Desde el Verraco celta hasta los intelectuales del siglo XX, un itinerario por las figuras y tradiciones que forjaron la identidad de la ciudad y que hoy pueblan sus calles y plazas como testigos inmortales.
Pasear por Salamanca es mucho más que admirar su arquitectura monumental; es dialogar con la historia a través de las figuras de bronce y piedra que habitan sus calles. Cada escultura es un capítulo abierto, un homenaje a personajes clave y tradiciones arraigadas que, desde la inmovilidad de su materia, continúan narrando la vida, las leyendas y el pensamiento que forjaron el alma de esta ciudad universitaria.
A través de este recorrido exhaustivo podrás descubrir las historias que se esconden detrás de estos protagonistas urbanos. Un viaje que nos lleva desde los orígenes vetones junto al Tormes hasta los artífices de su esplendor barroco y las mentes críticas del siglo XX.
Las primeras huellas de la ciudad y una de las obras cumbre de la literatura universal tienen su escenario a orillas del río que le da nombre, donde la piedra y el bronce se funden con el paisaje.
Considerada la escultura más antigua de la ciudad, el Verraco es una enigmática figura zoomorfa tallada en granito por los vetones. Ubicado junto al histórico Puente Romano, su existencia ha sido tan azarosa como resistente. En 1834, el gobernador civil ordenó que fuera arrojado al río, donde permaneció partido en tres fragmentos durante 33 años. No fue hasta 1955 cuando fue rescatado, restaurado y devuelto a su emblemático lugar como guardián del Tormes.
A escasos metros del Verraco, una escena literaria cobra vida. La escultura de Agustín Casillas inmortaliza el célebre pasaje de la novela picaresca en el que el ciego estrella la cabeza del joven Lázaro contra el toro de piedra. La obra, publicada anónimamente y censurada en torno a 1552, convierte a Salamanca en el escenario tangible de una de las aventuras más universales de la literatura española.

El entorno del Estudio salmantino es un museo al aire libre que rinde tributo a los pensadores cuyo legado intelectual trascendió fronteras y sigue resonando en sus aulas.
En la zona de la Facultad de Ciencias se erige desde 1983 la figura de Antonio de Nebrija, representado con una biblioteca a su espalda. La escultura rinde homenaje al autor de la primera gramática castellana y figura clave en la introducción de la imprenta en Salamanca. Su prestigio como profesor le llevó a instruir al príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos.
Presidiendo el Patio de Escuelas, la imponente estatua de Fray Luis de León fue inaugurada en 1869. Fundida en bronce con un peso de 1.350 kilos y financiada por suscripción popular, la obra recuerda al humanista encarcelado por traducir la Biblia al castellano. Su regreso a la cátedra dio origen a una de las frases más célebres de la historia académica: "Como decíamos ayer..."

Con su característico bronce oscuro, la efigie de Francisco de Vitoria preside la plaza que lleva su nombre, frente a la fachada de los Dominicos. Este profesor de la Universidad dedicó su obra a la dignidad humana y a los problemas morales de su tiempo, sentando las bases del derecho internacional y de la influyente Escuela de Salamanca.
Frente a la Casa de las Conchas, la escultura de Francisco de Salinas, inaugurada en 1993, funciona también como una fuente que evoca el órgano del compositor. Apodado el "Príncipe de la música", este célebre organista y humanista, ciego desde la infancia, estudió en la Universidad y fue amigo de Fray Luis de León.

La identidad de Salamanca no se entiende sin sus figuras protectoras y sus oficios centenarios. El arte urbano rinde tributo tanto a la fe como al alma popular que da vida a la ciudad.
La profunda devoción de Salamanca por su patrón, San Juan de Sahagún, también se materializa en el bronce que adorna el espacio público. En la plaza que lleva su mismo nombre se erige la escultura en su honor, inaugurada el 12 de junio de 2002, coincidiendo precisamente con la festividad del santo. Este homenaje moderno asegura que la figura del protector de la ciudad permanezca visible y presente en el día a día de los salmantinos.
En la Plaza del Mercado, frente a los Soportales de San Antonio, se encuentra uno de los homenajes más entrañables de la ciudad: el Monumento a las Turroneras. Inaugurado el 21 de diciembre de 2017, este conjunto escultórico del artista Gonzalo Coello Campos rinde tributo a las mujeres que, desde hace más de un siglo, venden sus turrones artesanales en este mismo lugar cada diciembre. La obra, fundida en bronce a la cera perdida y con un peso de 600 kg, representa a una turronera del siglo XIX en su puesto, inmortalizando un oficio que forma parte del imaginario colectivo salmantino.

