Fulgencio Argüelles, la memoria de los desvanes del pasado

Va acabando el curso y la Librería Letras Corsarias cierra su espléndida programación con encuentros que, como siempre, hacen reflexionar al público y, sobre todo, nos proporcionan otra visión de los éxitos editoriales: los de la excelencia. Y en esta ocasión, con una editorial que también practica el arte de una forma de hacer cuidadosa, exquisita en las formas y reflexiva, profunda, en las propuestas. Los lectores de la Editorial Acantilado no se lanzan al vacío. Saben que ofrece calidad, y calidad formal es lo que siempre supone el lector de la prosa memoriosa y lejos de toda afectación propia del mercado, de Fulgencio Argüelles.

Nacido en una aldea asturiana, Argüelles fue alejado por su padre del mundo de la mina dirigiéndole a los estudios. Psicólogo de profesión y experto en psicología del trabajo, abandona Madrid para volver a su tierra donde ahora escribe para el periódico El Comercio y publica libros de relatos, narración en bable y sobre todo, nueve novelas de hermosos y largos títulos que culminan con esta increíble 'El desván de las musas dormidas', la última publicación de Argüelles en la que recrea en forma de soliloquio sostenido, su infancia y su juventud.

Desde la portada, en la que el niño, modoso con sus manitas a la espalda, nos sonríe frente a la pared de piedra, hasta el final en el que afirma los recuerdos no son idénticos a la realidad. Necesitan pegamentos, soldaduras, colas de contacto para parecerse a la realidad, Argüelles recorre el paisaje de su niñez con los ojos nuevos, la sensación de que el mundo ha sido creado para que lo descubra este niño preguntón y observador que, más adelante, llevará una libreta para anotar las palabras nuevas.

A su lado, la madre que “huele a madre” y el padre, un hombre letrado, fantasioso, auténtico protagonista de la obra, las gentes de ese pueblo que no tiene ni mar, ni cementerio ni iglesia, se despliegan en un mosaico que atrapa al lector inmerso en un tiempo y un espacio suspendido en el desván de las musas. Un tiempo en el que la presencia del Caudillo se deja sentir con la misma fuerza que la guerra, la falta, la necesidad y el trabajo constante, ese al que se dedican las gentes del pueblo, con sus frases lapidarias, “se pasó de vieja”, su gracia “no me llames cosas que no sé qué significan” y sobre todo, su persona, descrita por el autor-niño con exquisita sabiduría, dueño del don de las oraciones de una contundente belleza: “Un día me hice mayor y nadie vino a explicarme nada de aquello que había quedado pendiente”, “En un lugar invisible pasé la infancia y la juventud”, “a veces -me dijo- las musas se quedan dormidas en los desvanes”.

Tiene este libro de Fulgencio Argüelles una cualidad evocadora que nos toca a todos, incluso a quienes no hemos tenido desván convertido en escuela o padre con matrículas ocultas. Y es así porque recorre la memoria de un tiempo que se mantiene en las ruinas de esta España vaciada que ahora, gracias a autores como Argüelles, se recupera y se reivindica a través de la literatura y de la belleza. Y es en este escritor que afirma que toda literatura es una búsqueda de la belleza, quien nos ofrece este regalo de la memoria, este recorrido por una niñez sabia, consciente, tenaz en la observación, amorosa en la remembranza. Un libro de una belleza no solo cautivadora, sino absolutamente conmovedora. Y una oportunidad de reflexionar, de nuevo, inmersos en la belleza de esta edición cuidadosa, en los regalos que nos dan la literatura, las buenas editoriales, los grandes autores, las librerías generosas y las oportunidades de unirlos en un encuentro que promete ser hermoso.

Charo Alonso