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Ángel, un salmantino sordociego: “La vista la he ido perdiendo a medida que iba creciendo”
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TODOS LOS LUNES ACUDE A LA SEDE DE LA ONCE EN SALAMANCA

Ángel, un salmantino sordociego: “La vista la he ido perdiendo a medida que iba creciendo”

Actualizado 26/06/2025 11:22

A sus 67 años, este vecino de Yecla de Yeltes comparte su día a día para visibilizar a las personas sordociegas. Cada lunes se reúne con Rocío Martín, su mediadora en la ONCE Salamanca

La vibración de un despertador especial marca el inicio de la jornada para Ángel en su hogar de Yecla de Yeltes. Un salmantino que a sus 67 años, vive en un mundo que para él está definido por un silencio que lo acompaña desde el nacimiento y una visión que se ha desvanecido progresivamente con el paso de los años. Sin embargo, cada día es una muestra de su meticulosa organización y una voluntad férrea.

Cada lunes canalizada a través de Rocío Martín, su mediadora en la ONCE de Salamanca. Es ella quien nos desgrana la historia de este salmantino que no puede comunicarse a como la sociedad está acostumbrada. “No sé comunica a través de una lengua de signos básica, sino que tiene una lengua de signos apoyada, es decir, depende de la habilidad del interlocutor”. Además, siempre usa gafas oscuras debido a la ceguera y la claridad de la luz. El dactilológico en la palma es la comunicación que se realiza con personas sordociegas sin restos sensoriales. Además cuenta con un bastón distintivo, blanco con franjas rojas. “Yo ya nací sordo”, transmite Rocío, poniendo palabras a la realidad de Ángel. La sordera congénita lo sumió en un universo sin sonidos desde el principio. Aprender a comunicarse fue un desafío en una época con menos recursos. “Intentaban enseñarle a hablar, me colocaban la boca de diversas formas para poder hablar. Así estuve durante un montón de años“, relata.

La vista, en cambio, fue una capacidad que lo acompañó durante gran parte de su vida. “Me di cuenta que no veía según iba creciendo, con el paso del tiempo iba perdiendo visión”, explica. Esta pérdida fue gradual. “Según ha ido ha ido perdiendo más base y desde hace unos años ya veo muy muy poco”.

Del campo y las motos a una jubilación marcada por la discapacidad

Hubo un tiempo, durante su juventud, que trabajó en el campo dedicado al cuidado de vacas. “Estuve así unos 3, 4 años trabajando. En ese momento no tenía tanta pérdida de visión”, recuerda. Sorprendentemente, incluso llegó a conducir una moto. “Tenía carne de moto e iba de un lado para otro, por eso también empecé a darme cuenta de que iba perdiendo bastante visión”. La dificultad para adaptarse fue una señal clara.

La progresiva disminución visual aceleró su retiro. “Con 54 años se fue un tiempo a Valladolid, a un centro con unas monjas. Sin embargo, regresó a su pueblo y allí le llegó la jubilación anticipadamente, consecuencia del incremento de su grado de discapacidad reconocido oficialmente. “La discapacidad ha ido aumentando a base de que ha ido perdiendo visión”, explica Rocío.

Una vida autónoma y activa en Yecla de Yeltes

Actualmente, Antonio reside con su hermana en su casa de Yecla de Yeltes, un pequeño municipio salmantino. Su día a día es un ejemplo de autogestión.

En su pueblo, mantiene lazos sociales, especialmente con un amigo. “En el pueblo nadie habla lenguaje de signos, pero con su amigo se entiende” detalla Rocío. Con él se van los domingos. “Voy con él a las vacas, al campo, otros días nos vamos en su coche hasta Vitigudino a tomar algo al bar”, explica animado.

En casa, Antonio es un hombre activo. La carpintería es una de sus grandes aficiones y “siempre encuentra algo que hacer”, asegura Rocío, explicando lo que dice Ángel. Además, disfruta de paseos por zonas conocidas y “ en agosto suele irse a algún campamento con otras personas en su misma situación, lo que es muy importante para él”, asegura Rocío.

El viaje a Salamanca y el apoyo crucial de la ONCE

Cada lunes, Ángel viaja desde su pueblo hasta Salamanca, para acudir a la sede de la ONCE. “Voy hasta Vitigudino y desde allí vengo en autobús hasta Salamanca”, explica. Una vez en Salamanca, concretamente en la estación de autobuses, un voluntario le está esperando y le acompaña hasta la sede de la ONCE. Este acompañamiento es crucial ya que en la estación, “como hay un panel grande que tiene muchas salidas, él no las ve”.

Lleva vinculado a la ONCE desde el año 2000. Este centro es un pilar para él. Aquí, Rocío Martín, su mediadora, es indispensable. Además, asiste a clases de braille y gestiona trámites con la trabajadora social. Para gestiones más complejas, como asuntos bancarios o subvenciones, cuenta con el apoyo de otra chica de la ONCE

La historia de Ángel, transmitida con dedicación por Rocío Martín, es un faro de determinación y una lección de adaptación continua. Cada gesto, cada viaje, cada nueva palabra en Braille, es una victoria contra las barreras de la sordoceguera. Su vida es un testimonio de cómo la ausencia de dos sentidos no implica la ausencia de una vida plena.

A sus 67 años, demuestra con cada acción que la capacidad de superación y el deseo de conectar con el mundo pueden iluminar el camino más arduo. Su rutina es un ejercicio de valentía, autonomía y resiliencia, un ejemplo palpable de cómo la vida florece con el apoyo adecuado y un espíritu indomable.