Nos regala el cielo los colores vivísimos de la luz de lluvia. Agua en los charcos que muestra con precisión metálica lo que en ellos se refleja, sea la plaza barroca, la caseta con libros, la mujer con paraguas a la manera de la pintura de Antonio Varas, o el paso apresurado de quien salió sin reparar en la sorpresa del chaparrón. Han sido días de palabra, música, teatro, niños sentados en el suelo frente a la magia de los libros y los títeres y autores que llegan a disputarse la atención del público frente al sonido de la lluvia. Lluvia.
Nos entrega el agua su reflejo de fotógrafo atento, su regalo de simetría, de espejo sobre el granito reluciente de las losas que resbalan. Y cae una gota demorada, exquisitamente, como el rocío sobre la rosa, aunque aquí las hojas y los pétalos son papel y palabra que trata de atrapar, empapar a quien llega sacudiéndose el cabello mojado a sentarse y aprender del que sabe. Y en la noche, como tan bien cuenta Isabel Sánchez, hacedora de magia, se acerca el público al escenario para refugiarse al calor y amor de la lumbre de la música, al delicioso sonido que nos hace mejores. Concierto de agua y de mágicas intenciones. Las que llevan nuestros pasos a la plaza y regresan con el libro comprado y hasta firmado, con el libro presentado con nervios y cariño, con ganas de ser protagonistas ahí en la carpa de la Plaza que también sabe sentarse a la terraza donde vivir la experiencia de la ciudad letrada.
No ha sido el tiempo más que un regalo para envolver el encuentro de papel transparente de bellos reflejos y carreras para hallar refugio en la caseta donde charlar con el librero al que todos queremos o a entrar a escuchar y quedarse otro ratito. Es la lluvia de palabras, de notas, de juegos de niños que salen del aula para recalar en la Plaza, sentarse en la alfombra de jugar con las palabras. Y a todos estos operarios que han levantado la magia de estos días, a los diseñadores de carteles bellos, a los bibliotecarios que acarrean su trabajo a la calle, a quienes programan, a quienes atienden, a quienes sonríen pese a tantas horas de pie a la intemperie, a todos los que hacen posible estos días en cualquier lugar de España: GRACIAS. Porque queremos y nos merecemos estos momentos, porque el libro es el regalo que nos hacemos, la sabiduría que nos permite seguir viviendo, el intercambio de la admiración y del encuentro. Gracias, gracias y gracias. Y por supuesto, que la banda municipal siga tocando para hacer Plaza, para hacer página donde firmar la magia que cada año seguimos queriendo.
Charo Alonso.
Fotografía: Félix Corchado.
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