El arzobispo de Toledo, Francisco Cerro, ha desgranado las claves de la mística de Santa Teresa, describiéndola como una mujer 'abrasada en un triple amor' a Dios, la Iglesia y la humanidad, y un modelo de santidad para hoy
En el corazón espiritual de Alba de Tormes, villa teresiana por excelencia y con motivo de la festividad de la Transverberación del corazón de Santa Teresa de Jesús, la Iglesia-Basílica de la Anunciación de Nuestra Señora del Carmen ha acogido una Misa presidida por Monseñor Francisco Cerro, arzobispo de Toledo, quien ha ofrecido una profunda homilía centrada en la figura de la mística abulense, describiéndola como “una de las mujeres más grandes de la historia”.
Ante una congregación que incluía a autoridades como el padre provincial de los Carmelitas Descalzos, la alcaldesa de la villa ducal y la subdelegada del gobierno, Monseñor Cerro ha comenzado su intervención expresando su alegría por regresar a Alba de Tormes, un lugar que ha calificado como “venir a casa”. Desde el primer momento, ha subrayado la fascinación que ejerce la santa: “Me fascina la figura de Santa Teresa de Jesús, cumbre de la mística cristiana, cumbre de la santidad, cumbre de la poesía y, sin lugar a dudas, una de las mujeres más grandes de la historia”.
El arzobispo ha planteado una pregunta clave para entender la perenne actualidad de la Doctora de la Iglesia: ¿Qué tiene Teresa de Jesús para ser “una santa de ayer, de hoy y de siempre”? La respuesta, según ha explicado, radica en su profunda “sintonía con el evangelio”, una conexión que le otorga una “perenne juventud” espiritual.
Monseñor Cerro ha desgranado lo que ha denominado las tres grandes gracias que definen a un místico, todas ellas presentes de forma excepcional en Santa Teresa. “Teresa de Jesús tuvo la tremenda gracia mística. Primero, tener la gracia. Segundo, darse cuenta. Y tercero, comunicarlo, como no la ha hecho nadie”, ha afirmado con rotundidad. Esta capacidad para recibir, comprender y transmitir la experiencia divina es lo que, a su juicio, dota a sus escritos de una “belleza, frescura y espontaneidad” inigualables, sin sacrificar por ello la profundidad teológica.
Para ilustrar esta idea, ha recordado la anécdota de una campesina que creía no saber rezar, pero que al meditar en la palabra “Padre” entraba en un estado de oración profunda. “Comenta Teresa de Jesús, ‘está en octava morada esta mujer’”, ha relatado el arzobispo, destacando cómo la santa sabía reconocer la cumbre de la mística incluso en las almas más sencillas.

El núcleo de la homilía se ha centrado en la imagen de Teresa como una mujer “abrasada en el amor de Dios”, un fuego interior simbolizado por el querubín que, según la tradición, traspasó su corazón con un dardo de amor divino. Este fuego, ha explicado Monseñor Cerro, se manifiesta en tres dimensiones fundamentales.
En primer lugar, un amor a Dios que, lejos de alejarla del mundo, la ha hecho “profundamente humana”. Ha recordado que, al contrario de lo que podría pensarse de una mística, Teresa estaba atenta a las necesidades más terrenales. “Cuando sale de San José y va a la Encarnación, lo primero que piensa es en comprar sacos para que coman sus hermanas”, ha señalado. En la misma línea, ha evocado a San Juan de la Cruz, quien en una visita a una comunidad recomendó encarecidamente: “por favor, os pido que echéis más garbanzos al puchero”. Para el arzobispo, esta anécdota demuestra que el místico, fascinado por Dios, se vuelve más humano, no menos.
La segunda dimensión es su amor “abrazada a la Iglesia”. En los tiempos difíciles que le tocó vivir, Teresa mantuvo una obediencia y un cariño inquebrantables. Monseñor Cerro ha profundizado en el significado de sus célebres últimas palabras: “Por fin muero, hija de la Iglesia”. Según su interpretación, la santa “no se quería presentar delante de Dios sin la Iglesia, sin su madre, sin su misericordia, sin su acogida”.
Finalmente, ha destacado el amor de Teresa por la humanidad de Cristo, una devoción que la convierte en una figura cercana y atractiva para el hombre contemporáneo. “¿Cómo no va a cautivar una mujer así? Una mujer que es tan divina como humana, y que lo mismo te habla de Dios y te dice que entre los pucheros también se encuentra el señor”, ha reflexionado. Esta capacidad para integrar lo divino y lo humano es, para el prelado, la clave de su universalidad.

En la parte final de su intervención, Monseñor Francisco Cerro ha presentado a Santa Teresa como un modelo de resiliencia y fe ante las adversidades. Ha insistido en que la santa no se dejó vencer por las dificultades, sino que las convirtió en un impulso para crecer espiritualmente. “Supo que todas las dificultades y cruces de la vida tienen que ser trampolín para la santidad”, ha aseverado.
El arzobispo de Toledo ha concluido su homilía con una llamada a seguir el ejemplo teresiano, invitando a los fieles a vivir “abrazados en amor a Jesucristo, abrazados en amor a la Iglesia, abrazados en amor a los pobres y a los que sufren”.