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Diego Díaz, socorrista en el municipio de Paradinas: “No puedes relajarte ni un segundo”
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VIGILANCIA EN PISCINAS

Diego Díaz, socorrista en el municipio de Paradinas: “No puedes relajarte ni un segundo”

Actualizado 04/08/2025 15:09
Elena Rodríguez

Un trabajo que parece tranquilo, pero exige atención constante, resistencia al calor y capacidad de reacción. Diego Díaz lo sabe bien tras tres veranos como socorrista en Paradinas.

Diego Díaz tiene 20 años y desde hace unos años trabaja como socorrista en las piscinas municipales de Paradinas, un pequeño pueblo de la comarca de Peñaranda. Empezó con el objetivo de ganar experiencia laboral y algo de independencia económica durante el verano, pero con el tiempo ha aprendido que el trabajo exige mucho más que estar sentado al sol.

En esta entrevista cuenta cómo es el día a día en la piscina, los desafíos reales del socorrismo, la importancia de la responsabilidad y el esfuerzo físico y mental que implica cuidar de la seguridad de los demás. También reflexiona sobre lo que ha aprendido estos años y a quién le recomendaría este tipo de trabajo.

¿Cuántos años llevas como socorrista y qué te llevó a serlo?

Llevo tres años trabajando como socorrista. Lo que me impulsó a hacerlo fue la posibilidad de salvar vidas, de ayudar a otras personas en situaciones de riesgo, y de estar en un entorno que exige mucha responsabilidad y atención. Siempre me ha atraído todo lo que implique compromiso con el bienestar de los demás, y el socorrismo me pareció una forma directa y activa de contribuir. Además, me gusta el deporte y el agua, así que era la combinación perfecta entre vocación y entorno.

¿Esperabas que fuera así este trabajo?

Teniendo en cuenta que trabajo en las piscinas de un pueblo pequeño, sí me imaginaba que habría muchos momentos tranquilos. Aun así, nunca sabes cuándo puede surgir una emergencia, y eso te obliga a estar alerta en todo momento. Aunque haya días en los que apenas pasa nada, la responsabilidad siempre está ahí, porque en cualquier instante puedes tener que actuar con rapidez y decisión. Esa imprevisibilidad es, precisamente, lo que hace que este trabajo sea tan importante.

¿Qué es lo mejor y lo peor de pasar el verano junto al agua?

Lo mejor es el trato con personas muy distintas: familias, niños, gente mayor… Cada día es diferente y eso lo hace muy enriquecedor. Además, estar al aire libre en un entorno como una piscina siempre tiene su parte agradable. Pero también hay una parte dura. Desde fuera puede parecer un trabajo tranquilo, pero estar tantas horas bajo el sol, en vigilancia constante, es muy exigente físicamente. A eso se suma la carga mental de tener que estar siempre preparado para reaccionar. Nunca desconectas del todo.

¿Cómo llevas el hecho de pasar el verano en la piscina, pero sin poder divertirte como los demás?

Siempre hay tiempo para todo. Cuando estoy trabajando no puedo divertirme como los demás, pero tengo mis días libres para disfrutar del verano a mi manera. Creo que empezar a trabajar desde joven es algo muy positivo: te enseña a valorar más el tiempo libre, a organizarte mejor y, sobre todo, a entender lo que cuesta ganar dinero.

¿Cómo es un día típico como socorrista en la piscina del pueblo?

En general, los días son bastante rutinarios, especialmente en una piscina de pueblo, donde muchas veces ya conoces a la mayoría de los usuarios. Aun así, no puedes bajar la guardia. La atención constante es fundamental, porque los accidentes suelen ocurrir en los momentos más inesperados, y cualquier distracción puede marcar la diferencia.

¿Cómo es tu relación con la gente?

Muy buena. Al ser un pueblo pequeño, la mayoría de las personas que vienen a la piscina son conocidas, y con el tiempo se crea un vínculo cercano. Pasas prácticamente todo el verano con los mismos usuarios, así que es fácil establecer una relación de confianza. Eso también hace que el ambiente sea más agradable y el trabajo se lleve de forma más natural.

¿Qué dificultades tiene tu trabajo?

Una de las mayores dificultades son los niños pequeños. Muchas veces no son conscientes de sus propios límites ni del peligro que puede suponer el agua. Y no siempre los adultos que los acompañan están tan pendientes como deberían. Esa responsabilidad recae directamente sobre nosotros, los socorristas.

¿Qué haces para hacer frente al calor y al sol?

Lo principal es mantenerse bien hidratado durante todo el día y buscar zonas de sombra siempre que sea posible. Estar tantas horas expuesto al sol no solo es agotador, también puede ser peligroso si no se toman precauciones. Es fácil sufrir mareos, bajadas de tensión o incluso una insolación. Por eso también uso protección solar constantemente y llevo ropa adecuada para protegerme.

¿Cómo ves esta profesión? ¿Es algo temporal o te planteas dedicarte a ello a largo plazo?

Por ahora lo veo como algo temporal. Por la edad que tengo y todo lo que aún me queda por estudiar y vivir, ser socorrista es una forma de ganar experiencia laboral y algo de independencia económica durante el verano. Es un trabajo que valoro mucho, tanto por lo que se aprende como por la responsabilidad que conlleva, pero no me lo planteo como una dedicación a largo plazo.

¿Recomendarías esta profesión?

Sí, pero no a todo el mundo. Depende mucho del tipo de persona. Si eres responsable, sabes mantener la calma en situaciones de tensión y estás dispuesto a asumir un papel de vigilancia constante, entonces puede ser una experiencia muy enriquecedora. Pero hay que ser realista: no es un trabajo para quien quiere pasar el verano relajado. Implica sacrificios, como estar muchas horas al sol y renunciar a ciertos momentos de ocio. Y sobre todo, hay que tener muy claro que estás a cargo de la seguridad —y a veces de la vida— de otras personas.