De nuevo, las paredes del histórico local se convierten en una muestra excepcional de la fotografía salmantina
Dice Victorino García Calderón que Pepe Núñez Larraz le regaló la mirada a los sucesivos fotógrafos que convierten Salamanca en una ciudad de excepcional nivel en este campo. Artistas que la recorren una y otra vez, mostrando sus cielos, sus perfiles, su río que nos lleva, su juego de personajes, sombra y sol de un arte que nos es muy querido. Ciudad de fotógrafos y no de salas de exposición, Salamanca adolece la falta de muros para exhibir su indudable talento para escribir con la luz. Sin embargo, los artistas de la cámara tienen un lienzo de piedra privilegiado para ofrecernos su obra, de una fidelidad constante, de una belleza insuperable: la pared de la Cafetería El Casino, en la emblemática Plaza de la Libertad.
Salamanca es ciudad de arte, artistas y excepcional hostelería a la vez novedosa y tradicional. Y en este caso, ambas se unen en un proyecto que debemos en gran parte a otro de nuestros grandes de la cámara: T.H. Tomé, un artista meticuloso, un pintor de bodegones y poemas visuales cuyo legado se continúa con esa voluntad colectiva que caracteriza a los fotógrafos. José Amador Martín y Pablo de la Peña retomaron la idea de las muestras colectivas y ha sido el empeño del primero el que ha reunido a un puñado de nombres excepcionales quienes, con dos obras cada uno, muestran en esta primera colectiva, la variedad y la belleza de la fotografía salmantina. Son, además de los impulsores, Andrés Ñíguez, David González, José Criado, Federico Chico, José García Vicente y Manuel López.
El espectador tiene dónde elegir para maravillarse: pájaros que nos interpelan, imágenes aparentemente consabidas de una Salamanca que se refleja en su río y que es una joya de contrastes en blanco y negro. Experimentos de color, cristal y fuego, visiones insólitas de lo nuestro, atardeceres que arden sobre la piedra que devuelve su mirada en rostros medievales. Antiguas tiendas, gentes que se proyectan sobre el pretil del río… una ciudad no por mucho recorrida, menos admirable. Los fotógrafos salmantinos son capaces
de leer infinita, generosa, magníficamente, la misma perspectiva. La ciudad muestra sus rostros que no acaban y deja que la magia, el talento, la técnica y sobre todo, la sensibilidad de los artistas, haga su trabajo. Luego ya es cuestión de las administraciones y de las gentes de la cultura reconocer la enorme valía de los fotógrafos salmantinos. Porque el público ya lo tenemos muy claro. Las muestras de sus, por fortuna, muchos nombres, son visitadas, admiradas. Nos gustan sus propuestas, recorremos sus imágenes. Y aprovechamos para dar las gracias a quienes hacen posible que estos locales de siempre se conviertan en salas de exposiciones, y que, de forma desinteresada, artistas y organizadores nos regalen estas muestras. Esas que nos siguen admirando y que han sido elegidas con muy buen tino para mostrar el caleidoscopio infinito de la fotografía salmantina: variada, excelsa. Cultura esta vez ligada a la hostelería, hostelería aliada feliz de la cultura. Y la sombra de Tomé, a quien tan poco le gustaba ser protagonista, siempre presente en su hermoso, hermosísimo lienzo de piedra donde seguir leyendo el arte de escribir con luz, el de los fotógrafos salmantinos.
Charo Alonso.
Fotografía: José Amador Martín.