La misma Pascua que floreció hace ya casi cincuenta días, cuando de la oscuridad de una noche santa brotó una llama tímida que se hizo fuerte en el cirio de Jesús Resucitado, grana ahora en llamaradas de fuego, en el vuelo decidido de una paloma que trae el Cielo a la tierra para repoblarla de nuevo misteriosamente. Pentecostés, la fiesta de la ley del Sinaí, en tiempos de caminar, es ya la fiesta de la gracia, en Jerusalén y hasta los confines de la tierra, porque nunca se agotan los caminos.
La venida del Espíritu Santo, narrada en el capítulo segundo de los Hechos de los Apóstoles, está representada como escena principal en los dos templos salmantinos que comparten esta titulación. En primer lugar, en la iglesia del antiguo convento de las Comendadoras de Santiago, la parroquia de Sancti Spíritus, si bien ocupa en este caso el ático, dejando el lugar central al patrono de España, conforme a la temática jacobea del conjunto. El otro gran Pentecostés de nuestros retablos barrocos es el de la iglesia del Espíritu Santo, la joya jesuítica que, precisamente por ser arrebatada a la Compañía, conocemos como la Clerecía.
Dejando a un lado más datos históricos y artísticos muy estudiados, corresponde fijarse en un detalle que se sale de la inspiración bíblica en los relieves escultóricos. Sobre el regazo de María, el mismo en el que estuvo el Niño en Belén porque no hubo sitio en la posada, en el templo de Jerusalén cuando fue presentado a Dios, en el Calvario a la vera de la Cruz cuando de ella fue descendido, descansa ahora un libro abierto. Entre las manos de la que es Trono de la Sabiduría, de la que atesora la promesa de la esperanza, de la que ya fue cubierta por la sombra del Espíritu cuando el Verbo se encarnó en su seno en Nazaret, unas páginas despliegan sus alas y se traducen en testimonio fiel, en palabra nueva y definitiva, en anuncio sin límites del Evangelio por los caminos de un mundo tantas veces descreído, desesperado, desnudo de amor.
El libro de la Virgen en Sancti Spíritus y el libro de la Virgen en la Clerecía se abren para todos en esta fiesta tan mariana de Pentecostés, porque el Espíritu Santo es la Pascua de la Iglesia, de la que María es Madre. Es el mismo libro que sostenía en sus delicadas manos la Virgen de la Alegría, la virgencita de la Cofradía de la Vera Cruz que, cada mañana de Domingo de Resurrección, cuando la Pascua florece, es despojada del luto y comprueba, mirando a los ojos del Resucitado y a sus gloriosas llagas, que lo escrito se cumple, que la Vida triunfa. Cuando la Pascua es granada, la Madre de la Iglesia, la Causa de nuestra alegría, abre sus manos que anhelan otra vez ese libro donde el Resucitado ha escrito la promesa de su Espíritu Santo.
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.