Las personas cultas necesitan aprender constantemente mientras que los ignorantes necesitan enseñar constantemente. Llegados a la culminación del dislate con la ademocracia en la que vivimos, donde hemos escuchado defender un sedicente derecho a la rebelión, a la independencia, a la blasfemia, al sacrilegio, a una supuesta memoria nohistórica prefabricada, a un múltiples y pintorescos supuestos nacionalismos ahistóricos, etc. Durante los últimos días, también hemos escuchado calificar a políticos y a los noperiodistas defender un sedicente derecho a la ademocracia, a la no verdad y a la nolibertad de conciencia en pro de la suya.
Muchos medios que además de informar y publicar sátiras provocadoras y gratuitamente ofensivas contra los católicos, los defensores de los valores tradicionales y de la patria apoyan ciertas corrientes políticas cada día más ademocráticas. No les importa en reiteradas ocasiones blasfemar contra Dios y contra los elementales principios de la unidad nacional y de la democracia. Una civilización no es conquistada desde fuera hasta que no se ha destruido a sí misma desde dentro. La victoria es la destrucción de la propia conciencia. La basura sacrílega o gratuitamente ofensiva, la ponzoña social como los antivalores patrióticos que se promueven desde quien debería defenderlos son la mejor expresión de esa deriva autodestructiva.
Vivimos en la no verdad continua, en el desprecio a los gobernados como a la verdad. En España se ha impuesto la mentalidad del vago, el tieso, el mermado y el envidioso. Si alguien consigue con sacrificio e inteligencia ir acumulando un pequeño patrimonio ya viene un imbécil a decir que es imposible o el político de turno a robártelo. Ni una sola vez, ni una, se usa el lenguaje inclusivo para referirse a la gente mala. Nunca se dice ladrones y ladronas, los pirómanos y las pirómanas, los asesinos y las asesinas. Es el respeto a la pereza. Pero no se puede respetar a los que pretenden vivir igual que aquella persona que se ha dejado la salud estudiando y trabajando.
Se contabilizan a fecha de hoy cerca de cuatro millones de inmigrantes en España que viven sin trabajar. Mientras España arde, esta gobernanza no nos ha dado más que miseria. El empleo registra la peor primera quincena de agosto de los últimos seis años al destruirse casi 200.000 puestos de trabajo. Es curioso que mientras aquí se han quemado 170 mil hectáreas en Marruecos que es un horno se han quemado 130 hectáreas las últimas semanas.
Nos toca volver al campo. Este es un gran país para teletrabajar desde la España vaciada pero los pueblos necesitan tiendas, cristaleros, electricistas, bares, agricultores y ganaderos. Hay que defender lo nuestro. También hay que defender nuestras ciudades que han costado mucho construirlas. No tenemos emergencia climática pero sí política. No puede ser que facilitemos a los inmigrantes señoritas de pago los sábados por la noche por el bien común. Hay que apretar. España va mal, más que peor, como nunca desde que tenemos memoria algunos. Una idea mediocre que genera entusiasmo llega más lejos que una gran idea que no inspira a nadie o ahorra dinero. Estamos bajo la bota de los mediocres inoperantes activos. Han copado todos los aspectos de la sociedad. Su falta de empatía o de espíritu como se decía antes, la cultura de no esfuerzo, de las oportunidades para los que no valen, del transigir les ha dado un no lugar. Un sitio donde no deberían estar.
En un mundo como el actual, inculto y complejo, lleno de ruido y con muy poco criterio, se ha sumado a los mediocres las redes sociales creando mucha confusión, porque no siempre el receptor filtra adecuadamente, no tiene conocimiento. La prensa rigurosa está siendo sofocada y suplantada por un montón de aficionados, manipuladores y mediocres espontáneos, que forman un grupo muy heterogéneo, en el que prima la ausencia de rigor.
Ese rigor que se le exige al periodista y que él se exige a sí mismo pierde la batalla frente a la mediocridad, al chanclismo, al populismo, a la demagogia barata, a la noticia sin confirmar, y al sensacionalismo fácil de las redes. Este es un territorio muy peligroso. Al final, la gente se está comportando y está votando, pensando más según lo que le ofrece la red social populista, desordenada e irresponsable, que según lo que puede leer en un medio más riguroso y contrastado que ya no es capaz de entender.
La información veraz ha sido sustituida por el ruido que produce algo efímero como son los rumores, la cultura del chándal y las chanclas. Por lo que es fácil sembrar odio hacia los demás o hacia ciertas causas. Basta con culpabilizar a las personas o la sociedad de sus propios fracasos. Cuando al anular a una persona, aumentas su amargura y resentimiento lo conviertes en un ser inepto, y atormentado, carente de sentido. Si es mediocre inoperante activo peor. Las vidas sin sentido son desdichadas. La persona anulada se enfada y se vuelve agresiva.
El despotismo de los débiles es mucho más peligroso, que el despotismo de los fuertes. Entendido débil por mediocre, fracasado o incapaz. Nuestra cultura está siendo tomada por personas con fuertes trastornos de personalidad. Al mundo parece que le sobran niños y le falta seres adultos. A los niños les faltan referentes de hombres y a las niñas de mujeres con mayúsculas. A la familia se la destruye y a la patria se la insulta o ataca. Quién no lee, recapacita y estudia está limitando su entorno y sus circunstancias. Como decía Unamuno: “La verdad Lázaro, es acaso algo terrible, algo intolerable, algo mortal, la gente sencilla no podría vivir con ella”. La lealtad es el sentimiento más caro, no lo esperes de las personas baratas o mediocres. Schopenhauer afirmaba que predicar moral es cosa fácil; mucho más fácil que ajustar la vida a la moral que se predica. Ejemplos los tenemos cada día a montones.
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