No todo el mundo tiene claro qué es la PPWR, pero es bastante sencillo si se mira de cerca. Esta propuesta, nacida desde el corazón de la Unión Europea, busca establecer un único libro de reglas para todos los que quieren vender sus productos en el territorio.
La propuesta de Reglamento sobre Envases y Residuos de Envases (PPWR) está dibujando un nuevo horizonte para la industria europea, uno en el que la economía circular deja de ser un eslogan para volverse una realidad palpable. Al mirar de cerca, salta a la vista que el desecho de envases se ha vuelto una montaña gigante en Europa: no es un secreto que representan nada menos que el 40% del plástico y la mitad del papel consumido en toda la Unión Europea. Es lógico, por tanto, que este reglamento trate de frenar esa avalancha de residuos sólidos urbanos, ofreciendo al mismo tiempo un marco común para todos los países miembros, que hasta ahora parecían bailar ritmos diferentes. Por eso, quienes forman parte de la empresa de envases de Envaselia y otras similares observan de cerca cada movimiento en Bruselas, conscientes de que aquí se juega su futuro inmediato.
Lo cierto es que, mientras algunos lo ven como una carga administrativa más, otros afirman que la PPWR abre muchas posibilidades para repensar los envases desde el principio hasta el final, algo así como construir una casa sabiendo ya cómo reciclar cada ladrillo cuando llegue el día. Curiosamente, la normativa obliga a mirar más allá del mero residuo: toca temas espinosos como la difícil reciclabilidad de ciertos formatos, la proliferación de envases que no pasan ni la primera criba de sostenibilidad, o la presencia de sustancias que nadie querría cerca de su comida. Si quiere uno entender de verdad la magnitud del cambio, basta considerar que para el año 2030 todos los envases deberían poder volver a la cadena de valor de manera viable y rentable, sin rodeos.
No todo el mundo tiene claro qué es la PPWR, pero es bastante sencillo si se mira de cerca. Esta propuesta, nacida desde el corazón de la Unión Europea, busca establecer un único libro de reglas para todos los que quieren vender sus productos en el territorio. La ambición es más grande de lo que parece a primera vista: unificar la regulación y garantizar que las metas del Pacto Verde Europeo, ese gran paraguas ecológico, se cumplan de verdad y no solo sobre el papel.
Y aquí va un detalle que muchos empresarios ya han empezado a considerar en sus estrategias: la PPWR va mucho más allá de leyes anteriores. Su mirada contempla el ciclo de vida completo de los envases. Ya sea desde su diseño original hasta que se tiran a la basura y pasan por la planta de reciclaje, la regulación quiere soluciones reales ante problemas como la falta de reciclabilidad o la toxicidad de algunos componentes. Hay quienes dirían que es como pasar de tener remiendos por todas partes a coser un tejido robusto y sin fisuras.
La regulación, que no deja indiferente a nadie, persigue varios objetivos muy marcados. Aunque resulte tentador colocarlos todos en fila, cada eje es casi un pequeño terremoto por sí mismo dentro del sector:
Para quienes creen que esto será solo un cambio cosmético, la realidad es otro cantar. Las empresas deben adaptarse en varios frentes: desde el primer boceto del envase hasta los sistemas para devolverlo o reciclarlo. Y para muchos, aquí empieza el verdadero desafío.
Diseño y reciclabilidad de los envases
Cada tipo de envase deberá pasar un estricto “filtro de reciclaje”. Los diseñadores tendrán que poner en juego su creatividad y saber hacer para inventar soluciones que permitan que los materiales circulen fácilmente. Detalles como etiquetas o pegamentos deberán ser revisados, si no eliminados, cuando obstaculicen un reciclaje realmente eficaz.
Contenido reciclado y reutilización
No basta con hacer promesas. Ahora se exige que la proporción de plástico reciclado en cada envase alcance ciertos mínimos, y esa barra irá subiendo a medida que pasen los años. Los sectores de alimentación y bebidas, en especial, tendrán que ponerse las pilas para sumarse a sistemas de depósito y retorno o adaptarse a modelos de recarga mucho más exigentes de lo que acostumbran. Es un cambio que no deja espacio a la improvisación.
No hay tiempo que perder. El calendario de aplicación de la PPWR marca plazos ineludibles para las empresas, que tendrán que revisar cuanto antes sus procesos internos. El 2030 aparece como año fetiche, pero cada objetivo tiene su propia hoja de ruta y los cambios llegarán escalonadamente. Algunos sentirán la presión de las fechas más próximas, mientras que otros podrán respirar un poco más, aunque no por mucho tiempo.
Todos los envases comercializados en la UE deben cumplir con los criterios de reciclabilidad.
2030
Los envases de plástico deben incorporar porcentajes mínimos obligatorios de material reciclado.
2030
Se deben alcanzar objetivos específicos de reutilización en sectores como HORECA y bebidas.
2030 y 2040
Restricción y prohibición progresiva de determinados envases de un solo uso innecesarios.
Progresivo
Por cierto, esta directiva no está sola; la acompañan otras piezas legales europeas, como la Directiva Marco de Residuos o la de Plásticos de un Solo Uso, tejiendo entre todas una red normativa que pone a prueba la agilidad del sector. Finalmente, el que se adapte rápido y bien no solo evitará sanciones, sino que puede liderar la próxima ola de innovación sostenible en el viejo continente, atrayendo un mercado ya muy atento al impacto ambiental de los envases, tanto para empresas como para consumidores finales. Sin duda, el cambio está servido e ignorarlo sería como querer tapar el sol con un dedo.