Altair, centro de turismo accesible de Asprodes en Béjar, ofrece empleo inclusivo y formación a personas con discapacidad. Destaca por su calidad, actividades adaptadas como hidroterapia y senderismo, y un entorno natural único, siendo un referente en la Sierra de Béjar
En el corazón de Béjar, rodeado de la serenidad que solo la naturaleza sabe ofrecer, se erige un proyecto que va mucho más allá de una simple oferta de turismo rural. Altair no es solo un destino; es una declaración de intenciones, un faro de inclusión y un modelo de cómo la calidad y la calidez humana pueden transformar un espacio en una experiencia vital. Impulsado por Asprodes, entidad con más de seis décadas de trayectoria en el apoyo a personas con discapacidad intelectual y sus familias, este centro de turismo rural accesible se ha convertido en un referente de empleo, formación y, sobre todo, de oportunidades.
La historia de Altair es un testimonio de adaptación, visión y compromiso social, donde cada paso ha sido meditado para conjugar la sostenibilidad económica con un profundo impacto humano. Un proyecto que, como relatan sus responsables, nació de una confluencia de necesidades y azares afortunados, demostrando que las grandes iniciativas a menudo surgen de la capacidad de ver oportunidades donde otros solo ven dificultades.
La presencia de Asprodes en Béjar se remonta a varias décadas, consolidada a través de un centro ocupacional para personas con discapacidad intelectual y dos viviendas tuteladas. Sin embargo, hace aproximadamente diez años, el panorama comenzó a transformarse. Nuria Blázquez Campos, responsable de la Unidad Territorial de Asprodes en Béjar, recuerda comenzó el proyecto: "Surgió la oportunidad de adquirir esta esta finca, este espacio. Surgió también de una forma un poco casual a través del banco con el que en esos momentos trabajamos y se nos abrió la posibilidad de un nuevo nacimiento de empleo".
Esta posibilidad llegaba en un momento crucial. Asprodes gestionaba Salarca, una cooperativa de trabajo donde las personas con discapacidad son socias. Un grupo de cinco de estos socios, que anteriormente se dedicaban al mantenimiento de los jardines de Béjar y del emblemático jardín renacentista de El Bosque, vio finalizada su contrata. "Fue como un punto de, ahora tenemos unas personas contratadas en la cooperativa que no tienen trabajo", explica Blázquez. Paralelamente, existía otra necesidad logística: el centro ocupacional de Asprodes carecía de un servicio de comedor propio, obligando a externalizar las comidas. Altair se perfiló entonces como una solución doble. "Cubríamos dos necesidades, ampliábamos la cartera de servicios y podíamos ofrecer nuestras propias comidas a nuestros usuarios, tanto de centro como de vivienda, y abríamos un nuevo yacimiento de empleo", resume Nuria Blázquez. Ahora, este servicio de cocina prepara unas 150 comidas diarias, además de comer en sus instalaciones también preparan comida para repartir.
El salto de la jardinería al sector turístico podría parecer abrumador, pero Asprodes no partía completamente de cero. Contaban con un "hermano mayor", como lo define Blázquez: la Posada Miranda, en Miranda del Castañar, una iniciativa previa de empleo para personas con discapacidad en el ámbito turístico. No obstante, el nuevo proyecto exigía una profunda inmersión en un campo desconocido para muchos. "Lo primero cuando te embarcas en un proyecto nuevo es formarte", afirman. Esta filosofía se aplicó a todos los niveles: "Formándonos nosotros, que tampoco veníamos de ese área... y formando a las personas, al equipo que iba a trabajar".
Durante dos años, el equipo se sumergió en un intenso plan de formación dual (actualmente conocida como formación en alternancia), una modalidad que combina trabajo y obtención de certificados de profesionalidad. Altair se homologó como centro de formación, especializándose en certificados como el de "alojamiento rural y operaciones básicas de catering", parte del cual se combinaba con el centro El Telar de Asprodes en Salamanca. El objetivo era claro y ambicioso, trascendiendo la mera etiqueta de proyecto social. "Nosotros no queríamos que se nos conociera porque mira un alojamiento donde trabajan personas con discapacidad. Nosotros queremos que se nos conozca por un alojamiento de turismo accesible de calidad", subraya Blázquez. Esta búsqueda de la excelencia es una constante: "Nuestra marca no es 'trabajan personas con discapacidad', trabajan personas competentes, cualificadas en algo que queremos ser diferente". La diferenciación se busca a través de la accesibilidad integral.

