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La lección de Iván Sánchez tras superar cuatro tumores: 'El cáncer te enseña a vivir'
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La lección de Iván Sánchez tras superar cuatro tumores: 'El cáncer te enseña a vivir'

Actualizado 25/07/2025 18:18

Este salmantino relata la lucha contra tres tumores cerebrales y un cáncer de riñón; su testimonio es una lección de vida sobre cómo valorar el presente

La vida, en ocasiones, se convierte en la maestra más severa y, a la vez, más lúcida. Para Iván Sánchez, un salmantino cuya existencia ha sido marcada por la enfermedad, esta afirmación es una realidad cotidiana. Su historia no es solo la de una batalla contra el cáncer, sino la de una profunda transformación personal forjada en la adversidad. Con tres tumores cerebrales y un cáncer de riñón a sus espaldas, Iván ha emergido no como una víctima, sino como un mensajero de una verdad poderosa: el valor incalculable de cada instante.

Su testimonio es un faro de resiliencia, pero también una cruda denuncia de las fallas de un sistema que, según él, a menudo olvida a quienes más lo necesitan. La suya es una lección sobre cómo encontrar la calma en medio de la tormenta y cómo, incluso en la caída más dura, se puede aprender a levantar con más fuerza y sabiduría que nunca.

La odisea de Iván Sánchez no se ha limitado a los quirófanos y las salas de oncología. Una de sus luchas más frustrantes ha tenido lugar en los despachos. Debido a que su tratamiento principal se centralizó en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, se vio forzado a empadronarse en la capital, sumergiéndose en lo que él mismo califica como un “caos” burocrático.

La complejidad del sistema de competencias sanitarias le obligó a una gymkana administrativa para poder ser atendido por el equipo médico en el que confiaba. “Es curioso porque no me puedo empadronar en un domicilio, por ejemplo, en casa de mi tía, porque entonces me atendería en La Paz. Entonces, estar empadronado en un domicilio al que corresponda Ramón Cajal”, explica, ilustrando una de las muchas trabas que enfrentan los pacientes oncológicos.

Esta experiencia le ha dejado una convicción amarga sobre la desconexión entre la política y la realidad del paciente. “A las instituciones o a los políticos, los pacientes no les importamos. Ellos van única y exclusivamente a lo suyo”, lamenta. Para Iván, es incomprensible que en un momento de máxima vulnerabilidad, cuando la única preocupación debería ser la recuperación, el sistema imponga barreras que generan más angustia. “Un paciente lo que necesita es seguridad, porque ya bastante inseguridad le da el cáncer”, afirma.

Su crítica se extiende al modelo de descentralización de competencias clave como la sanidad, que considera un error fundamental. “Jamás se debieron transferir a las comunidades autónomas”, sostiene, argumentando que la fragmentación crea ineficiencias y desigualdades. “Tenemos 17 sanidades que no se ponen de acuerdo, ni siquiera en lo más básico”.

Cronología de una lucha incansable

La batalla de Iván comenzó en 2006, cuando le fue diagnosticado su primer tumor cerebral. Le siguieron otros dos en 2008 y 2013. Años más tarde, en 2016, un nuevo golpe: un cáncer de riñón que, afortunadamente, fue extirpado y superado. “El cáncer de riñón está superado, el cáncer de cabeza está bajo control, que ya es mucho”, comenta.

El tumor cerebral, según le explicaron sus médicos, era congénito. “Es un tumor con el que nací”, relata. Durante años, creció en silencio, a la par que su cerebro, sin dar señales. Los problemas surgieron cuando las estructuras cerebrales se solidificaron y el tumor comenzó a ejercer presión, provocando dolores intensos, náuseas y pérdidas de consciencia. El diagnóstico llegó a los 30 años y el impacto fue devastador.

“Asumí que todo se iba a acabar”, confiesa al recordar su primera reacción. Su primer impulso fue ordenar su casa para no dejar cargas a sus padres. La entrada a quirófano fue un momento de terror, magnificado por la advertencia médica de que, sin la operación, le quedaban apenas “15 días de vida”. La imagen de su rostro “hundido, deformado” tras la cirugía fue un shock, pero también el punto de partida de un largo camino de aceptación.

El segundo tumor, apenas un año y medio después, lo recibió “con mucha incredulidad”. Fue entonces cuando la ayuda psicológica se volvió fundamental para aprender a gestionar la situación “con sosiego y con calma”. Sin embargo, fue el cuarto diagnóstico, el cáncer de riñón, el que lo dejó “psicológicamente devastado”. “Yo pensaba que controlaba el cáncer cuando de repente me dijeron lo del cáncer de riñón, me di cuenta de que no controlaba nada”, explica. Este nuevo frente lo sumió en un agotamiento extremo que le obligó a detenerlo todo, incluido su voluntariado, para centrarse en sí mismo.

Solo cuando te caes, aprendes a levantarte

Si algo define a Iván Sánchez hoy es su arrolladora filosofía vital. Lejos de la autocompasión, ha extraído de su experiencia una lucidez que desarma. “Nos vamos a morir. Todos, pero la diferencia está en que la gente a la que esto no le ha tocado no lo ve”, reflexiona. Critica una sociedad que vive “de espaldas a la muerte”, incapaz de valorar el presente.

Su lema es una declaración de intenciones: “Yo ahora exprimo hasta la última gota de zumo. Porque el día que me llegue la muerte, quiero morirme vivo”. Para él, las caídas y el dolor son herramientas de aprendizaje indispensables. “Llorar es lo mejor que nos puede pasar y caerse. ¿Para qué? Para aprender a levantarnos si no nos caemos. Es que es necesario aprender a caerse, porque solo cuando te caes, aprendes a levantarte”.

Su mensaje para alguien recién diagnosticado es claro y esperanzador: “El cáncer es una lección y si lo vives con sosiego y con calma cuando haya pasado, te darás cuenta de que has aprendido la mejor lección que te va a dar la vida; el cáncer te enseña a vivir, pero tienes que tener calma y sosiego para poder aprender esa lección”.

Consciente de su realidad, Iván ha firmado un testamento vital y una orden de no resucitación en caso de daño cerebral irreversible. Sabe que la enfermedad puede regresar. “Lo que sí que tengo claro es que va a llegar, pero yo solo quiero que cuando llegue me pille sereno, me pille tranquilo”, expresa. Su historia es, en definitiva, un poderoso recordatorio de que vivir con plenitud no es una opción, sino una elección consciente.