—Entonces, ¿qué pinta ADIF aquí, si ni administra ni mantiene nada?
Pues ese es otro misterio bíblico. Porque, aunque lleva décadas sin intervenir, sigue siendo dueña y señora de una hacienda que ni aprovecha ni deja aprovechar. Como el perro del hortelano, ni come ni deja comer
“La voz que clama en el desierto” es una referencia bíblica a Juan el Bautista, quien preparaba el camino para algo más grande. También sirve para describir cualquier mensaje que intenta abrir paso a lo importante, aunque pocos estén dispuestos a escuchar. No hay frase mejor para explicar la labor de la Asociación de Frontera Tod@vía y su clamor —incansable desde hace décadas, con este u otro nombre— por recuperar con fines turísticos un tramo ferroviario abandonado por quienes deberían haberlo conservado, y solo saben hacer oídos sordos a la evidencia.
Jamás se me ocurriría comparar al Bautista, precursor de Jesús, con la Asociación Tod@vía. Pero similitudes, haylas. También a Tod@vía le gustaría que “alguien” se arrepintiera de haber cerrado la línea, e insiste en su conversión: transformar esa vía en una ruta turística con vehículos ligeros, movidos por energía solar. Incluso podríamos decir que, al igual que Juan se vestía con pelo de camello, estos “perroflautas” de la Raya no dudan en tirarse al monte como las cabras. No nos sorprendería que alguno luzca incluso chaqueta de camello reciclado: activismo rural, estilo y compromiso.
Ese “alguien” al que me refería más arriba es ADIF, la administración encargada de mantener infraestructuras ferroviarias: vías, estaciones, terminales…
—Pero esto no es una infraestructura ferroviaria, por aquí hace 40 años que no pasa un tren—, podríais decir.
Y con razón.
—Entonces, ¿qué pinta ADIF aquí, si ni administra ni mantiene nada?
Pues ese es otro misterio bíblico. Porque, aunque lleva décadas sin intervenir, sigue siendo dueña y señora de una hacienda que ni aprovecha ni deja aprovechar. Como el perro del hortelano, ni come ni deja comer. Y por si fuera poco, se permite incluso hacer negocio con ella, pasándole parte del muerto a otro (léase: el Ayuntamiento de Boada, que debe asumir responsabilidades sin capacidad real de decisión).
Ayer el desierto tomó la forma de una estación: la primera de la línea, la única que ha sobrevivido a la ruina y al expolio. No era tan simbólica como el desierto de San Juan, pero el reducido grupo de alcaldes que acudió a la foto contribuyó notablemente a que lo pareciera. Solo tenían que estar. Ni siquiera se les pedía firmar nada nuevo, apenas respaldar lo que ya dijeron apoyar al crear la Plataforma “La vía que nos une”. Su presencia hubiera bastado para reflejar que “ahora sí” van a tomárselo en serio. Que algunos justificaran su ausencia en un acto tan simbólico no evita que sigamos creyendo que su fe, su compromiso y su implicación real con esta causa siguen teniendo muchas lagunas, pero pocos oasis.
Y es que no hay fe en este desierto demográfico. Ni entre la mayoría de los vecinos que aún quedan, ni entre buena parte de sus representantes, parece haber una convicción real —aunque sí reconozcan el valor del proyecto— de que esto pueda llegar a hacerse algún día.
Así, el mayor y más extraordinario proyecto que pueda pensarse para el desarrollo de esta comarca desierta seguirá esperando el milagro. Es verdad que nadie es profeta en su tierra, y para nuestro bochorno —y también gratitud— Tod@vía no nació aquí. Podría haber salido de algún paisano de La Fregeneda, o de Lumbrales, o de Hinojosa, donde aún quedan tantos Juanes y tantos Bautistas (hubiera sido sublime la coincidencia). Pero la profecía aún no se cumple, y los auténticos carrilanos tendrán que seguir clamando por la vía y por la vida.
Porque, señores, si proyectos como este no llegan a materializarse algún día… esto se acaba.
Nota al pie:
La Asociación de Frontera Tod@vía lleva más de veinte años trabajando por la conservación y puesta en valor del antiguo trazado ferroviario La Fuente de San Esteban–Barca d’Alva. Este recorrido, de 77 km y actualmente fuera de servicio, atraviesa parajes de alto valor paisajístico y patrimonial, como la dehesa charra, el paisaje de Las Arribes, y los Puentes Internacionales sobre el río Águeda o los túneles excavados en roca viva entre La Fregeneda y el Duero. La propuesta actual, impulsada por la Plataforma “La vía que nos une” —formada por Tod@vía y las entidades locales del trayecto—, plantea la reconversión del trazado en una ruta turística sostenible, mediante vehículos ligeros de propulsión solar. Sin embargo, la infraestructura sigue bajo titularidad de ADIF, lo que supone un obstáculo legal y operativo para su uso alternativo.
Francisco Caro
Autor del libro Carbonilla, la vía del abuelo.
