Es una pregunta que llevo años haciéndome y cuya respuesta es difícil encontrarla a nivel de los máximos responsables de los partidos de la derecha y la extrema derecha española, tanto en el pasado reciente como en la actualidad. Cierto es que muchos gobernantes de la derecha –siempre a nivel individual, aunque la mayoría de ellos lo hacen en privado- han reconocido los horrores que el nazismo cometió en colaboración con el franquismo. Es público y notorio –aunque sea a remolque- que la derecha española cuando decidió unirse a los partidos conservadores europeos -primero de la CEE y después de la UE- consolidada ya nuestra democracia a mediados de los años 80 del siglo pasado, condenaron sin paliativos los horrores del fascismo y el nazismo que provocaron la Segunda Guerra Mundial y el holocausto nazi.
El problema no finaliza en esos momentos, sino que, posteriormente, sobre todo con las investigaciones realizadas ya en este siglo XXI por prestigiosos historiadores y periodistas de la talla del salmantino Benito Bermejo o del madrileño Carlos Hernández de Miguel, se ha podido constatar que los miles de españoles que sufrieron los horrores de los campos de concentración y exterminio nazis (sobre todo en Mauthausen y su letal subcampo de Gusen, donde fueron destinados el 80 % de los deportados españoles; el resto se repartió principalmente entre Buchenwald o Ravensbrück), se ha llegado a demostrar que los españoles que agrandaron las cifras del holocausto nazi, salieron de los campos de refugiados franceses donde previamente fueron depositados los cientos de miles de republicanos que salieron al exilio -fundamentalmente por la frontera catalana- al terminar la Guerra Civil española, a partir de febrero de 1939, expedición en la que también iban el poeta Antonio Machado, su madre, Ana Ruíz y su hermano José. Un Antonio Machado que moriría en Colliure el 22 de febrero, tres días antes que su madre y “ligero de equipaje”, porque sólo hallaron en el bolsillo de su chaqueta raída, dos versos, sus últimos versos: “Estos días azules/ y este sol de la infancia”.
También se ha probado que cuando se produjo la invasión de Francia por los ejércitos de Hitler, en 1940, los nazis contactaron con las autoridades franquistas para preguntarles qué hacían con los refugiados españoles como los que había en el campo de Angulema. Sabemos, porque lo han averiguado los investigadores, que la respuesta de las autoridades del Régimen, personificadas fundamentalmente en Serrano Súñer, fue de que, salvo excepciones de algunas personas que serían repatriadas a España, se desinteresaron del resto, dando un cheque en blanco para que Hilter hiciera lo que quisiera con ellos. Inmediatamente, el ejército nazi subió a los españoles de Angulema en un tren de ganado con destino a Mauthausen. De ahí que luego en ese campo de concentración y exterminio, los españoles portasen en la solapa de su uniforme carcelario el conocido triángulo azul con la inicial S, considerándolos “apátridas”, rojos y enemigos del III Reich.
Aunque las cifras de los españoles que estuvieron en los campos nazis varían según los investigadores, de los cerca de 10.000 que aproximadamente estuvieron deportados, más de la mitad -algunos hablan de unos dos tercios- perecieron en ellos de la misma forma que judíos, gitanos, soviéticos, testigos de Jehová u homosexuales: en las cámaras de gas, ahorcados, apaleados, fusilados, devorados por perros, en macabros experimentos médicos, de hambre y de todo tipo de enfermedades. Y para poder condenar a los verdugos nazis en los juicios de Nüremberg, fueron irrefutables las pruebas fotográficas que presentó el conocido como “fotógrafo de Mauthausen”, el catalán Francesc Boix y que arriesgó su vida para sacar del campo de concentración negativos fotográficos que revelaban las atrocidades cometidas por los miembros del ejercito Hitleriano.
Y en estas atrocidades parece que la participación criminal de las autoridades del franquismo es evidente y no es difícil de probar, puesto que las evidencias históricas acreditan que las autoridades del Régimen se desinteresaron por el destino de sus nacionales exiliados refugiados en Francia. Sea por acción o por omisión, Franco, Serrano Súñer y sus subordinados permitieron que miles de españoles fueran torturados y asesinados vilmente, participaron de los gravísimos delitos de lesa humanidad y de genocidio cometidos, entre otros, con los ciudadanos españoles que tuvieron que exiliarse, bien porque participaron en el frente con el ejército republicano defendiendo la democracia y las libertades constitucionales, bien porque simpatizaban con los ideales del legítimo gobierno republicano.
En los actos de celebración del 80 aniversario de la liberación del campo de concentración y exterminio de Mauthausen, que tuvo lugar el domingo 11 de mayo, participaron los reyes de España, dejando escrito en el libro de honor del campo, el siguiente texto: “participamos con respeto y emoción en el homenaje y sentido recuerdo de todas las víctimas aquí asesinadas o que sufrieron violencia o crueldad. De un modo especial recordamos a los miles de españoles republicanos que lucharon contra el nazismo y por la libertad”. Un gesto que les honra porque es la primera vez, en los 80 años transcurridos, que participa en el homenaje un Jefe de Estado español, rodeado, además, de infinidad de banderas republicanas que portaban los allí presentes.
No estaría mal que también hubieran participado en los actos de homenaje gobernantes y políticos de la derecha y de la ultraderecha española y que reconocieran la participación del régimen franquista en el holocausto nazi. Lo veo muy difícil, dado que parte de esta derecha y ultraderecha están impidiendo que se hagan homenajes y que se coloquen placas de reconocimiento en varios municipios, como han hecho PP y VOX en dos pueblos de Palencia y Cantabria y en dos de Madrid recientemente. Es más, no sólo impiden estos homenajes, sino que son incapaces de condenar aquéllas atrocidades en las que participaron las autoridades franquistas. Lejos de condenar, algunos líderes de la ultraderecha siguen aplaudiendo fervientemente la gestión política de Franco y de sus respectivos gobiernos, desde que dieron el golpe de Estado en 1936 hasta la muerte del dictador, en 1975.
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