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Carlos Juanes, músico: "No me imagino una fiesta de un pueblo sin una charanga"
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ENTREVISTA

Carlos Juanes, músico: "No me imagino una fiesta de un pueblo sin una charanga"

Actualizado 15/07/2025 09:11

Con más de tres décadas de experiencia en charangas, repasa su trayectoria desde sus inicios con ocho años hasta la actualidad. Juanes denuncia la falta de reconocimiento profesional y la competencia desleal que devalúa su trabajo, reivindicando la dignidad de una profesión que es el alma de las fiestas de pueblo.

El sonido de una charanga es la banda sonora del verano, el alma de la fiesta de pueblo, la alegría compartida en calles y plazas. Pero detrás de los metales y el ritmo infatigable que anima eventos y pasacalles, existe una realidad a menudo desconocida: un mundo de pasión y sacrificio, de camaradería y desafíos profesionales. Carlos Juanes, músico de 41 años y miembro de la Charanga La Clave, ha vivido esta realidad desde que era un niño. Su historia es la de quien lleva la fiesta en el alma, pero también la de quien lucha por la dignidad de una profesión que es mucho más que "estar todo el día de fiesta".

Un inicio al son del triángulo y el afecto familiar

La vocación de Carlos no nació en un conservatorio, sino en el corazón de una murga familiar. "Yo empecé en una murga tocando el triángulo", rememora. Tenía apenas ocho o nueve años cuando su padre lo introdujo en un pequeño grupo que incluía a su tío con el acordeón y a otros amigos con diferentes instrumentos. Para un niño, aquello fue una revelación. "Para mí era una pasada, porque ahí es donde empecé yo a conocer un poco lo que es la fiesta y, vamos, estar con mi padre tocando era una experiencia increíble. Yo flipaba".

Aquel vínculo indestructible con la música se selló con momentos imborrables, como el día de su Primera Comunión, cuando la murga apareció por sorpresa en el restaurante. "Yo en ese momento no sabía lo que estaba pensando y me preguntaba: '¿Y a qué ha venido esta gente?'", cuenta entre risas, reconociendo que ahora, como profesional, entiende la magia de esos gestos que él mismo replica para otros.

Desde aquella murga inicial en la asociación de vecinos de AVESI, Carlos ha formado parte de varias agrupaciones, como la charanga musical El Carmen, hasta encontrar su sitio en la Charanga La Clave, donde lleva ya muchos años. Este largo recorrido le ha enseñado que la vida del músico de charanga tiene dos caras muy distintas.

"Hay bolos en los que la gente te entra al trapo, como solemos decir, y sientes que estás en la cresta", explica con entusiasmo. Pero también existe la otra cara, la de la indiferencia, que convierte el trabajo en una prueba de resistencia: "Hay otros que pasan de la charanga y se te hacen las horas eternas".

La lucha por la dignidad profesional: "No creo que a un albañil le paguen con un plato de lentejas"

Esta dualidad se extiende al trato profesional. Aunque el beneficio económico es parte del trabajo, es la conexión humana lo que realmente motiva a seguir después de tantos años. Sin embargo, Carlos denuncia una persistente falta de comprensión por parte de algunos contratantes, que los ven más como animadores amateurs que como profesionales.

"Hay sitios que sí nos valoran y pero otros en los que no", lamenta. Describe situaciones en las que se intenta regatear el precio hasta el extremo: "Te racanean dinero al máximo o incluso te van quitando horas del bolo. Nos han llegado a ofrecer contratarnos por darnos de comer y yo creo que, por ejemplo, a un albañil no le dices que le das un plato de lentejas si te alicata la cocina". Esta mentalidad, asegura, menosprecia un trabajo que requiere un gran esfuerzo para compaginarlo con otras ocupaciones. "Muchas veces me toca salir corriendo de trabajar para llegar al bolo", confiesa Carlos Juanes.

Un sector golpeado por la pandemia y la competencia desleal

A este desafío se suma otro problema significativo: la competencia desleal. La pandemia supuso un golpe durísimo para el sector. "Durante la pandemia no hicimos nada", recuerda. La vuelta fue lenta y temerosa. "El primer verano que pasamos después de la pandemia fue casi prácticamente de ir cerrando actuaciones al día, sin nada previsto con anterioridad".

Ahora, la situación se ha normalizado y la demanda ha vuelto con fuerza, pero ha traído consigo un nuevo reto. "El problema es que ahora hay muchas charangas", señala. El inconveniente no es el número, sino las prácticas de algunas. "Lo que hay es mucha charanga desleal que abaratan los precios para tener más actuaciones que los demás". Esta guerra de precios y condiciones, afirma, perjudica totalmente a las formaciones que intentan mantener unos estándares profesionales y de calidad.

Carlos Juanes, músico: "No me imagino una fiesta de un pueblo sin una charanga" | Imagen 1

A pesar de las dificultades, Carlos es un defensor ferviente del papel de su profesión. ¿Qué aporta una charanga a una fiesta? "Pues, para mí le aporta todo", sentencia con rotundidad. Destaca su versatilidad frente a otros formatos musicales: "Una charanga te toca pasodobles, te toca rumbas, te toca música moderna, te toca música antigua... no es como las orquestas de ahora, que va todo destinado a la música actual... ¿Dónde está un pasodoble? ¡Tócame un pasodoble!", reivindica con pasión. Para él, una fiesta patronal es inconcebible sin su presencia: "No me imagino una fiesta de un pueblo sin una charanga".

"Me encantaría que mis hijas fueran la siguiente generación en la charanga"

Mirando hacia adelante, el futuro de Carlos Juanes sigue sonando a música. Ve con alegría cómo las nuevas generaciones se incorporan con ganas en su propio grupo. Su motivación personal, que le ha regalado a sus mejores amigos y a la madre de sus hijas, a quien conoció también en este mundo, permanece intacta.

"Yo sigo en este mundillo de las charangas porque me gusta. El día que me deje de gustar, dejaré de estar en la charanga". Al preguntarle si le gustaría que sus hijas siguieran sus pasos, su respuesta es inmediata y clara: "Me encantaría que fuera la siguiente generación de la familia". Ese sería el cierre perfecto para una vida entregada a la música: un legado que empezó con su padre y que espera que continúe con sus hijas, asegurando que el alma de la fiesta nunca se apague en los pueblos.