
La pasada semana el alcalde mostró, una vez más, lo verdes que son “para contribuir a una ciudad aún más saludable, adaptada al cambio climático y, por tanto, con una mayor calidad de vida para las personas gracias a la introducción de la naturaleza en entornos urbanos.” Son de agradecer sus incesantes esfuerzos, si bien con frecuencia suenan a mantra. Quizás menos talas repentinas, por alguna oportuna plaga o enfermedad, ayudaría a una percepción más sincera. Según datos municipales, entre árboles públicos y privados hay 1 por habitante. La OMS recomienda, al parecer, 1 por cada 3 habitantes.

A eso pretende sumar 32.663 nuevos árboles, invirtiendo 631.000 euros. De ellos, 21.755 germinarán y crecerán en el viejo Polvorín de Tejares. Es una parcela de 448.169 m2 al oeste de la ciudad, sin uso desde 1987 y municipal desde 2003. Hasta hace dos años a nadie se le ocurrió qué hacer con él. Entonces anunciaron la existencia de un ignoto plan para crear un Museo del Paleolítico, centro de interpretación de los cercanos grabados rupestres del entorno de la Salud. Por desgracia no pareció convencer al Ministerio de Turismo, y tampoco aparece un Mañueco salvador de momento.

Sería interesante conocerlo, el Ayuntamiento es sostenido por los impuestos de la ciudadanía. Imagino contarían con el Departamento de Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología, de la Facultad de Geografía e Historia, junto a otros arqueólogos de la ciudad. Quizás Pedro Sánchez nos dejó tirados por odio, a pesar de su exagerada generosidad financiando tecnología en la Zona de Bajas Emisiones, lo podría haber repartido un poquito. La idea me resulta sugestiva, y si el proyecto es bueno no entendería su olvido. Menos sustituirla por árboles, en absoluto excluyente.

Cambio del modelado en la temperatura media ponderada por población durante la estación cálida bajo diferentes escenarios de EVI en comparación con el escenario real en 2000-2019 por región y continente. EVI es el índice de vegetación mejorado. Extraído de “Estimating the urban heat-related mortality burden due to greenness: a global modelling study”, The Lancet, planetary health, 30 de april de 2025.
Casualmente esta semana aparecía en diversos medios de comunicación la reseña de un nuevo trabajo evidenciando la importancia de la vegetación urbana para combatir los efectos del calor. Aunque no sería extraño hoy en día encontrar algún negacionista, el exceso de calor mata, habitualmente volviendo criticas patologías preexistentes, como con la contaminación. Tras un exhaustivo estudio en más de 11.000 áreas urbanas de 830 ubicaciones en 53 países, acrecentar la vegetación en un 30% podría evitar una de cada tres muertes relacionadas con el calor, casi 400.000 en Europa entre 2000 y 2019.

¿Alguno de los plantones del Tormes+ llegará a maduro?

Tras la pandemia ya se publicó un estudio similar en 452 lugares de 24 países, llegando a conclusiones similares. La exposición al calor es una notable amenaza para la salud pública potenciada por el cambio climático. En 19 años fue la causa de 500.000 muertes anuales en el mundo. Los expertos proponen desde hace tiempo aumentar la vegetación para reducirlas. Los estudios demuestran que el verdor vegetal refresca la temperatura, gracias a la sombra, la desviación de la radiación solar y la evapotranspiración, promoviendo la convección del aire. Así baja la temperatura ambiente, lo que reduce la exposición de la población al calor y, por consiguiente, la mortalidad por altas temperaturas.

En El Zurguén, una iniciativa ciudadana de plantación incitó otra municipal. Veremos.
Lo más efectivo es contar con arbolado maduro. En el reciente caso de la Plaza del Oeste, o las Pistas de Salas, la coexistencia de los creciditos árboles preexistentes con los nuevos hubiera sido lo útil. Sumar, no sustituir innecesariamente. Con un poco de suerte, y mantenimiento municipal, los nuevos arbolitos evitarán muertes prematuras. Pero reducir el efecto de isla de calor en los espacios urbanizados durante los periodos más cálidos, se combate no solo aumentando el arbolado. Eliminar superficies pavimentadas artificialmente es otro método, allí donde no sean realmente necesarias, algo sobre lo que también parecen haber tomado nota nuestros munícipes.

Conseguir esto en La Aldehuela ha supuesto años, muchos de los cuales estuvo cerrado al público.
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