Este sistema integral los protege del calor extremo, llamas directas y humo, con adaptaciones como petos porta emisoras para la comunicación
En la batalla contra el fuego, el equipo de bomberos forestales del aeródromo de El Maíllo, nos enseña el Equipo de Protección Individual se erige como la armadura indispensable para quienes se enfrentan a la voracidad de los incendios forestales. No es un simple uniforme, sino un sistema complejo diseñado para salvaguardar su integridad.
El Equipo de Protección Individual (EPI) es, literalmente, la segunda piel del bombero forestal. Cada elemento ha sido concebido y fabricado para ofrecer protección frente a múltiples amenazas: el calor extremo, el contacto directo con las llamas, el humo denso y tóxico, la caída de objetos o las proyecciones incandescentes. Su correcto uso y mantenimiento son vitales y forman parte esencial del entrenamiento continuo de estos profesionales.
La base de este equipamiento es el mono ignífugo. Según explicaba Fran Bolaños durante una demostración, este traje está confeccionado "de algodón, un mono ignífugo". Este material, tratado específicamente, retarda la propagación del fuego y protege la piel del combatiente de quemaduras.
Sobre la cabeza, el casco es fundamental. No solo resguarda de posibles impactos de ramas, piedras u otros elementos desprendidos durante la extinción, sino que también ofrece una barrera contra el calor radiante. Acompañando al mono, un cinturón robusto no solo sirve para ajustar la prenda, sino que también puede utilizarse para portar pequeñas herramientas o accesorios indispensables en la intervención.
Una de las zonas más vulnerables y que requiere una protección más específica es la cabeza y el cuello. Aquí entra en juego el cubre nucas, una pieza aparentemente sencilla pero de enorme importancia. "El cubre nucas es un cacharrito, es esa telita que te cae por aquí", describía el técnico, añadiendo su función primordial: "Que lo que evita es que te entre una pavesa, que es muy frecuente, que te entre una pavesa por el cuello y te queme, claro". Las pavesas, esas pequeñas partículas incandescentes transportadas por el viento, son una causa común de quemaduras graves.
Junto al cubre nucas, una braga ignífuga protege el cuello y la parte inferior del rostro del calor y del humo. Para la protección de las vías respiratorias, se utiliza una mascarilla específica, diseñada para filtrar partículas y ciertos gases nocivos presentes en el ambiente cargado de humo de un incendio forestal. La visión se asegura mediante unas gafas de protección, que resguardan los ojos de cenizas, humo y pequeñas proyecciones que podrían causar lesiones o impedir la correcta visibilidad en momentos críticos.
Finalmente, las manos, esenciales para el manejo de herramientas como pulaskis, batefuegos o lanzas de agua, se protegen con guantes de trabajo resistentes. Estos guantes deben ofrecer no solo protección térmica y contra cortes o abrasiones, sino también permitir una adecuada movilidad y agarre.
Este conjunto de elementos, desde el mono hasta los guantes, conforma el EPI completo. Ver a un miembro de la cuadrilla equipado es contemplar la imagen de la preparación y la seriedad con la que se afronta cada intervención. Cada pieza es un eslabón en la cadena de seguridad que permite a estos profesionales realizar su labor crucial en la defensa de nuestro patrimonio natural.