El prior de los Carmelitas Descalzos resalta la vigencia del mensaje teresiano de amor fraterno, humildad y una alegría que transforma, en la veneración de su cuerpo.
La Basílica de la Anunciación de Alba de Tormes ha sido testigo este sábadodDe una profunda reflexión sobre el legado vivo de Santa Teresa de Jesús. Con motivo de la veneración de su cuerpo incorrupto, el padre Miguel Ángel González, prior de los Carmelitas Descalzos de Alba de Tormes y Salamanca, ha pronunciado una homilía en la que ha destacado la perenne atracción de la "santa andariega" y ha desgranado las claves de su espiritualidad, con un especial énfasis en la alegría como motor de la vida cristiana.
El prior comenzó su alocución destacando la continua influencia de Santa Teresa en la villa ducal. "El fuego de la santa andariega no se ha apagado nunca aquí en Alba de Tormes, siendo imán de atracción para todos", afirmó González. Subrayó cómo, incluso en la actualidad, "personas de otras confesiones religiosas" se postran ante la figura de la Doctora de la Iglesia mostrando la universalidad de su mensaje.
El padre Miguel Ángel González invitó a los fieles a ser "andariegos teresianos del camino de la perfección, la caridad, viviendo la mística de lo cotidiano, donde Dios está". Para ello, recordó que el "Camino de Perfección" de Santa Teresa es una "joya de la espiritualidad para ser vivido más que para ser aprendido". En este sentido, el prior detalló las tres claves fundamentales que, según la Santa, definen la vida cristiana:
En primer lugar, el "amor de unas con otras". Citando directamente a Santa Teresa –"Todas han de ser amigas…"–, instó a vivir "con corazón grande y dilatado el mandato del amor". Este amor fraterno es pilar esencial de la comunidad y de la experiencia de fe.
La segunda clave es el "desasimiento", entendido como la necesidad de apegarse "a solo Dios y amándolo todo desde Dios, descalzando la vida de todo lo innecesario para amar". Se trata de una liberación interior para centrarse en lo trascendente.
Finalmente, la "humildad vivida a ejemplo de Jesucristo". Esta humildad, explicó González, es "Andar en verdad", sin avergonzarse "de Jesucristo, de la Iglesia, del Evangelio". Es un reconocimiento sincero de la propia condición ante Dios y los demás.

Para seguir el ejemplo de "La Santa por excelencia", el prior carmelita resaltó la importancia de "una muy determinada determinación de no parar hasta llegar al fin pase lo que pasare, suceda la que sucediere…". Esta firmeza en el propósito es crucial. Es necesario, añadió, "tener grandes deseos para que lo sean las obras", aprendiendo de esta doctora "la doctrina del amor a Jesucristo y a la Iglesia, aprendiendo a cultivar la bondad del corazón".
Refiriéndose a esta bondad, González citó al Padre Gracián: "Tenía hermosísima condición, tan apacible y agradable, que a todos los que la comunicaban y trataban con ella llevaba tras sí, y la amaban y querían". Esta cualidad, lejos de una santidad adusta, era una de sus características más atractivas.
El padre Miguel Ángel González dedicó una parte significativa de su homilía a la virtud de la alegría, tan característica de Santa Teresa. Recordó que la propia Santa "no aprecia ella la santidad adusta y poco simpática", y por ello recomendaba a sus monjas: "Que amen vuestra conversación y vuestro modo de tratar y vivir…cuanto más santas más conversables con sus hermanas."
La alegría teresiana, explicó González, se manifiesta en todas las circunstancias. Citó extensamente a la Santa sobre cómo encontrar gozo incluso en la contemplación del sufrimiento de Cristo: "Si estáis con trabajos o triste, miradle camino del huerto... O miradle atado a la columna, lleno de dolores, todas sus carnes hechas pedazos por lo mucho que os ama... Miraros ha Él con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores por consolar los vuestros, solo porque os vayáis vos con Él a consolar y volváis la cabeza a mirarle".
