Si, en general, tengo la costumbre de darle dos o tres vueltas a lo que dicen o escriben “los que saben de algo”, más lo haré cuando la opinión, oral o escrita, la manifiesta alguien que no me parece que sepa mucho...
Juzgar a los demás, a mi entender, es algo inherente al ser humano. Sin embargo, la mayoría de la gente, hasta hace no tanto tiempo, como mucho juzgaba a los y las de la escalera, la calle, el barrio...
Pero resulta que nos hemos ido acostumbrando, sin darnos cuenta quizá, a que juzgar a los otros, siempre, por todo, nos parezca normal, aceptable; tengo la sospecha de que algo de culpa tiene que, desde hace décadas, hayan ido proliferando, en tele, en radio, programas “de casquería” – no es difícil detectar los propios de cada país–; así, sin darnos cuenta, al presentar como paradigma a tanto juez y jueza de los medios, parece que ya no hacen falta jueces... ¿Para qué, si en cada casa hay uno, o una, o dos, o varios?...
Las redes han aportado, a todo esto, lo exponencial. De hecho, me temo que están consiguiendo que echemos de menos a muchos charlatanes “de los de antes”…
En este contexto, no nos debe extrañar que tantos “profesionales” convivan con la idea de que no hacen falta, o de que cualquiera puede serlo… O peor, que los “de verdad” simplemente son privilegiados que se creen mucho por tener un título… que quién sabe de dónde lo sacaron. Y si se sabe, da igual.
Qué les digo: yo, en general, desconfío hasta de mí, y desde luego, de mi criterio, en los ámbitos en los que, digamos, me debería desenvolver con una cierta solvencia. Creo que esa desconfianza es la base del análisis, del razonamiento; las verdades absolutas a menudo van aderezadas por pereza y desidia: mejor que nos lo den todo “pensao”.
Sin embargo, uno es necio: si le doy dos o tres vueltas a lo que dicen o escriben “los que saben de algo”, más lo haré cuando la opinión, oral o escrita, la manifiesta alguien que no me parece que sepa mucho. Una señal de ese no saber mucho es que la opinión venga envuelta con celofán metálico, o sea, de hierro –vamos, que no sea opinión sino pontificado–.
Yo, de esa gente a la que no le cabe duda, de aquellos que de todo saben y de todo opinan, huyo como de la peste. Si puedo.
En fin, que esto intenta ser una reivindicación de quienes saben, de los profesionales, de lo que sea; por extensión, una reivindicación del trabajo bien hecho, de la preparación previa, del rigor.
Creamos más a los que gritan menos. A los que usan más sustantivos que adjetivos, si me perdonan que me ponga gramático.
A quienes sintamos que dicen la verdad, aunque no nos guste.
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