, 07 de diciembre de 2025
Volver Salamanca RTV al Día
Memoria corporal
X

Memoria corporal

Actualizado 30/05/2025 07:56

He agarrado los bolígrafos mal toda mi vida. Cuando me enseñaron a escribir, los dedos debían adaptarse cuidadosamente, pero con decisión, a la superficie geométrica del lápiz. Sin superponerse unos a otros ni permitir que el lápiz se sintiera demasiado arropado por la palma de la mano. Pero hube de encontrar una manera más rápida, incorrecta, pero más cómoda para mí, que terminaría por definir la geografía de mis dedos como si de una “evolución lamarckista” se tratase. El dedo corazón derecho queda marcado—herido para algunos— por una perfecta semiesfera que borra la rectitud de mis dedos temblorosos.

Cuando abandonaba el papel y el bolígrafo en verano para permitirme explorar las densidades de la luz sobre mis manos, veía la ampolla desaparecer lentamente. En una primera instancia se desinflaba dejando un rastro inerte, pero aún perceptible. Después desaparecía como quien se limita a encaminarse a la muerte. Pero al volver septiembre, la ampolla volvía. Recuperaba su lugar y sus formas escareadas. También su dolorcillo. Como el hijo pródigo, la oveja descarriada que restituye su lugar preminente en el rebaño. Con el paso del tiempo, se hizo una amigable conocida, una constante en mi mano que le daba cierta identidad. Y al llegar a la universidad, desapareció. Pero hace unos días, una amiga señaló que agarraba mal el bolígrafo, a lo que yo contesté jocosamente que nunca había aprendido a cogerlo. Imagino que por comodidad más que por rebeldía, de la cual carezco. Hoy mismo me ha preguntado si la ampolla que le ha salido se irá. Ha tenido que prestar mucha atención para darse cuenta que el mal gesto, mi mala obediencia realmente, se convertirá en un cuerpo marcado hasta la tumba. Que debo de ser algún tipo de experto en esto del castigo por desacato. También me ha sorprendido que algo que deberíamos considerar accesorio sea un tema principal. Pero es que precisamente lo es. Nuestro cuerpo es el testimonio de decisiones que no recordamos. Cuando tendría 3 años no pasaba por mi cabeza qué sería de mis dedos. Sobre qué superficies se desplazarían. Qué necesitarían agarrar fuerte.

Pero mi mano recuerda cosas que solo yo he visto. Recuerda los toques de atención para evitar que abrazase el lápiz. También cómo deformar las letras más a mi gusto que al de los demás, cómo el trazo decide traspasar los márgenes en pos de abarcar lo máximo posible. Por eso, cuando la ampolla vuelve, recupero también las caricias de épocas inciertas. Es la nostalgia de un cuerpo que tanto tiene que recordar. No puedo borrar la desobediencia, ni cambiar el curso de mis venas. Estoy atado a mi pasado por las manos. Y me pregunto qué pasará con los años. Si llegará ese día en el que la dermis esté tan cansada que deje de recordar. O solo abriré la mano esperando.

La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.

Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.

La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.

En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.