No se sabe por donde empezar. Hay una sensación que nos envuelve de que todo está podrido. Ni la alegría de la llegada del verano puede con ella. La UE revela que nuestro país tiene sin gastar el 80 por ciento de los fondos, unos 130.000 millones de euros, por otra parte parece también que la UE financió a ONG climáticas para atacar a las empresas y dinamitar la soberanía industrial, sin olvidar la sangrante persecución a la agricultura, pesca y alimentación. Parece que las empresas armamentísticas y farmacéuticas las que tienen el dominio y el monopolio total. Los países de la UE deben recuperar su soberanía.
El gobierno retiene el 45 por ciento de los fondos de la UE destinados a la DANA después de dos meses de ocultárselo a Mazón. Así las cosas aquí no sabemos cómo se puede echar a alguien que no gobierna, que pasa del parlamento, que miente un día sí y al siguiente también, que está rodeado de corrupción y no quiere irse, al igual que los que lo acompañan. Cada día estamos regalando la nacionalidad a 118 marroquíes.
Siguiendo con los disparates la UE destina 1,3 millones de euros a amentar la visibilidad de las lesbianas en Asia central. Canadá declara que el Islam es su nueva identidad cultural. Un nuevo tiro en el pie de un país cristiano. Al final Trump tendrá que salir al rescate mal que les pese.
La mayoría de los españoles no están de acuerdo con el teatro provinciano de los pinganillos. Los ciudadanos está claro que van por otra parte diferente a los medios de comunicación y los que nos gobiernan. La superchería que glorifica la diversidad lingüística debe ser eliminada. El nacionalismo no es el despertar de naciones o su autoconciencia, inventa naciones donde no las hay. Son los perdedores de la política oficial que buscan los votos por otra vía como es el enfrentamiento, la ignorancia y la pobreza. Durante muchos años los aprovechados del sistema han celebrado la incomunicación como un signo de modernidad y antimatemáticos han propugnado la división como una novedosa forma de multiplicar. Esta fantasía que sólo beneficia a unos pocos, los de siempre, ha perpetuado un mercado de identidades fragmentadas. Recuperar la razón implica superar estos delirios prefabricados y colectivos que idealizan la diferencia por encima de la unidad y que rinden culto a la incomprensión como símbolo de progreso. El presente exige unidad no dispersión. Como otras comunidades antes ahora el país vasco se queda sin médicos tras imponerles el euskera y ahora contratarán a extranjeros sin exigírselo.
Otro de los problemas de España es que está enfocada a la depredación del sector privado. Otra ocurrencia más para ir al abismo es el bono de verano para conseguir descuentos en los transportes a jóvenes entre 18 y 30 años. Un bono para tíos con los eggs más negros que el sobaco de un grillo, infantilizándolos hasta la jubilación. A esas edades hace poco ya se tenía familia y comprado un piso y un coche. No nos engañemos. Aunque nos dicen que la economía española abraza, es inclusiva, cooperativa y feminista, pero a pagar a hacienda los de siempre. Con declaraciones como estas ya sabemos que nos estamos hundiendo en el pozo de la mierda.
No falta vivienda lo que sobran son inmigrantes que no aportan, también sobran morosos y okupas mientras se dejan indefensos a los propietarios. Los sueldos son los mismos que hace 25 años y la vida ha subido un 70 por ciento. No es la vivienda sino la no generación de empleo y de riqueza. No se puede repartir tanto la tarta y esperar que todos comamos. Parecen consignas de retrasados que hablan para retrasados. Triplicar la inversión actual en vivienda que es cero por tres es igual a cero. Como si multiplicamos 10 por 0 es igual a cero. Ya se habla de hipotecas a 70 años para que el mercado no colapse. Con respecto a la política del pinganillo hay un matiz que todo el mundo pasa por alto las lenguas que se pretenden defender no son mayoritarias en ninguna de las autonomías.
Una de las razones del éxito de la Stasi fue comprender que nos rodean muchas personas dispuestas a traicionarnos sin ni siguiera esperar obtener nada a cambio. Les basta la honda satisfacción de contribuir a nuestro mal. Es lo que hay y convendría no olvidarlo.
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