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Tiene 88 años y un don que le hace llorar de emoción: la historia del organista Cervino
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ALBA DE TORMES

Tiene 88 años y un don que le hace llorar de emoción: la historia del organista Cervino

Actualizado 22/05/2025 16:05

José Antonio Pérez García, "Cervino", de 88 años, es el veterano organista de la Basílica de la Anunciación Alba de Tormes, donde lleva más de quince años compartiendo su pasión por la música y su profunda fe.

El eco de un órgano resuena con una calidez especial entre los muros de la Basílica de la Anunciación de Alba de Tormes. No es solo música; es el alma de José Antonio Pérez García, conocido por todos en la villa ducal como Cervino, quien a sus 88 años sigue insuflando vida al instrumento que es su pasión. Sus manos, ágiles y expertas a pesar del tiempo, son testigos de incontables liturgías, misas y solemnidades, y no solo interpretan partituras con maestría, sino que desgranan una historia de dedicación inquebrantable, fe profunda y un amor por la música que, lejos de menguar con el paso de las décadas, parece avivarse con cada nota.

Desde hace más de tres lustros, entre 15 y 16 años para ser exactos, Cervino ha sido una figura constante y entrañable en la vida litúrgica de Alba de Tormes. Su compromiso es firme: cada domingo, dos misas cuentan con su acompañamiento musical, una primera en la iglesia de los Padres Carmelitas y otra en la Basílica de la Anunciación. Esta última, según relata con un orgullo que no puede disimular, congrega a numerosos fieles semana tras semana, un testimonio vivo del fervor local y, quizás también, del "sabor muy bonito", como él lo llama, que su música aporta a la sagrada ceremonia, creando una atmósfera de recogimiento y elevación espiritual.

En estos días, la villa ducal ha sido testigo recientemente de jornadas de una intensidad y fervor particular, con una afluencia de coros y visitantes que superó todas las expectativas. En palabras del propio Cervino, estos días "nos ha desbordado completamente a todos". La organización de tales eventos recayó sobre los hombros del prior Miguel Ángel González, al que el organista no duda en calificar como "un fenómeno", destacando su increíble capacidad para "movilizar tanta gente, de hacer tantas cosas". El resultado es una explosión de alegría para Cervino: "Han venido estos días una cantidad de coros, de miedo, o sea, esto esto nos ha desbordado", insiste, añadiendo que "todos estamos contentísimos".

Una vocación nacida en la infancia

La conexión de Cervino con el universo sonoro no es un capricho tardío, sino una vocación que echó raíces en su más tierna infancia. "Yo es que desde pequeño...", comienza a relatar con la mirada perdida en los recuerdos, evocando sus primeros pasos en el aprendizaje musical bajo la experta tutela de don Miguel Gutiérrez, el recordado padre de Florentino Gutiérrez y entonces director de la banda municipal. Fue allí, entre solfeos y los primeros acordes, donde se sembró la semilla de una pasión que le acompañaría toda la vida. Posteriormente, su afán de conocimiento le llevó a Salamanca para estudiar "un poco en el conservatorio", una formación que, aunque modesta según sus palabras, cimentó su técnica y amplió sus horizontes musicales.

Pero la inquietud de Cervino no se limitó a las teclas del órgano. Su espíritu musical, siempre curioso y activo, le llevó a explorar otros instrumentos como la trompeta, y a embarcarse en proyectos colectivos que dinamizaron la vida cultural de Alba de Tormes. Con entusiasmo, recuerda haber fundado "una banda de cornetas y tambores aquí, hice una rondalla".

"El espíritu de la música es que me ha gustado siempre mucho", confiesa con una sonrisa que ilumina su rostro. Para él, una de las claves de su profunda afinidad con este arte reside en una cualidad innata que considera fundamental: "tengo un buen oído, que eso es lo principal para la música y por eso, pues, disfruto yo tocando ahí". Esta afirmación, cargada de una honesta sencillez, revela la profunda satisfacción que encuentra en su labor, un disfrute genuino que se traduce en la calidad, el sentimiento y ese "sabor muy bonito" que imprime a cada interpretación y que, según él, "es el que a la gente le gusta".

Una emoción que le desborda el alma

Los recientes eventos multitudinarios en Alba de Tormes, con la basílica vibrando al unísono de voces y melodías, han sido especialmente emotivos para el veterano organista. Al preguntarle por los sentimientos que estas jornadas han despertado en él, Cervino no duda en abrir su corazón y expresar la profunda conmoción que experimenta: "Yo, para mí, se me ensancha el corazón". La música, para él, no es solo una disciplina o un arte, sino un vehículo de emociones tan intenso y directo que, según admite con una sinceridad que desarma, "cuando estoy tocando la música muchas veces hasta se me saltan las lágrimas".

Esta abrumadora sensibilidad no es, para Cervino, una mera reacción sentimental. Él ve su habilidad musical, su capacidad para conmover y conectar a través de las notas, como algo que trasciende lo terrenal: "porque yo creo que es un don que el Señor me ha concedido también a mí". A sus 88 años, esta conexión íntima con la música y la fe sigue siendo el motor que impulsa su incansable actividad, la fuente de su energía y su alegría contagiosa.

Espíritu albense y compromiso

Cervino destaca también el carácter de sus convecinos, un factor clave en el éxito de las recientes celebraciones y en el día a día de la comunidad. "Lo bueno que tenemos los albenses es que tenemos la colaboración grande de ponernos todo nuestro entusiasmo en lo que hacemos", señala con visible orgullo.

Su compromiso, sin embargo, no se limita a las solemnes paredes del templo ni a las teclas del órgano. José Antonio Pérez García, cuyo apodo "Cervino" proviene, como él mismo aclara, del segundo apellido de su padre, también dedica tiempo y afecto a su esposa, actualmente en una residencia. "Allí, cuanto puedo, ayudo también en lo que puedo", comenta con naturalidad, mostrando una faceta más íntima y humana de su día a día.

Cervino mira al futuro

"Hasta que Dios quiera, pues estaremos aquí", afirma con una serenidad admirable, supeditando su continuidad a la voluntad divina y, por supuesto, a que la salud "me permita seguir subiendo allí", al coro elevado donde el órgano espera pacientemente su caricia .