Más allá del ámbito puramente académico, otras figuras clave en la fisonomía, el pensamiento y el progreso social de Salamanca tienen su merecido reconocimiento en el callejero.
Desde 1968, la calle Bordadores acoge la escultura de Miguel de Unamuno en su característica pose pensativa. El escritor y filósofo de la Generación del 98, que fue profesor y Rector, defendió sus ideas por encima de todo, lo que le costó el exilio y un arresto domiciliario en Salamanca durante los últimos meses de su vida en 1936.

La memoria literaria del siglo XX tiene otro espacio de honor en la Plaza de los Bandos, donde se alza el busto dedicado a Carmen Martín Gaite. La obra, de la escultora Narcisa Vicente Rodríguez, fue inaugurada el 8 de diciembre de 2000, pocos meses después del fallecimiento de la escritora. Realizada en bronce y granito gris, la escultura de 280 cm de altura rinde un homenaje perdurable a una de las voces más importantes y queridas de las letras españolas contemporáneas.
Datada en 1910, la estatua del Padre Cámara muestra al obispo en su enérgica postura al hablar. El pedestal, con relieves en bronce, representa algunas de las iglesias que impulsó. Nombrado Obispo de Salamanca en 1885, fue un prolífico constructor, responsable de la inauguración de 10 iglesias y la restauración de otras 97.

Inaugurada en 2005 para conmemorar el aniversario de la finalización de la Plaza Mayor, esta composición escultórica rinde homenaje a sus principales impulsores. En ella se observa al arquitecto Alberto Churriguera y al corregidor José del Castillo, Conde de Francos, estudiando los planos del que es considerado uno de los ágoras más bellos del mundo.
Su escultura evoca uno de los episodios intelectuales más trascendentales de la ciudad: el debate que Cristóbal Colón mantuvo con los doctores de la Universidad de Salamanca. Aunque el veredicto final sobre su viaje no se decidió aquí, fue en el Estudio salmantino donde defendió la viabilidad de su proyecto, un momento histórico que vinculó para siempre a la ciudad con el descubrimiento de América en 1492.
Inmortalizado en bronce en una de las terrazas del histórico Café Novelty, en plena Plaza Mayor, y junto a la biblioteca municipal a la que da nombre, se encuentra el aclamado escritor Gonzalo Torrente Ballester. Su figura, sentada y en actitud cotidiana, se ha convertido en uno de los puntos de encuentro más fotografiados de la ciudad, un homenaje permanente al autor y a la vida literaria y social que siempre ha bullido en el corazón de Salamanca.

La sensibilidad del poeta Aníbal Núñez, cuya obra está íntimamente ligada a la muralla y al río, encuentra su eco en una escultura que invita al recogimiento. Situada en un entorno tranquilo junto al Tormes, la figura parece contemplar el mismo paisaje que inspiró sus versos, ofreciendo un espacio para la pausa y la conexión con el alma más lírica de la ciudad.
La ciudad también rinde homenaje a Filiberto Villalobos, una figura clave en el progreso social y científico de Salamanca. Este médico y político es recordado por su incansable dedicación a la educación y la asistencia a los más necesitados, además de por ser un pionero en el uso de los rayos X en la ciudad. Su labor como concejal del Ayuntamiento desde 1909 dejó una profunda huella en el desarrollo de la sanidad y la enseñanza locales.
El legado de Germán Sánchez Ruipérez como uno de los grandes mecenas de la cultura del siglo XX está presente en Salamanca. Su escultura rinde tributo al creador de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez en 1981, una institución con sedes en Peñaranda, Madrid y la propia capital salmantina, que se ha convertido en un referente internacional para el fomento de la lectura y la innovación en el sector editorial.