Comparte su experiencia luchando contra un cáncer de pulmón, atribuido por su médico al tabaco . En el Día Mundial Sin Tabaco, enfatiza la importancia del ánimo y advierte sobre los peligros de fumar, sin importar la cantidad
Un dolor agudo en el pecho, que se extendía hacia el brazo, fue la primera señal. Isabel, una salmantina de la provincia de 56 años, pensó en un infarto, pero la realidad fue un diagnóstico que nunca esperó: cáncer de pulmón. Su historia, marcada por la lucha y una inquebrantable actitud positiva, es un testimonio poderoso en la víspera del Día Mundial Sin Tabaco.
Su vida transcurría con normalidad, llena de actividad. "Trabajando, paseando, haciendo rutas, todo", describe. Nada hacía presagiar la enfermedad que crecía en su interior hasta aquel día de junio de hace dos años. "Fue un fuerte dolor ahí en el pecho y lo que menos me imaginaba", confiesa a este medio de comunicación, recordando el inicio de un camino que ha redefinido su existencia.
A pesar de un historial familiar con presencia de cáncer, la noticia fue un golpe. Fumadora de "cuatro o cinco cigarros al día", se enfrentó a la inevitable pregunta sobre el origen de su enfermedad. "Se lo pregunté al neumólogo", rememora. Aunque ella consideraba un posible componente genético, la respuesta médica fue clara: "El neumólogo me dijo que no, que era por fumar".
Isabel asume la influencia del tabaco, aunque no descarta del todo el peso de la herencia. "Todo influyó, el tabaco, la carga genética que tengo, no lo sé", reflexiona. La crudeza del diagnóstico se acentuó cuando le comunicaron que el tumor no era operable. "El neumólogo me dijo que ellos no podían hacer nada porque no, que no me lo podían operar, porque donde estaba, era imposible operar", explica. Esta noticia fue devastadora: "Cuando dices desde el primer momento dices, es inoperable, pues, ya te dije que... pues, imagínate qué te puedes imaginar. Te vienes abajo".
El primer paso fue abandonar el tabaco de forma radical. "Ya llevaba tiempo con ganas de dejar de fumar. Pero, claro, ahí fue ya la gota que colmó el vaso", comenta. A pesar del sombrío pronóstico inicial, Isabel no se rindió. Se sometió a un intenso tratamiento de quimioterapia y radioterapia. "Me dieron quimio, me dieron radio, pues el total de todas las radios que podía haber, me la dieron a mí", detalla con entereza.
El esfuerzo ha tenido recompensa. "De momento, pues puedo decir, tocar de madera que me lo han quemado, que está quemado", celebra con cautela. Sin embargo, la batalla continúa con revisiones trimestrales. "Cada tres meses te hace un TAC y te dicen, 'Isabel, está todo bien', pues eso, ¿qué quieres que te diga? Pues nada, porque dices, 'ah, otros tres meses, venga'".
Su día a día ha cambiado. Las secuelas, que califica de "soportables", le impiden trabajar como antes. "Me quedan secuelas, pero estas son las mínimas secuelas que te quedan, son soportables", asegura. Para el apoyo psicológico, recurrió a profesionales en Guijuelo, donde reside. Aunque le ofrecieron ayuda en la asociación de Salamanca, optó por la cercanía: "Me dieron el teléfono para la psicóloga, pero como la vi aquí en Guijuelo, pues he ido a donde ella". Añade que su propia fortaleza ha sido fundamental: "Tampoco lo he necesitado... porque soy como soy yo".
Isabel ha adoptado una filosofía de vida centrada en el presente, aprovechando cada tregua que le concede la enfermedad. "Yo es que me lo he mentalizado de tal manera que, bueno, tres meses, pues venga, ¿a dónde me voy? A tal sitio. Pues venga, pues tres meses a tal sitio. Ocho días antes de que me hacen el TAC, pues acojonada, claro. Obviamente, es normal. Pero, bueno. Tengo que hacerlo así de esta manera, si no, no podría", confiesa sobre cómo gestiona la incertidumbre.
Su mensaje, especialmente para los fumadores, es directo y sin ambages: "No se puede fumar, no. En eso, vamos, por favor". Reconoce que a veces es necesario vivir una experiencia límite para tomar conciencia plena del riesgo: "Como dicen que hasta que no le ves las orejas al lobo no te das cuenta, pues se supone". Y subraya que la cantidad no es excusa: "Aunque fumes cuatro cigarros, no hay excusa, fumas, ya está, no hay. Y yo fumando cuatro o cinco cigarros, pues me ha tocado".
A sus 56 años, Isabel insiste en que la edad no es determinante, pero sí la actitud. "El ánimo es lo principal. No pueden echarse a morir, como yo digo, no, no, no, no, no", recalca con vehemencia. Su historia es un faro de fortaleza y resiliencia, un recordatorio de la importancia de no rendirse y de que cada revisión superada es una nueva oportunidad para vivir con esperanza.