Esta alegría no era una fachada, sino una constante en su vida. "Me daba el Señor gracia de dar contento donde quiera que estuviese y así era muy querida", afirmaba la propia Teresa. Incluso durante una grave enfermedad que la sumió temporalmente en la tristeza, "al poco tiempo recupera la alegría en medio del dolor y afirma: ‘Lo pasé todo con gran alegría’". El prior también recurrió a testimonios de contemporáneos, como el Padre Ribera, quien describía sus ojos como "negros y redondos, no grandes, pero muy bien puestos y vivos y graciosos, que en riyéndose se rían todos y mostraban alegría". De igual modo, la Madre María de San José señalaba que Teresa "tenía muy linda gracia en el rostro, que con ser ya de edad y con muchas enfermedades, daba gran contento mirarla y oírla, porque era muy apacible y graciosa en todas sus palabras y acciones".

González relató la conocida anécdota en la que un letrado de la época le comentó a Teresa que se decía de ella que era "hermosa, discreta y muy santa". Su respuesta, llena de ingenio y humildad, fue: "Lo primero lo veis vos, lo segundo no soy boba, lo tercero solo lo sabe Dios". Esta naturalidad impactó profundamente a las Descalzas Reales de Madrid, quienes, tras su visita, exclamaron: "Bendito sea Dios, que nos ha dejado ver una santa a quien todas podemos imitar, que come, duerme y habla como nosotras y anda sin ceremonias".
La alegría, insistió el prior, es una virtud fundamental en el Carmelo, como lo demuestra la famosa frase teresiana: "Tristeza y melancolía no las quiero en casa mía". La Santa promovía un "estilo de hermandad y recreación" y se gozaba al ver a sus monjas contentas: "me es particular gozo cuando, estando juntas, las veo a estas hermanas tener tan gran gozo interior". Incluso la pobreza, en el Carmelo teresiano, es "fuente de alegría", como ella misma afirmaba: "He visto haber más espíritu y aún alegría interior cuando parece que no tienen los cuerpos cómo estar acomodados".
Para Santa Teresa, "la única causa de tristeza es la vida sin Dios", como ella misma escribió con dolor: "Cuán triste es, Dios mío, la vida sin ti". Por el contrario, su corazón vivía en "permanente fiesta interior", escribiendo: "Cuándo considero que son vuestros deleites con los hijos de los hombres, mucho se alegra mi alma." El camino para alcanzar y alimentar esta alegría, según el prior, es la oración: "representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada humanidad y alegrarse con Él en sus contentos".
Citando a la beata Ana de San Bartolomé, enfermera y compañera de la Santa, González recordó que Teresa "no era amiga de gente triste, ni lo era ella, ni quería que los que iban en su compañía lo fuesen. Decía: Dios me libre de santos encapotados". Esta alegría persistía incluso "en tiempo de persecución", siendo "la alegría de los bienaventurados a causa del nombre de Jesucristo". Como escribe en Las Moradas: "Tienen estas almas un gozo interior grande cuando son perseguidas y sin ninguna enemistad con los que les hacen mal".
El prior concluyó su homilía con una llamada a la acción y a la esperanza: "Santa Teresa de Jesús nos enseña a vivir la alegría en lo íntimo del corazón, contagiándola a nuestros hermanos, sabiendo que la tristeza es obstáculo entre Dios y nosotros, entre nosotros y los demás. Vivamos felices, hagámonos más felices, siempre alegres en el júbilo de la Pascua del Señor".
Finalmente, Miguel Ángel González elevó una plegaria inspirada en la propia Santa: "Que la Santa nos alcance de Dios la gracia de vivir con el corazón enamorado de quien solo en Dios ha puesto el pensamiento", recordando el lema teresiano que invita a la fortaleza y confianza: "A Jesucristo sigue con pecho grande y venga lo que venga nada te espante".