", asegura.
Para él, la alegría es contagiosa y forma parte de su entorno laboral. "Vivimos en una fiesta durante todo el verano. Es sacrificado y como todos los trabajos tienes días buenos, días malos, días regulares, pero al final, es algo muy bonito", reflexiona.
De todas las plazas de su ruta, llegar a Salamanca en septiembre tiene un significado especial. Jugar en casa es siempre un aliciente. "Es una fecha muy esperada por todos. Al final, los que somos de casa, pues es nuestra ciudad, nuestra fecha", comenta.
Más allá del vínculo emocional, Morín destaca las excelentes condiciones del Recinto Ferial de La Aldehuela, un factor que facilita enormemente su labor. "Es un lujo el poder llegar a Salamanca, al recinto ferial, por las condiciones en las que se encuentra, y las condiciones de agua y de luz de las que disponemos para las caravanas", agradece, reconociendo el trabajo conjunto de la Asociación de Feriantes de Salamanca y el Ayuntamiento. Con todo listo, solo queda una cosa: "Que disfrutemos de unas fiestas buenas en Salamanca y que la gente baje a divertirse". La invitación está hecha.