El poeta, profesor e investigador presentó con gran éxito de público 'Cuando el mundo se llamaba Cerralbo'
La carpa de la Feria del Libro se convirtió durante más de una hora en la Plaza de Cerralbo, y no solo porque sus vecinos vinieron a apoyar a “su” escritor, sino porque en la voz del autor, Ramón García Mateos, en la de su presentadora, poeta, paisana y amiga de la infancia, Esmeralda Sánchez y en la su editor en Valnera, Jesús Herrán Ceballos, late una historia que rememora los tiempos infantiles de un espacio tan mítico ya como un Macondo salmantino… y sin embargo, existe Cerralbo.
Afirma Jesús Herrán Ceballos que este libro tiene la suerte de publicarse en una editorial pequeña que le augura una vida larga. Y como siguiendo la liturgia del domingo del buen pastor, este editor que trabajó durante toda su vida en Anaya, en Salamanca, nos dice “Los editores pequeños somos como los pastores de un rebaño con muy pocas ovejas a las que cuidamos mucho”. Y es cierto, el mimo con el que edita Valnera es difícilmente superable, y el conocimiento y apoyo del editor hacia sus autores, también. Su introducción es breve y sabia y nos recuerda la espléndida reseña que le hizo el escritor y crítico José Ignacio García en la que glosaba la historia y el buen hacer de este poeta de la memoria que es Ramón García Mateos, quien entre sus muchos galardones está el de ser Premio Ciudad de Salamanca de Poesía y coautor de una espléndida edición completa de los poemas de José Agustín Goytisolo.
Pero hoy ha venido el autor, el poeta, el profesor, el experto en literatura y folclore –ahí están escuchándole el matrimonio Mayalde, atentamente- a hablarnos de Cerralbo, al que según la poeta Esmeralda Sánchez, Ramón García ha hecho un regalo porque es un gesto de amor incondicional a su tierra y a sus gentes. Tiene para ella, en sus hermosas palabras de presentación este libro, la belleza del descubrimiento, del recuerdo, ese que habita también en su poesía. Y parece incluso una obra de teatro donde hablan los personajes en esa tragicomedia diaria cercana a la muerte, siempre colectiva, de lugares comunes como las tiendas, los bares, las calles… hasta el convento con todo y fantasma y el castillo de la desamortización. Todo en la visión de tres personajes, el autor y dos de sus amigos presentes en el acto, alrededor de la Señora Balbina, tan bien representada en la portada, dueña de la voz ancestral, de la transmisión del conocimiento y el divertimento.
Para el autor, que afirma tener dos patrias, Cerralbo y la lengua que usa, el recuerdo es en cierta medida una mentira, una construcción de la memoria que en su caso está enamorada del paisaje y el paisanaje. Sus descripciones tienen una belleza propia del poeta que es y su uso de las palabras terruñeras, un conocimiento propio de quien ha estudiado el folclore después de vivirlo con un talento oral que ajusta la lengua popular a sus personajes dotados siempre de una sabiduría ancestral teñida de ese humor con el que encarar la vida, una dura vida siempre en comunidad. Feliz de hacer esta presentación precisamente en Salamanca, Ramón García Mateos nos presenta, afirma el autor, quizás no una novela al uso con presentación, nudo y desenlace, sino un conjunto de estampas de un pasado que no ha desaparecido, porque vive en las páginas de quien ha conseguido levantar, con su escritura, un lugar llamado Cerralbo, ahí donde para los niños protagonistas el pueblo lo era todo. Un todo que era el mundo, un mundo compartido llamado Cerralbo. Ese pueblo que existe, se refleja en el Huebra y en las páginas de este profesor, investigador y poeta capaz de levantar los adobes de una casa dónde refugiarse del olvido. Y hacerlo en una editorial a la que hay que aplaudir el mimo y el cuidado. Y guardar en la alacena del corazón la memoria ancestral de lo nuestro.
Charo Alonso.
Fotografía: Félix Corchado