Autor: Manuel Lamas
La tarde se extingue lentamente,
y en su lenta agonía va cubriendo,
con sombra los Campos de Castilla,
olvidados y sedientos en los yermos.
El labrador de antaño ya no seca,
con sus manos vigorosas el sudor.
Hoy el tiempo, otorga generoso,
merecido descanso al sembrador.
¿Qué fue del labrador que me enseñó,
de la tierra a descubrir su imagen noble?
¿Dónde está la semilla que enterramos
en surcos alargados y uniformes?
Hoy, todo se me antoja entristecido,
con la cálida luz que nos envuelve;
ausencias en los surcos han brotado,
y el labrador, ausente, nos requiere.
Las mulas, sedientas, ya no trillan,
no se esparcen los granos en la era,
no resbalan los chiquillos con la paja
ni preparan meriendas las abuelas.
Es mejor, sin duda, nuestra vida
sin el azote del clima en nuestra piel.
Pero el joven labrador, no arrancará,
los secretos de la tierra, como aquél.
Concluida su vida, el sembrador,
en el joven introdujo sus anhelos.
Mañana, al germinar esa semilla,
con el fruto desvela los secretos.
El viejo labrador marchó en silencio;
ya descansa sobre el campo trabajado.
Dejó su carro al borde del camino,
y la azada junto al pozo, con su arado.
Autor: Manuel Lamas / Voz del vídeo: Toño Blázquez