El título de este artículo no se refiere al nombre de esos utensilios o productos que ya no se utilizan y que, por lo tanto, paulatinamente, sus nombres van desapareciendo del lenguaje hablado y escrito. Me refiero más bien a adjetivos calificativos que durante siglos han servido para describir a los modos de ser o comportarse de los seres humanos y que los profundos cambios que la sociedad está produciendo en nosotros, están arrinconando estos calificativos, como si ya no sirvieran o hubieran dejado de existir.
Pongo algunos ejemplos significativos para analizar estas “desapariciones”. Los siguientes calificativos apenas aparecen en las conversaciones y descripciones del lenguaje coloquial: “bueno/a” (solo se utiliza “buenismo” con carácter crítico contra la bondad) “comprensivo”, “inteligente”(¡ahora ya existe la Inteligencia Artificial!) “generoso”, “equilibrado”, “imaginativo”, “firme””coherente”, “respetuoso”, “valiente”, “justo”…y otros adjetivos de similar significado, apenas se utilizan para describir a los contemporáneos: ni a mujeres, ni a hombres, ni a niños, ni a jóvenes, ni a adultos. ¿Qué ha pasado? ¿Tanto nos hemos transformado los humanos en las últimas décadas? ¿Por qué estos adjetivos desaparecidos o en vías de desaparecer pertenecen la gran mayoría a aspectos que siempre hemos juzgado como positivos?
Si los valores morales de un individuo “no cotizan” ya, como se dice ahora, ¿qué es lo que cotiza? Un solo ejemplo, que me ocurrió hace unos pocos años muestra hasta qué punto el cambio es insólito, cuando, paradójicamente, la teoría de la meritocracia está en la actualidad en todo su apogeo: Tuve una entrevista con el Decano de una Facultad universitaria salmantina y hablando de presentaciones, le pregunté si quería que le dejara en secretaría el curriculum vitae; me respondió: “¿el curriculum?, eso es algo que ya nadie pide”. Le creí. Pero a la vez salí preguntándome: “Si el curriculum ya no sirve para saber si una persona tiene aptitudes para integrarse en una institución, ¿ qué aspectos pueden servir para juzgar la idoneidad de un aspirante a un puesto convocado?”
Esta sociedad del espectáculo tiene la atención tan fijada en lo supuestamente escandaloso, en lo pasional, en el delito de todo tipo, que una mujer o un hombre que realiza un trabajo creativo, honesto, útil para los demás, por más brillante que sea en sus cualidades, difícilmente va a acceder a las pantallas para ser mostrada como ejemplo de nada. Volviendo al inicio de este artículo, podemos concluir que las personas “buenas”, “inteligentes”, “generosas”, “coherentes”, “justas”…ya se han convertido en invisibles; no porque no existan, felizmente aún existen, pero ya no son ningún modelo a imitar en ningún ámbito.
Quizás el mundialmente admirado Presidente de Uruguay, José Mujica, recién fallecido, es el último hombre público que pertenece al grupo de personas cuya vida ha girado y gira en torno a los valores que la Humanidad ha tenido siempre como objetivos de la ética y de la vida social.
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