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Nacieron con las Olimpiadas del 92 y siguen dando guerra: Así es la histórica Peña Tatos
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HISTORIA DE LAS FERIAS Y FIESTAS

Nacieron con las Olimpiadas del 92 y siguen dando guerra: Así es la histórica Peña Tatos

Actualizado 24/08/2025 18:23

Los fundadores conviven hoy con las nuevas generaciones en un claro ejemplo de relevo generacional

En el corazón de las fiestas de Peñaranda, donde el bullicio y el color de las camisetas de las peñas dibujan el paisaje social, existen algunas que son casi instituciones, mucho más que un simple grupo de amigos. Son pilares de la tradición, cápsulas del tiempo que guardan la memoria colectiva de generaciones. Una de estas insignias es la Peña Tatos, un nombre que ha resonado en las calles de la localidad desde aquel emblemático 1992, el año en que España se mostraba al mundo con las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla. Más de tres décadas después, su espíritu no solo ha perdurado, sino que se ha fortalecido, convirtiéndose en un ejemplo de resiliencia, amistad y compromiso con la comunidad.

La historia de los Tatos no ha comenzado desde un único punto, sino desde la confluencia. Como nos relata uno de sus miembros veteranos, la peña nació de una fusión, uniendo las fuerzas de varios grupos más pequeños que buscaban consolidar su presencia. “Fue la fusión de 2 peñas, 3 peñas, inicio este de una aventura que ya ha cumplido más de 30 años.

Desde sus comienzos, la peña ha contado con una base sólida de miembros, una cifra que se ha mantenido sorprendentemente estable a lo largo del tiempo. “Siempre hemos sido muchos, 25, 30. Y seguimos igual a día de hoy” explican. Este núcleo ha sido la clave de su continuidad, un grupo humano que ha sabido navegar en las diferentes etapas de la vida sin perder el vínculo que los une. Lo que comenzó como una reunión de jóvenes es hoy un colectivo intergeneracional, donde los hijos de los fundadores ya disfrutan con ello como uno más, asegurando el relevo y la transmisión de los valores de la peña.

Del Reguero a San Lázaro: el viaje de un local con alma

Toda peña necesita un hogar, un cuartel general donde planificar, celebrar y simplemente estar. El primer refugio de los Tatos, según recuerdan, estuvo en la zona de El Reguero. Aquellas primeras paredes fueron testigos de los años fundacionales, de las primeras fiestas y de la consolidación del grupo. Con el tiempo, la peña ha transitado por diferentes espacios hasta encontrar su ubicación actual, un lugar que ya es parte de su identidad: el patio del Colegio Severiano Montero en el barrio de San Lázaro. Este espacio no es solo un local, es el epicentro de su actividad y el punto de encuentro para viejos y nuevos miembros.

Y es que mantener una peña viva durante más de treinta años no es una tarea sencilla. Requiere una alquimia especial que combine la libertad individual con el compromiso colectivo. “Cada uno está en lo suyo, sí, nos juntamos para hacer actos y convivir en la medida de las posibilidades de todos, pero siempre buscando estar unidos”. Esta fórmula, aparentemente simple, esconde una profunda sabiduría organizativa. Reconocen que hoy, la vida personal de cada uno sigue su curso, pero cuando llega el momento de arrimar el hombro por la peña, la coordinación es impecable. “Nos organizamos muy bien para hacer estas cosas”, subraya, dejando claro que el éxito del grupo reside en esa capacidad para unirse con un objetivo común.

Más allá de sus actividades internas, la Peña Tatos se ha ganado el cariño de todo Peñaranda por una de sus iniciativas más emblemáticas y generosas: la gran ‘huevada’. Cada jueves de ferias, el local de la peña se abre de par en par para ofrecer a vecinos y visitantes uno de los manjares más sencillos y reconfortantes. “El jueves hacemos una huevada para todo el mundo. A partir de las ocho y media. No es un evento menor”. La escala de la cita da fe de su popularidad y del esfuerzo que implica. La última edición es un claro ejemplo del alcance de esta tradición. Y es que durante en la cita del pasado año fueron más de 500 los huevos con chorizo ofrecidos al público. Esta cifra no solo habla de cantidad, sino del espíritu de la peña: compartir y hacer partícipe al pueblo de su celebración. La ‘huevada’ se ha convertido en una parada obligatoria, un momento en el que los Tatos devuelven a Peñaranda una parte del cariño y el arraigo que sienten por su pueblo” señalan.

¿Qué supone, entonces, seguir manteniendo la peña después de tanto tiempo? La respuesta es clara. Es amistad, es familia, es un refugio frente a la rutina. Es la excusa perfecta para reunirse y mantener vivos los lazos forjados en la juventud. La clave, como se ha mencionado, es una mezcla de independencia y colaboración.

Hoy, la Peña Tatos no es solo un recuerdo de aquel vibrante 1992. Es una realidad viva, dinámica y con la vista puesta en el futuro. Los niños que ahora juegan en su local de San Lázaro son la garantía de que la historia continuará. Han heredado no solo una camiseta, un color y un nombre, sino un legado de amistad, generosidad y amor por las tradiciones de Peñaranda.