La solemnidad religiosa dio paso, ya entrada la tarde, a un ambiente más festivo: un original bingo musical, seguido de la verbena animada por la orquesta leonesa Ipanema, que prolongó la alegría hasta bien entrada la noche.
La villa de Villar de Ciervo volvió a vestirse de solemnidad para honrar a su patrón, San Agustín, en unas jornadas donde la fe y la tradición se entrelazaron con el júbilo popular. Desde el pasado día 22, el municipio vive inmerso en sus fiestas veraniegas, un programa repleto de actividades en el que las peñas han cobrado un protagonismo indiscutible, animando desfiles de disfraces, juegos deportivos y pasacalles musicales, sin olvidar los pregones que, cada año, aportan una nota de ingenio y frescura.
Pero fue el 28 de agosto, jornada en la que la Iglesia conmemora la muerte del obispo de Hipona —aquel pensador de raíces africanas que marcó con su palabra y su obra el devenir del pensamiento cristiano—, cuando la celebración adquirió su cariz más solemne.
Al mediodía, los vecinos, a quienes se conoce con el afectuoso apelativo de cervatos, acudieron a la iglesia parroquial, engalanados con sus mejores trajes, para participar en la eucaristía oficiada por el párroco Juan Carlos Bernardos. Estuvo acompañado por los sacerdotes Miguel Ángel García y José Sánchez, representantes de los arciprestazgos de La Ribera y El Abadengo, todos ellos pertenecientes a la diócesis de Ciudad Rodrigo. La homilía, centrada en la figura del santo, dio paso a una procesión que recorrió las calles del pueblo, entre el tañido jubiloso de las campanas y las notas festivas de la charanga mirobrigense Al Rojo.
Abría el cortejo la imagen de San Agustín, seguida por la curia diocesana, el alcalde Álvaro Sánchez, miembros de la corporación municipal y una multitud de fieles que, en recogimiento, rendían tributo al patrón. El ambiente, cargado de devoción y respeto, se vio acompañado por un paisaje sonoro que alternaba la música popular y el incesante repique del campanario. De regreso al templo, tuvo lugar el ofertorio.
La solemnidad religiosa dio paso, ya entrada la tarde, a un ambiente más festivo: un original bingo musical, seguido de la verbena animada por la orquesta leonesa Ipanema, que prolongó la alegría hasta bien entrada la noche.
No obstante, la cita más esperada para muchos llegará este viernes, 29 de agosto, cuando a mediodía se celebre el tradicional Encierro a Caballo. Este espectáculo taurino-ecuestre, verdadero emblema de las fiestas, congrega a un público entusiasta, con numerosos visitantes llegados de pueblos vecinos de Portugal, atraídos por la fuerza plástica de esas escenas que evocan el trabajo de campo y la comunión entre jinete, caballo y toro.
Así, entre lo sagrado y lo profano, Villar de Ciervo confirma un año más la vigencia de unas fiestas que son al mismo tiempo memoria, identidad y celebración compartida.