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Verano y fuego devastador
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Al cabo de la calle

Verano y fuego devastador

Actualizado 23/08/2025 09:18

La exposición de personas a los incendios forestales es cada vez mayor, en las dos últimas décadas (entre 2002 y 2021) se ha incrementado un 40 % en todo el mundo. Según un estudio liderado por Seyd Teymoor Seydi y publicado en la revista Science. La investigación también revela que los incendios forestales producidos entre 1990 y 2021 causaron al menos 2.500 muertes, 10.500 lesiones y más de millón y medio de muertes que pueden atribuirse a la contaminación atmosférica inducida por los incendios forestales, a escala mundial.

Mas, ¿cuáles son los orígenes de esos incendios que, además de las pérdidas humanas, dejan tras de sí la desolación, con negros paisajes cubiertos de cenizas y campos estériles donde antes eran verdes praderas y frondosos bosques? La virulencia de los incendios forestales que estamos viviendo en España (se han quemado casi 400 mil hectáreas en lo que va de 2025, 350 mil de ellas en los últimos días) ha desatado un debate sobre el origen de los mismos. Debate que se encuentra un tanto adulterado por los bulos que invaden las redes sociales y ante los cuales conviene tener presente la certeza de algunos datos, facilitados por prestigiosas organizaciones ambientalistas, que aporten rigor al pensamiento, a las reflexiones y a las decisiones.

La realidad es que “El 95 % de los incendios en España tienen una causa humana. Solamente el 5 % son naturales provocados por rayos”, según Sergio Aguado, ingeniero forestal del programa de bosques de WWF España. Esta ONG ambientalista, que opera en todo el mundo y que evalúa cada año el riesgo de incendios, emitiendo los correspondientes informes, estima que el 53 % de los incendios son intencionados.

Para Sergio Aguado, “El mayor porcentaje lo llevaría la quema para regeneración de pastos y la quema agrícola ilegal… Aquello que hablamos de pirómanos, corresponde solamente a un 7 % de todos los incendios”. Mientras que las detenciones de 32 personas por su presunta responsabilidad en el origen de estos incendios de agosto alimentan el mito de los pirómanos, otras voces, entre ellas la de los agricultores, imputan los incendios al supuesto exceso de normas ambientales y, algunos otros, a los ecologistas. Por lo que a la búsqueda de modificaciones en el uso del suelo se refiere y de la que tanto se habla, representa únicamente el 0,37 % de los incendios, manifiesta Aguado.

Por otra parte cabe considerar que, casi el 90 %, nueve da cada diez localidades, del centenar de las afectadas por los incendios forestales de este mes de agosto, han perdido alrededor del 50 % de sus habitantes en lo que va de siglo, amén de la población que ya hubieran perdido en la segunda mitad del siglo pasado, quedando incluso por debajo de lo que la Unión Europea considera un "desierto demográfico", que son diez habitantes por kilómetro cuadrado, muy lejos de los 97 de media que tiene España.

La comparativa que del padrón municipal hace el Instituto Nacional de Estadística (INE) entre los datos de enero de 2000, con los de enero de 2024, pone de manifiesto que en ese período un total de 4.923 municipios, de los más de 8.100 que hay en España, han caído estrepitosamente en población en lo que va de siglo (aproximadamente seis de cada diez municipios).

Desde la década de los sesenta del pasado siglo, la población rural en España ha ido cayendo, pasando del 35 % al 10 % del conjunto de la población. Esta pérdida masiva de población rural ha ido desdibujando el escenario natural de equilibrio geográfico que se había creado mediante el pastoreo, el uso de la leña para cocinar y calentarse, la madera empleada en la construcción de edificios y la fabricación de muebles, el aprovechamiento de los valles o la construcción de bancales para cultivar en las laderas. Paralelamente y como consecuencia de ello, la superficie forestal no ha parado de crecer, a la vez que se abandonaba la limpieza y cuidado del campo.

Lo anteriormente expuesto viene a poner de manifiesto aquello que ya hemos dicho en alguna ocasión, saben los habitantes del mundo rural, dicen los expertos y corroboran los datos oficiales: que la despoblación y el abandono del mundo rural es un factor determinante en el origen y propagación de los incendios forestales. No es la única causa, como tampoco lo es el cambio climático, pero lo uno y lo otro (junto con algún otro elemento) se retroalimentan para formar la tormenta perfecta de los violentos incendios que arrasan los campos, los bosques y los pueblos. Genera una profunda tristeza e impotencia ver cómo se queman esas casas de pueblo, hogar de campesinos y de sus antepasados, así como observar el fuego que arrasa explotaciones agrícolas y ganaderas que les proporcionaban los recursos para seguir viviendo. Nuestra solidaridad para con ellos.

Ante los desastres se buscan y se deberían asumir responsabilidades, es lo mínimo que se puede pedir y se debería hacer. Es ahí donde surge la mayor acción de la clase política, buscando cada cual el relato que le exculpe y que implique al otro. Pero eso no es lo que necesita la población, lo que esta requiere es prevención, seguridad y ayuda si llega el caso de necesitarla. La prevención de incendios ha fallado estrepitosamente debido a una política errónea sostenida en el tiempo (desde los años sesenta) que ha llevado a la despoblación del campo. Esa pérdida humana ha supuesto el descuido y abandono del campo, sin que tal acción haya sido asumida y compensada por labores organizadas de cuidado y limpieza por parte de las administraciones públicas que tienen asignadas las oportunas competencias.

Todo parece indicar que ya pasó el tiempo que teníamos para revertir el camino iniciado por el cambio climático y que lo que ahora nos queda es adaptarnos a los fenómenos extremos derivados del mismo. Consecuentemente, podemos y debemos centrarnos en gestionar nuestra exposición y vulnerabilidad ante esos fenómenos con una buena previsión y mejor plan de reacción ante la crisis, cosa que parece que también ha fallado y por eso la fiscalía está investigando si los municipios afectados por los incendios tenían planes de prevención, como establece la Ley de Montes de 2003.

Parece evidente que hace falta mucha más gestión forestal, puede que hasta otra política forestal sea necesaria. No parece muy apropiado ni funcional que un manojo de empresas controle el negocio privado de la extinción de incendios con medios aéreos, cuando hay otras opciones que podrían ser más eficaces y rentables. En los dos últimos años, el Ministerio de Transición Ecológica ha adjudicado casi 270 millones de euros a ocho empresas que prestan el servicio con 43 aeronaves, 32 de ellas son helicópteros, cinco aviones anfibios y seis aviones de carga. Como es habitual en este tipo de contrataciones, las empresas se quejan de los bajos precios de las licitaciones del Ministerio, a pesar de las altas subidas de los últimos tiempos y, por otro lado, los pilotos denuncian que las empresas no les aplican las subidas del IPC desde 2015, con el consiguiente descontento. Sin olvidar la precariedad laboral de los bomberos forestales.

Las autoridades tienen mucho que hacer, nosotros, los ciudadanos, recordemos y tengamos en cuanta aquel mensaje de la campaña de prevención de incendios forestales del año 1962: “Cuando el monte se quema, algo tuyo se quema”.

Les dejo con PARE - JOAN MANUEL SERRAT:

https://www.youtube.com/watch?v=q4PxMbzi1ZI

Aguadero@acta.es

© Francisco Aguadero Fernández, 22 de agosto de 2025

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