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El éxito de la muestra “El sentimiento femenino en la obra de Agustín Casillas” nos devuelve a uno de nuestros mejores escultores salmantinos
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cultura y arte

El éxito de la muestra “El sentimiento femenino en la obra de Agustín Casillas” nos devuelve a uno de nuestros mejores escultores salmantinos

Actualizado 27/06/2025 18:03

La muestra, que se cerrará el 29 de junio, ha tenido un impresionante número de visitantes

Hay artistas que nos pertenecen y a los que sentimos más nuestros si cabe. Se suceden las muestras de sus obras y el público acude a reencontrarse con aquello que nos es familiar y querido. A lo largo de las semanas en las que las obras de pequeño y mediano formato de Agustín Casillas han habitado los corredores de ladrillo rojo de la sala de exposiciones de la Biblioteca Casa de las Conchas, el público soberano ha vuelto a mostrar, con su interés, la importancia de este artista que tenemos la fortuna de vivir en nuestras calles.

Han sido numerosas las ocasiones en las que la obra de Agustín Casillas ha dejado su taller de la calle de la Paloma para encontrarse con el público que tan bien la conoce. Una obra que tiene su rincón en el recorrido museístico de Santa Marta de Tormes, ese acierto cultural que tanto le debemos al municipio de la Isla del Soto. Una obra que ama el público y que debería estar, lo reiteramos, a su disposición de forma permanente. Urge la necesidad de un museo en el que disfrutar del arte nuestro, el que amamos, al que acudimos cuando la generosidad de la familia Casillas, siempre atenta en la persona de Lidia y Antonio, sus hijos muestra la obra de estudio de su padre, uno de nuestros escultores en tiempos de grandes artistas que hicieron de Salamanca la ciudad de sus cinceles.

Partícipe de aquella generación esforzada y magnífica –Mayoral, Damián Villar, Venancio Blanco…- Casillas es el escultor que más estrechamente ha calado en la vida cotidiana de “sus” gentes. No solo por su obra, sino por su bonhomía, por su entrega, por su sinceridad, por su sencillez. Supo leer la historia –sobre todo la literaria- de una ciudad unamuniana transida de esa “intrahistoria” del rector que se llena de tipos populares, de charras, de mujeres fuertes, de vecinas nuestras. Y junto a los personajes cotidianos, el gusto de Casillas por la literatura y por la mitología con la que nos regala figuras que forman parte de nuestra educación artística ¿Quién puede olvidar “La Europa” del Parque de la Alamedilla? ¿La Celestina envuelta en sus maldades?

Tiene esta muestra que ha superado todas las expectativas de visitantes, un sesgo especial muy atractivo. El sentimiento amoroso, sabio, de lo femenino. Agustín Casillas se estrenó como artista retratando a las mujeres de su familia. Huérfano de padre, la influencia de la madre marcó el amor del hombre por la figura femenina: sus tías, las mujeres de sus amigos, su esposa, su hija. En la mujer leía Casillas la vida y la belleza, la historia y la fantasía. Fue un tema constante y “sutil” como afirma el historiador de arte Francisco Javier Blázquez en un exquisito artículo sobre el escultor. Casillas retrató a la mujer en todas sus edades y también, en muchas de sus facetas: la fuerza, lo cotidiano, lo popular, lo mitológico, lo amoroso… y por supuesto, su vinculación con la naturaleza. Sus náyades y ondinas emergen del agua, su niña magnífica en una pieza que siempre me conmueve, se inclina hacia un caracol. Las ondulaciones propias del artista, alumno de Montagut, quien le enseñó el clasicismo de la forma y el costumbrismo del tema, se convierten en un lenguaje que poco a poco se estiliza, se hace abstracto, se moderniza, se sublima. Y la figura, realista, rotunda, deja paso a la pura poesía.

Pura abstracción en esa pieza, femenina, que representa el dolor y que todos visitamos, dolorosamente, cuando tenemos que ir al lugar de la quietud, en el Tanatorio de San Carlos Borromeo. El recorrido hacia esa pura forma es un paseo por la obra de Casillas que, en esta muestra, se ha centrado en lo femenino. Una monografía exquisita para recordar los grandes temas del artista: la niñez, la belleza, el sentimiento amoroso, el amor a la familia, el costumbrismo charro, la literatura. Cada pieza acaricia con sus formas redondeadas, la mirada del visitante. Y de nuevo nos rendimos a la evidencia: el público ama la escultura de Casillas. Y aprecia el esfuerzo de montar sus muestras

Una muestra que debe mucho a quien durante años compartió el tiempo del estudio y de la sabia compañía. Es Arturo Gonzalo no solo el hijo político del artista, sino quien cuida las piezas, las dispone, las ilumina, las mima en el taller donde tantas veces acompañó al hombre sabio. De él aprendió la humildad del barro, el banco de la paciencia donde tallar la piedra, la disposición de las piezas, la atención a los materiales. La vejez no le restó un ápice de genio al artista, pero necesitaba apoyo, el mismo con el que ahora acaricia Arturo Gonzalo las piezas que amamos ver en las muestras que se suceden de las obras del artista. Una labor callada y recogida que, junto al empeño de los hijos, nos permite disfrutar de aquello que amamos. Aquello que debería estar expuesto de forma permanente para nuestro disfrute. Porque el público siempre se entrega a la obra de Agustín Casillas. Porque es nuestro, porque es parte de la esencia que tan bien nos refleja.

Charo Alonso.

Fotografía: David Domínguez