
Pertenezco a una generación que tuvo la suerte de conocer un mundo rural ya desaparecido. Si bien supongo que quienes lo abandonaron en masa desequilibrándolo, y con el aliento inestimable del camarada Paco, cuestionarían eso de la suerte. Durante esa época feliz de la infancia, y algo más, pasaba las vacaciones escolares en varios lugares de la provincia, uno de ellos de Las Arribes. Seguramente el recuerdo positivo de aquellos tiempos va unido a la edad. Solo eran unas semanas, por tanto estaba de paso, y quizás ese corto período lo convertía todo en agradable.

Paisaje en desaparición tras una concentración parcelaria en Las Arribes.
Estos días me han recordado los incendios producidos entonces de vez en cuando en algún lugar del término municipal, o del entorno. Enseguida alguien tocaba las campanas a fuego, incitando a la movilización de la población para acudir a enfrentar el problema de las llamas. Algo especialmente grave cuando amenazaba a la “hoja”, la zona cultivada ese año. No recuerdo haber visto bomberos forestales más o menos profesionales, supongo competencia del entonces Icona. Es decir, la propia población tenía cierta sabiduría ancestral y experiencia para buscar una solución.

Manzanedo de Valdueza, su entorno afectado por el incendio de Las Médulas
Esto viene a cuento de la reaparición de un debate en la sociedad alentado con la DANA de Valencia. La participación de la ciudadanía en una situación de emergencia, donde regularmente son tratados como elementos pasivos. Incluso pueden enfrentarse a multas por no atender una orden de desalojo de una casa o pueblo. En los incendios de este verano se han destruido varios núcleos urbanos. Y parece haber aumentado la negativa de personas a abandonar sus casas, ante la sensación de desbordamiento del servicio público de bomberos forestales de las Comunidades Autónomas.

Cuando Valencia señalé la impresión de desconocimiento de los afectada respecto a su papel en una catástrofe. Hay situaciones donde se puede resaltar la necesidad de contar con más manos dispuestas a colaborar. Evidentemente enfrentar el fuego en el campo con la masa forestal en crecimiento desbocado, deben hacerlo profesionales. Difícil de conseguir, por cierto, tras un curso de pocas horas y la excesiva rotación de personal por malas condiciones salariales y laborales. Pero, ¿no hay lugar donde colaborar en segunda línea?, ¿podemos permitirnos mantener una ciudadanía espectadora?.

¿No es trascendente emplear recursos públicos preparando a la gente para colaborar eficazmente en caso de catástrofes?. Por supuesto también se precisa educación vial, una mínima formación sanitaria o bancaria, primeros auxilios, y un largo etcétera del que se habla sin hacer nada. Necesitamos algún sistema civil ordenado con el cual todos sepan cuál es su lugar, donde están los recursos y servicios de emergencia en un primer momento y cómo colaborar después. Y los planes dejar de ser desconocidos. Así seguramente habría más ayuda eficaz y evitaríamos peligrosas heroicidades.

Vuelvo a confiar se aprenda por fin. Como conocer un cargo público su responsabilidad y cumplir leyes y protocolos, se supone elaborados para algo, además de hacer caso a la técnica y la ciencia. En especial entre los campeones de la gestión, auto elogio de la derecha española. También dar efectivo valor a técnicos y expertos en las materias, obviando parapetos políticos, y evitar reconstrucciones otra vez más al margen de la realidad. Por supuesto usar correctamente los instrumentos aportados por el progreso. E involucrar en serio a la ciudadanía en la gestión, la de emergencias también.

Lago de Sanabria.
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