Actualmente, Altair cuenta con un equipo de aproximadamente quince personas, algunas de las cuáles nos han contado su historia con el proyecto. El resto del personal se distribuye en áreas como administración, cocina, apoyo técnico y el área de empleo, coordinada por Jorge García Herrero. Su labor, como él mismo describe, es fundamental para el día a día: "Nuestra labor, principalmente, es hacer el apoyo para que ellos puedan realizar sus tareas de forma correcta". Este apoyo se adapta a las necesidades individuales y al tipo de tarea, fomentando la autonomía progresiva de los trabajadores. "Las personas pueden hacer los trabajos si se les da el apoyo y la formación que se requiere", añade García, destacando que la formación es un pilar común a cualquier puesto de trabajo.
La oferta principal de Altair es el alojamiento turístico accesible. Aunque la "accesibilidad total" es un ideal complejo debido a la diversidad de necesidades, el esfuerzo se centra en que el espacio sea "practicable para cualquier persona con problemas de movilidad". Pero la visión de Altair va más allá de las instalaciones físicas.
Una de las apuestas más recientes y significativas de Altair es el desarrollo de actividades complementarias igualmente accesibles. "Queremos que las personas puedan disfrutar de actividades que también sean accesibles", enfatiza Nuria Blázquez. Este compromiso se materializa en varias iniciativas. Por un lado, un programa de intervenciones con caballos, con vertientes de ocio, deporte adaptado y aspectos terapéuticos, que cuenta con una rampa para facilitar el acceso. Por otro, un recién inaugurado centro de hidroterapia con una piscina climatizada y accesible, equipada con productos de apoyo como una silla anfibia.
La última incorporación a esta oferta es la homologación de Altair como centro de turismo activo. Aunque es un desarrollo incipiente, ya cuentan con profesionales cualificados y productos de apoyo como una silla Joylet y una bicicleta handbike, diseñados para que personas con problemas de accesibilidad puedan disfrutar de rutas de senderismo. Sin embargo, este ambicioso proyecto enfrenta un desafío: la necesidad de voluntariado. "Nosotros por ejemplo para desarrollar este proyecto de turismo activo vemos que no lo vamos a poder hacer si no contamos con voluntarios", admite Blázquez. Por ello, hacen un llamamiento a quienes, amantes del senderismo y la naturaleza, deseen colaborar: "Ponte en contacto a través de nuestro correo electrónico reservas@altairturismorural.com y vemos la manera de estructurar porque es algo donde nos tenemos que meter".

El entorno de Altair es, sin duda, uno de sus grandes atractivos. La finca no solo ofrece paz y contacto con la naturaleza, sino que también está poblada por una variada fauna que deleita a los visitantes. Caballos, gallinas y, muy especialmente, los perros, forman parte del alma del lugar. Destaca Lua, una perrita que, según Blázquez, "lleva con nosotros pues casi tantos años como lleva el proyecto" y es considerada "la reina de Altair", una anfitriona total para niños y adultos. A ella se suman Rayo y el más reciente, Otto. Esta convivencia con los animales y el paisaje contribuye a una atmósfera única.
Para Nuria Blázquez, si algo define a Altair son dos conceptos clave: "Si algo nos caracteriza, nos caracteriza es un poco la naturalidad, porque al final esto es lo que es, y un poco la cercanía". Esta autenticidad y trato humano son, quizás, el mayor valor añadido de un proyecto que no solo ofrece un servicio, sino que construye comunidad y demuestra cada día que la inclusión y la excelencia pueden ir de la mano, floreciendo en el inspirador paraje bejarano.