A principios del 2024 y en esta misma tribuna sugeríamos que la comunidad internacional dijera a Israel que no aceptaba el genocidio que estaba cometiendo en Gaza, “No en nuestro nombre”. No lo dijo entonces ni tampoco impuso un alto el fuego obligatorio en la zona, que hubiera sido una forma de decirlo. Sigue siendo necesario, más que entonces, que la comunidad internacional diga ¡basta ya!, aunque eso no le libere de cargar sobre su conciencia y espaldas la complicidad, por inacción, de la masacre humana que aquel país está llevando a cabo con el pueblo palestino.
Se cumplen 16 años desde que el gobierno de Israel impusiera en junio de 2007 un bloqueo por tierra, mar y aire a la franja de Gaza, con consecuencias devastadoras para la población. Un cerco, un asedio que ha llevado a definir aquel territorio como “la mayor cárcel del mundo a cielo abierto”. Con el paso del tiempo las condiciones han ido empeorando hasta parecerse a un campo de concentración y puede que llegue más allá, porque del holocausto muchos pudieron salir vivos, pero del genocidio no se vuelve, al menos esa parece ser la intención del Gobierno y el Ejército israelí, acabar con todo.
A lo largo de la historia, una de las palabras más terribles en cualquier idioma ha sido “hambre”. Quienes tenemos algunos años, aún recordamos cómo nuestros padres, allá por los años cincuenta, tras la guerra civil española y la Segunda Guerra Mundial, nos hablaban del hambre y sus consecuencias, lo hacían con gran temor y angustia. Y es que decir “hambre”, es mencionar la más cruel privación que puede sufrir una persona. Sin embargo, hay algo todavía peor, que es la “hambruna”, esa crisis humanitaria que se da cuando, por alguna causa generalizada como epidemias, catástrofes diversas, escasez profunda o guerras, hace que muchas personas de un mismo lugar o territorio pasen hambre sostenida en el tiempo, de tal manera que la persona no solo sufre su hambre, también la de los suyos.
Durante muchos siglos la hambruna se utilizó por el hombre como arma de guerra. Al respecto, cabe recordar aquellas huestes que sitiaban ciudades cuyas murallas no sabían o no podían derribar y con el cerco de las mismas, impedían la entrada de alimentos hasta que el hambre las rendía y acababa con sus gentes. Una estrategia de guerra que, afortunadamente, se quedó en la Alta Edad Media cuando en la Europa del siglo XV y XVI los ejércitos se profesionalizaron, atacándose entre ellos y dejando de ir contra la población civil. Hasta que en el siglo XX Adolf Hitler volvió a utilizar la hambruna castigando con ella a los civiles para reducirlos.
Ahora, en la tercera década del tercer milenio, durante la ofensiva israelí sobre Gaza y tras bombardear el territorio y masacrar a la población, se vuelve a utilizar el hambre como arma de guerra para la rendición y exterminio de un grupo humano, contraviniendo los derechos humanos y saltándose el derecho internacional que nos hemos dado como normas de convivencia.
El comisionado general de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) Philippe Lazzarini, afirma que la hambruna y la desnutrición generalizada en Gaza "Ha sido totalmente provocada por el hombre". El mundo sabe a qué hombre se refiere y de cómo este está utilizando el hambre como arma de guerra, peor aún, como medio de exterminio de una población en su propia tierra, Palestina.
La hambruna se ha apoderado de Gaza, un escenario devastado por la violentísima y desproporcionada ofensiva israelí tras el deplorable y condenable ataque terrorista de Hamás a Israel del 7 de octubre del 2023. Según el Ministerio de Salud de Gaza, la incursión destructiva del ejército israelí ya ha producido más de 60.000 muertes (18.000 eran niños) aunque a tenor de expertos consultados podría superar los 100.000 fallecidos (dado que hay muchos cadáveres sin recuperar entre los escombros)
Los efectos de la hambruna y la desnutrición es un paso más, inasumible por la moral internacional, en la trágica realidad de un genocidio que, como consecuencia del bloqueo impuesto por Israel en el mes de marzo a la entrada de alimentos en la franja de Gaza, ha provocado, además, una crisis humanitaria sin precedentes que el 28 de julio ya se había cobrado 147 víctimas, 88 de ellas eran niños.
Mientras, Occidente, Oriente, el mundo árabe y el mundo en general, han estado mirando para otro lado y siguen sin tomar medidas concretas y coercitivas que incidan directamente para parar de inmediato la acción destructora de Israel. Las insoportables imágenes que nos llegan diariamente de niños desesperados, tratando de conseguir algo de comida, desnutridos, famélicos o muertos como consecuencia del hambre reinante, han conmocionado e indignado a muchos ciudadanos del mundo que han decidido manifestarse y pedir a sus gobiernos que hagan algo significativo para acabar con esta barbarie humana.
Presión ciudadana con manifestaciones en varios países que ha movido a la comunidad internacional a que 25 países hayan enviado una carta de protesta; 15 países, incluido España, promuevan la creación del Estado Palestino, y que Países Bajos rechace la entrada de dos ministros de extrema derecha israelíes por considerarlos “personas no gratas”. Por otra parte, más de 100 organizaciones, incluida alguna israelí, denuncian una catástrofe humana provocada deliberadamente, que algunos rectores de universidades israelíes también piden que cese.
Son movimientos más simbólicos que efectivos. La actuación de la Unión Europea no es menos criticable. Incapaz de llegar a ningún acuerdo que suponga la mínima presión para que Israel cese en su ofensiva genocida, como hubiera sido romper con aquel país el acuerdo de Asociación o sancionarle con la suspensión en el programa de investigación científica. Países como Alemania e Italia parecen presos de su pasado respecto al genocidio que, especialmente los primeros, ejercieron sobre los judíos durante la Segunda Guerra Mundial y, de seguir así, tendrán que cargar también con la corresponsabilidad de un segundo genocidio por inacción. El alma humanista de Europa se está perdiendo en Gaza.
Todo ello es calificado por el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu y su Gobierno de “campaña sesgada” porque siguen negando que haya hambre en Gaza y culpando a la ONU de que no llegue la ayuda humanitaria, cuando, según el comisionado general de aquella Organización más arriba citado, "Naciones Unidas, incluida la UNRWA, tienen la experiencia y los recursos disponibles… Solo la UNRWA tiene el equivalente a 6.000 camiones de alimentos y medicinas listos para cruzar a Gaza", pidiendo que les permitan "hacer su trabajo (humanitario) sin restricciones, con seguridad y dignidad".
Un grano de arena en el desierto es lo que significan las “pausas diarias humanitarias” cedidas por Netanyahu ante las recientes presiones ciudadanas e internacionales. Un progreso mínimo en la entrada de camiones con comida y medicinas a la franja de Gaza y el lanzamiento de palés con alimentos desde el aire. Según los expertos, para paliar la situación de hambruna sería necesario la entrada mínima de 600 camiones diarios. Y la única manera de revertir esta catástrofe humanitaria sería inundar Gaza con una ayuda masiva y bien distribuida. Nuestra corresponsabilidad como ciudadanos es la de pedir que pare esta barbarie, se consiga un alto el fuego duradero y se encuentre una solución para la paz en Oriente Medio.
Escuchemos a José Luis Perales "Que canten los Niños":
https://www.youtube.com/watch?v=3NDUvuDvRuM
Aguadero@acta.es
© Francisco Aguadero Fernández, 30 de julio de 2025
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