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Alberto Iglesias, un agricultor de Cantalapiedra que trabaja de madrugada para combatir el sofocante calor: "Hay que ser camaleónico"
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ENTREVISTA

Alberto Iglesias, un agricultor de Cantalapiedra que trabaja de madrugada para combatir el sofocante calor: "Hay que ser camaleónico"

Actualizado 14/07/2025 08:57

La evaporación del agua en las horas centrales del día le obliga a regar de noche para no "tirar el 35% del gasóleo", en una lucha constante que la define como "de masoca por naturaleza".

El sol aún no ha despuntado en el horizonte de La Armuña, pero en Cantalapiedra, la jornada de Alberto Iglesias ya ha comenzado. No es una elección, sino una imposición del termómetro y una estrategia de supervivencia económica. Desde que se incorporó al negocio familiar en 2006, este agricultor, heredero de una saga ligada a la tierra —"mi padre era agricultor, mi abuelo, mi bisabuelo, mi tatarabuelo"—, ha aprendido a ser "camaleónico" para proteger su explotación de patata, alfalfa, trigo, cebada, girasol y garbanzos de un clima cada vez más exigente.

En plena canícula estival, el trabajo en el campo salmantino se transforma en una batalla contra el calor y la evaporación, un enemigo silencioso que amenaza la rentabilidad de cada gota de agua. El principal factor que reconfigura por completo la rutina de Alberto es la pérdida de agua durante las horas de máxima insolación. El cálculo es tan preciso como doloroso. "La evaporación que puede haber en las horas centrales del día, pues es, quizás, de un 35 por 100", detalla.

Esta cifra no es una mera estadística, sino un impacto directo en su bolsillo. "Si echas en dinero, vamos a hablar así, en dinero, pues estás tirando realmente el 35 por 100 del gasóleo que yo empleo para el motor de riego", explica. Además, subraya que esta práctica no solo es ineficiente, sino perjudicial para el cultivo: "A la planta no le beneficia, en absoluto, el regar con tanto calor".

Jornadas partidas que se adentran en la madrugada

Para combatir esta merma, Alberto ha diseñado una coreografía laboral que esquiva al sol. Su jornada se divide en dos turnos intensivos, adaptados a la temperatura y la luz.

  • Turno de mañana: El trabajo de riego arranca en la penumbra, "entre las 6 y las 7 de la mañana", y se extiende hasta que el calor aprieta, finalizando "entre las 12 y la una del mediodía".
  • Turno de tarde-noche: Tras una pausa obligada, la labor se reanuda al atardecer, "a las 7, a las 8, depende del día", y se prolonga hasta bien entrada la noche, pudiendo acabar "a la una o las dos de la mañana".

Manifiesta que incluso hay días que no se acuesta. Esta flexibilidad extrema es, para él, la esencia de la supervivencia en el sector. "Hay que ser camaleónico. Hay que adaptarse a las circunstancias", afirma con rotundidad. Como agricultor autónomo, cada decisión recae sobre sus hombros. "Los que somos nuestro propio jefe tenemos que mirar por la explotación y tenemos que mirar por el beneficio nuestro", recalca.

La tecnología no es la solución: el calor, un riesgo para las máquinas y el campo

Aunque los avances tecnológicos han modernizado muchas labores, poco pueden hacer contra el calor extremo en lo que respecta al riego. De hecho, las altas temperaturas suponen un riesgo añadido para la propia maquinaria. "El motor de riego tiene unos sistemas de seguridad para que, en caso de excesiva temperatura, se pare solo", comenta. Además, durante la cosecha, la Junta de Castilla y León impone restricciones horarias para minimizar el riesgo de incendios, una medida que evidencia el peligro real del calor en el campo.

Con casi dos décadas de experiencia, Alberto Iglesias ha desarrollado una visión personal sobre la evolución del clima. Sin declararse negacionista, cuestiona el discurso oficial y plantea una reflexión. "Si somos capaces de manipular el clima para que, por ejemplo, como se dijo este invierno en Río de Janeiro, pues no hubiese lluvia durante el Carnaval, ¿quién me dice a mí que no se va a manipular el clima para ciertos sectores?". Es la duda de quien vive "mirando al cielo, porque del cielo dependemos todos los agricultores".

Alberto Iglesias, un agricultor de Cantalapiedra que trabaja de madrugada para combatir el sofocante calor: "Hay que ser camaleónico" | Imagen 1

Esa mirada crítica se extiende a la percepción social y política de su oficio, que considera "infravalorado". Por un lado, lamenta la envidia o el desconocimiento que genera la inversión en maquinaria. "No se dan cuenta de que todo eso hay que pagarlo, y si no recoges, pues es difícil pagarlo. Es una profesión en la que tienes que invertir constantemente sin saber lo que vas a recoger", recalca. Por otro, critica con firmeza la distancia de las administraciones: "Si la sociedad en general y los políticos en particular se diesen cuenta de la importancia que tiene el sector primario, no harían las políticas comunistas (PAC) que a día de hoy se están haciendo".

"El agricultor es masoca por naturaleza"

A pesar de las jornadas maratonianas, la incertidumbre económica y la sensación de incomprensión, algo impulsa a Alberto a seguir adelante. Lo resume con una frase tan dura como sincera, que encapsula la resiliencia de todo un sector: "A pesar de todo, el agricultor es masoca por naturaleza. Siempre pienso en el año siguiente y en cómo volver a revivir, a producir y a seguir trabajando".